Supervivientes del terror fascista. Con una descripción de tal calibre cabe esperar relatos diseñados con tintes cinematográficos. Y así es. El éxodo de población civil por las sierras de Cádiz y Málaga, para regatear desde septiembre de 1936 el asedio fascista en la guerra civil, deja escenas de película. Fotogramas que casi 90 años más tarde pocas personas pueden proyectar en la memoria colectiva.
“Participé en las huías y tengo muy malos recuerdos, porque pasamos mucho, muchas familias, mucha hambre, muchos muertos y mucho miedo”, recita Jorge Cordón Ledesma (95 años). En aquel trasiego del verano golpista “yo tenía poca edad, siete años”, matiza durante el homenaje que recibe en la II Marcha Las Huías, una ruta senderista que revela un episodio hasta ahora poco conocido.
La diáspora de refugiados precede a la Desbandá, aquella masacre que convirtió la huida de Málaga a Almería en la carretera de la muerte. Unas 5.000 personas fueron asesinadas en el itinerario que resalta como Lugar de la Memoria Democrática.
“Soy un superviviente de las huías”, tercia Salvador Rosado Nieblas (94 años). Cuevas del Becerro, su pueblo, acoge el punto central de una “senda que aún resuena con los ecos de la historia”, dicen los organizadores. Varios centenares de personas llegan en cuatro columnas desde Alcalá del Valle, Arriate, Cañete la Real, El Burgo, Setenil de las Bodegas, Serrato y Teba.
No a la guerra
Jorge Cordón reconoce el sufrimiento: “Yo le pido al mundo que no haya guerra ninguna, porque eso es la destrucción de un país y de muertos y de todo”. Él, que sufrió los dos éxodos, las Huías y la Desbandá. “Pasamos mucha miseria”, cuenta.
Y ofrece relatos de película. “Recuerdo los pueblos donde estuve en la zona roja, en aquel lado, y cómo llegamos desde Teba a Almería, donde (los fascistas) pegaron un viaje de cañonazos contra un cine, que nos metieron allí a los refugiados, y resulta que el cine ardía como dios”.
“Después de tanto miedo como llevábamos”, agrega. Las mismas carreteras serpenteantes que hoy recorren los caminantes de la II Marcha Las Huías ayer eran testigos de la matanza fundacional del franquismo. “Los fascistas disfrutaban haciendo sufrir a las familias hasta no poder más”, amplía Salvador Rosado.
Como en su caso. Realiza el trayecto con su familia al completo: padres, Teresa y Salvador, y hermanas, Ana, Margarita y Emilia, de entre 16 y once años. Cuando deciden regresar al pueblo, unos guardias civiles humilla al grupo, en un puesto de control golpista, insultando a las niñas: “Estas rojillas ya andan preñadas de los rojos”.
Las Huías y Palestina
Salvador menta “a los falangistas” que van “a las casas a buscar a gente”. Y recita decenas de nombres de paisanos “fusilados”, a muchos presos que “torturaban” y mantienen “sin agua”. O recupera la imagen cinematográfica de “niños hablando con los padres por las rejas de la cárcel”.
La serie deja “familias desesperadas, sin saber dónde meterse, y los fascistas tiroteando a la gente en la calle”. Y menores que matan el “hambre” con la “camisa blanca” de los limones. “Había mucha ruina”, según los supervivientes. “Lo que viven ahora en Palestina es lo mismo que nos hicieron, por eso me da tanta pena, que los bombardeen, que los maten”, lamenta Rosado.
Es el odio que ensombrece el mundo, coinciden, y el antídoto contra el fascismo está en la verdad. “Que la gente abra los ojos bien, que en las escuelas tenía que haber una asignatura donde se recuerde la Memoria Histórica, pero que se diga la verdad”, recomienda Cordón. Y que de ahí salga la esperanza en “un mundo mejor” como también reivindica la Marcha Las Huías. “Que no haya más guerra en la vida”, finaliza.
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