El buque Estrella Polar, el proyecto Alejandría, Mario Casas, Blanca Suárez y un cataclismo mundial. Hace 14 años, en las televisiones de España se emitía El Barco, una serie que dejaba al mundo con 6.498.000.000 personas muertas debido a una avería en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) situado en la frontera franco-suiza, cerca de Ginebra.
Justo cuando el país estaba enganchado esta historia de ciencia ficción, en 2010, Juan Esteban Muller, de El Puerto, estaba montado en un ascensor. El ingeniero, de 37 años, descendía 100 metros de profundidad, bajo tierra. En un minuto y medio, sus pies se posaban en el mayor acelerador de partículas del mundo. Dos años después de que esta inmensa infraestructura, mencionada en la serie, funcionara por primera vez, Juan se adentraba en ella para iniciar un doctorado de Física. Durante seis años, ataviado con un casco y una indumentaria de protección, bajaba a este túnel del Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) que tiene un anillo de circunferencia de 27 kilómetros. El acelerador más grande y potente que ha existido.
“Podíamos quedarnos sin oxígeno por un escape de helio allí abajo, por eso, llevábamos un respirador que, te lo ponías 40 segundos y convertía el dióxido de carbono que salía por mi nariz en oxígeno para respirar. Eso daba un poco de respeto, la verdad”, recuerda Juan, que, tras estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones en Sevilla, se especializó en electrónica y le surgió la oportunidad.
Cuando estaba terminando la carrera, el CERN se presentó en la universidad para reclutar nuevos investigadores dispuestos a trabajar en este lugar donde chocan partículas subatómicas. “Vinieron a hacer una presentación, decían que cada país contribuía en relación al PIB y que España tenía poca gente allí”, comenta el ingeniero. Así, inició su tesis desde la Escuela Politécnica Federal de Lausana.
Durante su estancia, fue testigo de uno de los hallazgos más importantes de la física moderna. En 2012 en esas mismas instalaciones se descubrió el Bosón de Higgs, conocido como “la partícula de Dios”, que dio el Premio Nobel de Física el año siguiente a los científicos François Englert y Peter W. Higgs. Una partícula clave para la explicación del universo que a muchos les sonará porque fue usaba por Dan Brown en su obra Ángeles y Demonios como el arma terrorista contra el Vaticano que Tom Hanks debía localizar. Se encarga de dar masa a todo el resto de partículas elementales y, todavía se está investigando. “Ahora mismo no se sabe cual será su función”, añade.
“Yo disfruté mucho la experiencia, aunque el trabajo era muy exigente”, comenta Juan, que coincidía en el acelerador con 10.000 científicos procedentes de numerosas universidades del mundo. Investigar la materia es el cometido.
"Hay terapias contra el cáncer basadas en aceleradores de partículas"
“Lo principal es la investigación, se utiliza para generar otro tipo de descubrimientos, por ejemplo, hay terapias contra el cáncer, que están basadas en aceleradores de partículas y que también salen como resultado del trabajo que se hace allí”, comenta Juan, que también menciona cómo se desarrollaron tecnologías paralelas en el acelerador aunque no fueran su principal finalidad. “Siempre se pone de ejemplo que allí se inventó la web, hacía falta un medio para compartir la información y se le ocurrió a un informático”, explica.
En el que dicen que es el frigorífico más grande del planeta, por las temperaturas que se alcanzan para su funcionamiento, Juan se empapó de conocimientos. Aunque no logró un puesto indefinido, algo que “es complicado”, su experiencia le sirvió más de lo que esperaba. Desde 2017, forma parte del equipo que construye desde cero un nuevo acelerador en Suecia, país donde reside. “Es un trabajo muy multidisciplinar, para construirlo, necesitas entender un poco más del resto de cosas, electroimanes, radiofrecuencia, sistema de vacío…”, explica.
Concretamente, Juan continúa trabajando bajo tierra a las afueras de la ciudad de Lund, esta vez, a menos profundidad. “El techo está al nivel del suelo”, dice. Allí se está levantando la fuente de neutrones más potente del mundo para explorar el interior de la materia, lo que llaman la Fuente Europea de Neutrones por Espalación, conocida también por las siglas ESS. A Juan lo seleccionaron en el equipo de este proyecto europeo impulsado por 13 países, de los que Suecia y Dinamarca asumen el 47,5% del coste total, y la contribución española es del 3%.
El portuense lleva siete años implicado en esta iniciativa en la que, entre el personal español, se distinguen muchos vascos. “Bilbao era la otra candidatura para llevar a cabo este acelerador, y, aunque salió Suecia, muchos se vinieron para acá”, sostiene.
Según comparte con lavozdelsur.es, el proyecto está muy avanzado. A finales de este año y principios de 2025 está previsto poner en marcha la infraestructura, que está formada por distintas partes fabricadas en distintos países. “Conforme recibimos partes que nos envían de Francia, de Inglaterra, Italia, Bilbao o Madrid, las vamos montando todas juntas y vamos haciendo pruebas”, comenta.
Para Juan, el LHC es distinto al nuevo acelerador y no los puede comparar porque cada uno tiene una función diferente. “En Estados Unidos hay uno similar al que estamos construyendo, es nuestro competidor, ellos están haciendo mejorar y la idea es que terminemos pronto y ser mejores”, explica.
"El acelerador servirá para hacer paneles solares más eficientes"
En concreto, el ingeniero se dedica a estudiar cómo se mueven las partículas en el acelerador, se encarga de que la máquina funcione mediante un software que simula ese movimiento. La mayor parte de su tiempo está delante de un ordenador.
Pronto, Europa contará con uno de los proyectos científicos más ambiciosos. Una especie de microscopio gigante que permitirá observar el interior de los materiales y ver cómo interactúan sus átomos allá donde el ojo humano no llega. “Esto va a ayudar a ver muchas cosas, tendrá aplicaciones en farmacia, se podrán hacer baterías y paneles solares más eficientes o materiales para la aviación que sean más resistentes”, sostiene Juan.
Más de una década en el subsuelo, en escenarios dignos de películas de ciencia ficción. Su mente contribuye al que será un gigante de la ciencia que proporcionará avances para mejorar la vida de las personas. El motor de todo.
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