Un Land Rover esperaba en marcha en la puerta. Miércoles o jueves cualquiera de hace 30 años. Una nevera cargada de fino muy frío. A perderse en el día libre. No hacía falta Google Maps porque el camino se lo sabía de memoria. Dirección Bajo de Guía, Coto de Doñana, El Rocío. Una, dos, tres… “hasta 70 veces en un año he podido ir”. Más allá de la fe y la devoción, en esas más de 122.000 hectáreas encontraba su paraíso en la tierra. Para el resto de sus días, se traía el espíritu a casa, a su trabajo. Primero, en el Polígono de San Benito; más tarde, en la barriada España; luego en el Muro; y desde hace ya 24 años en Divina Pastora.
Ha entrado Manuel Lugo Ortega (Jerez, 1951) en su bar como el que entra por la puerta de su casa. Maqueado con su guayabera rosada, su bigote cano que le acompaña “desde siempre”, y un botellín rubio de Cruzcampo que nadie sabe cómo ha llegado a sus manos casi sin sentarse en la mesa. “¿Cómo estás Manolo?”, pregunta un cliente habitual. “Como un Longines”, replica sin pestañear. “¿Has visto lo que te he puesto ahí para lavarte las manos…? No le han echado fotos…”, expresa con esa media sonrisa de un hombre más serio por fuera que por dentro. Se refiere a una mesita que tiene a la entrada del establecimiento repleta de casi todos los tipos de geles hidroalcohólicos del mercado. El suelo, con tiras adhesivas para marcar la distancia entre mesas; mascarillas y menos mesas en el local.
Salta a la vista: el emblemático Camino del Rocío de Manolo Lugo celebra 40 años de existencia en medio de la peor pandemia del último siglo. Manolo, Manolín Lugo, se atusa el bigote y resopla nada más sentarse: “La cosa está muy difícil”. Este hombre que ha dado de comer y beber a reyes, generales, jueces, fiscales, políticos, artistas y personajes de todo pelaje celebra cuatro décadas al frente de un bar que ha visto y oído de todo, y en el que “siempre hemos tratado a todo el mundo de forma familiar, como amigos o familia”.
— “¿Y qué idea tienes con esto…?”, pregunta Manolo al periodista.
— “Bueno, quería hacerte una entrevista con motivo de los 40 años de historia del Camino del Rocío, un sitio emblemático en Jerez con uno de los grandes hosteleros de la ciudad al frente…”
— [Se queda pensando] Bueno, yo te cuento y tú ya después coges… nosotros no somos de la hostelería por derecho, pero nuestra forma de vender y atender al público es de otra galaxia. Al público lo atendemos familiarmente, más como amigo que como cliente, y quizás por eso llevamos 40 años. A la gente le damos su sitio, hijo. A todo el mundo. En Jerez hay muy buenos restaurantes y muy buenos bares, pero la forma de trabajar mía siempre ha sido distinta a todo. Por ahí muy buenas comidas, y la mía no es que sea ni buena, ni mala, pero es la que se hace en casa. Y así llevamos 40 años en la brecha, esa es nuestra misión. Y hemos pasado apuros, hemos estado muy bien, regular, y hemos aguantado todos los chaparrones, y aquí seguimos…. bueno, aquí ya siguen mis hijos, Luis y Patricia. Yo lo que hago es dar una vuelta desde fuera.
— Lo ha dejado en buenas manos…
— Mi Luis le ha cogido el tranquillo. Las circunstancias son muy difíciles, el autónomo que no eche horas va de culo. El personal está justo, las ventas están a lo justo, la gente tiene miedo, y lo que ha pasado no es normal, nadie lo ha vivido, no había nada preparado.
— Y los impuestos son los mismos.
Tienes que estar con la ley para no tener ningún problema. Noches no tenemos porque no están buenas en Jerez ahora mismo, y en estas circunstancias, cuanto menos te arriesgues, mejor. Los gastos, desde luego, están ahí, hombre. Te digo la verdad: el Ayuntamiento está dejando vivir a la hostelería, y es muy importante agradecérselo. No se meten con nadie mientras que tú no te equivoques.
Del cielo del bar ha desaparecido la maqueta de la ermita de la Blanca Paloma, pero hay una enorme foto de la Virgen del Rocío presidiendo el salón interior. En la pared de enfrente, el Prendimiento. En la otra, una selección de imágenes de las arenas de Doñana y una especie de salón de la fama donde el popular hostelero aparece con José Mercé, Paco Cepero, el Beni de Cádiz, Rocío Jurado…
— En 40 años habrá pasado por aquí de todo…
Hasta reyes… Nosotros a las doce de la noche poníamos la salve rociera. Dos veces vinieron a la Real Escuela unos reyes de no sé dónde, no me acuerdo de dónde, y desde la Real Escuela nos pidieron que querían pasarse por aquí para escuchar la salve. Pero han pasado generales, artistas como Marifé de Triana, Francisco, Paco Gandía, Los Romeros de la Puebla… Carlos Vergara, que estuvo de director de Radio Jerez, traía para acá a todos los que pasaban por la radio. Y con los políticos me he juntado con todos: desde Pedro Pacheco, que fue un gran alcalde de Jerez y hay que decir la verdad, hasta Pilar (Sánchez), García-Pelayo, y esta chiquilla de ahora que incluso estuvo viviendo arriba del Camino del Rocío. A todos les doy su sitio. No me voy a lo político, me voy a la persona, y por eso siempre he estado con todos. Los he respetado y ellos me respetan a mí, así de fácil te lo pongo.
Soy de los que cuando te veo cargaete, corto. Señores, lo siento mucho. Cuando ya estás tocado, no me gusta
¿Se acuerda de su primer sueldo?
Sí, hombre. Nunca me olvidaré. 15 pesetas, tres duros diarios en Manolín Vallejo. Estaba en la calle Doña Blanca. He querido mucho a Vallejo porque me dio mi primer sueldo. Era un chicuco, había un encargado allí que se equivocó conmigo y me vine. Tenía 14 años. Ahora tengo 69, ha llovido ya. También me llevé mucho tiempo con los Muñoz. Mi oficio, que no es un oficio, no es la hostelería, a mí lo que me ha encantado siempre es ser almacenero. He estado veinte años con las mariquitas del Polígono. En los años 80 es cuando empiezo en la hostelería, pero por fuera, nunca he estado por dentro en la hostelería. Monté el Camino del Rocío porque murió mi padre y mi hermano Luis no tenía trabajo. Yo lo monto para él. Luego, me he metido en el mostrador cuando ha hecho falta, pero siempre he estado más de relaciones públicas y para arriba y para abajo. Ahora jubilado sigo haciendo lo mismo. He disfrutado mucho con la gente, viéndola llorar con la salve rociera… Nosotros fuimos pionero en España en poner la salve y muchos amigos y novios se hicieron matrimonio y tuvieron hijos que nacieron de esa amistad del Camino del Rocío. El primero que la pone se llama Manolo Lugo, y ya luego la ponían hasta en Madrid. Ahora los desayunos se sirven temprano y no se puede estar 14 o 15 horas en el bar.
¿Ha echado a mucha gente del bar?
Sí, pero no por jartibles. Soy de los que cuando te veo cargaete, corto. Señores, lo siento mucho. Cuando ya estás tocado, no me gusta. Nosotros cerrábamos a las cinco de la tarde y a las ocho abríamos. Echaba a alguna gente y se quedaban en la puerta esperando, pero es que yo tenía que cerrar para limpiar para el siguiente servicio.
¿Es más sacrificada la hostelería de lo que se piensa?
Hombre, fue mucho más antes. Hoy en día, si lo llevas a rajatabla, es cómoda. Ha cambiado mucho. El trabajador está ocho horas, lo que pasa que a lo mejor hay que echar remiendos en el fin de semana, pero luego descansas día y medio o dos. No es como antes. En el almacén entraba yo a las ocho de la mañana y acababa a las once de la noche. Eso sí era trabajo.
Usted estuvo a punto de embarcarse en el pabellón Tierra de Jerez de la Expo'92. ¿Aquello cómo fue?
Tuve la experiencia. Estuve en las reuniones pero me dio miedo meterme. En Jerez, que se quedó la Feria instalada seis meses, y yo estuve desde el primer día hasta el 12 de octubre. Cerré el último, había unas normas y las respeté. Gracias a Dios yo vendí, muchos cerraron antes. La gente nos buscaba por la salve y por el fresco del parque. En Sevilla no llegué a estar, nos exigían mucho y después fue un disloque, entraba el dinero a espuertas, pero entre todos se mataron y algunos se lo llevaron. ¿Qué quieres que te diga...?
¿Ha sufrido mucho pirateo en el negocio, muchos 'simpas'?
¿Piratas…? No… nuestro negocio no es de piratas. Alguno se ha querido escaquear, pero son miserias. Otros le echan mucha cara, pero es el reguerillo nuestro. Ya no suele la gente irse sin pagar. En el Polígono, algunos estudiantes de la Facultad de Derecho se iban si pagar, estaban tiesos y pagaba yo los platos rotos. Hoy son buenos abogados, vienen —muy cerca de allí está la Audiencia Provincial de Cádiz— y me recuerdan aquella época. Se acuerdan mucho de nosotros: le daba cigarritos, los convidaba a alguna cerveza… los chaveas no tenían… y hoy son buenos abogados y se acuerdan mucho de nosotros. En verdad, no he tenido muchos problemas que te acuerdes fuerte, fuerte. En verdad, lo que hemos hecho es vender y divertirnos.
Jerez es un pueblo muy bonito, lo queremos, pero llega un momento en el que el jerezano, como te vea todos los días con una camisa limpia, dice: ¿éste de dónde ha sacado la camisa?
¿Se ha divertido mucho en estos años?
Sí, me he divertido mucho, no te voy a engañar. Lo bailado… ya no me lo quita nadie. Yo ya me puedo ir para allá. Mi objetivo de vivir la vida lo he cumplido bien, ya te lo digo yo.
¿Se arrepiente de algo?
No, porque todo el mundo dice si hubiera guardado… pero he conocido a muchos que han guardado y se han muerto. O sea que, para qué voy a guardar, ha sido preferible llevármelo en vida. He intentado no hacer las cosas mal para los demás, tendré mis enemigos como todo el mundo tiene, y si algún enemigo está por ahí suelto porque no me haya portado bien con él, lo único que me queda es pedirles perdón antes de irme de aquí.
En un negocio cara al público es casi imposible no tener enemigos, ¿no? Y más en una ciudad como Jerez...
Jerez es un pueblo muy bonito, lo queremos, pero llega un momento en el que el jerezano, como te vea todos los días con una camisa limpia, dice: ¿éste de dónde ha sacado la camisa? Y en cuanto que uno está un poquito resfriado y sale para arriba, ya se quiere comprar el Mercedes, el reloj de oro, y todo enseguida.
Usted no ha sido de acumular posesiones...
Yo no, yo no. Lo que sí me he divertido. Lo que he tenido ha sido para vivir y dejar vivir. Y llegar a los sitios y decir esto es mío y esto es mío.
Al final, la vida va un poco de eso, ¿no?
Hombre, ¿tú sabes lo importante que es quedarte dormido aquí? (hace el gesto de recostarse en la mesa) Yo ahora mismo me quedo dormido aquí porque estoy muy tranquilo. Tendré mil cosas pero duermo muy bien, gracias a Dios, con la edad que tengo. Dormir bien es muy importante, hijo. Si he hecho algo malo, que me perdonen, pero con maldad no lo habré hecho. Ahora bien, santo nada. Santo no soy. Soy una persona, que he vivido y trabajado, y eso, aunque nos parezca mentira, me ha permitido no ir ni bien, ni mal, sino hacer mi trabajo y convivir. Al que le haga falta algo, si lo tengo, te lo doy.
¿Hay compañerismo en el gremio?
Sí hay, sí hay. Hay muy buena gente. Te puedo decir que, gracias a Dios, me doy una vuelta contigo por los restaurantes buenos de Jerez y a Manolo Lugo lo respetan y quieren, y yo respeto y quiero a los demás. Te saludan por derecho, sin ojana. Eso es bonito en la hostelería y en todo. Yo me he juntado con todos los fuertes: Juan Flor, Antonio García Archidona, Joaquín Marín, Alfonso, los Esteban, los Carrasco, Paquito Lechuga, Faustino, Don Pepe… Nos queremos mucho, hombre. Cada uno ha trabajado a su forma. Fíjate tú Faustino cómo ha trabajado… no hay enemistad ninguna gracias a Dios. Y si nos vamos a Sanlúcar, a Bajo de Guía, de una punta a otra, son todos nuestros.
¿Aquel traspaso del Camino del Rocío al empresario chino acabó?
Sí… no es que me equivocara… me salió lo del chavea este, Chen, y lo único que te puedo decir es que no sirve para la hostelería, pero sí era muy buena persona. Hicimos un contrato y el contrato no se cumplía. Dos razones: él no sirve, a él no le gusta, quería hacer igual que yo, por fuera y vender y pagarme a mí, pero esto no da para eso. A esto hay que echarle 14 horas. No puedes trabajar menos que yo para pagarme a mí, y eso fue lo que le pasó. Y luego que en ese momento, 2011, se va de aquí Aguas de Jerez, la crisis… le dio un palo todo. Se le fue de las manos. Por las buenas le pedí las llaves y que ya hablábamos de lo que me debía, yo tenía que comer, y me dio las llaves honradamente y no hubo más problema. Y ya mi hijo lo cogió otra vez y se metió en el toro. Él echa todos los días como autónomo 14 horas y es el único que ha vuelto a levantar esto, las cosas como son.
Han conseguido una clientela muy fiel. ¿Eso no es casualidad, no?
Eso lo tenemos sí. La zona no es mala… También empecé con los desayunos y quise ser el número 1. No soy el número 1, pero no soy de los últimos. Tenemos un surtido… lo que yo doy es una feria… hay pocos bares que den eso. Si no das calidad, servicio y precio, no puedes vender como yo. Pero si no vendo mucho tampoco gano lo que tengo que ganar porque la calidad que doy no la cobro.
Y luego está la cocina casera que sirven...
Y los guisos del día. Un día vente y que te ponga esta gente unos calamares rellenos. Eso nada más que lo hace tu madre en tu casa. Aquí se le pega a la carne con tomate, a los revueltos, a la ensaladilla... todos los días una poquita, no se hace mucha…
Hemos sido pobres, pero dentro de lo pobre, yo lo peleo con la satisfacción de haber vivido la alegría de las casas de vecinos. No era miseria
¿Se acuerda de su infancia en Santiago?
Me he criado en Santiago. Mi barrio es calle Asta, calle la Sangre, calle Lealas. Ese es mi barrio. Lo conozco como la palma de mi mano. Mi padre era chófer. Nosotros éramos más bien humildes, con un sueldo de 60 pesetas, fíjate tú. Yo ya hacía mandado con 12 años, me daban un regalito y se lo llevaba a mi madre, pobrecita. Hemos sido pobres, pero dentro de lo pobre, yo lo peleo con la satisfacción de haber vivido la alegría de las casas de vecinos. No era miseria. En las casas de vecinos podía haber una que tenía dinero porque el marido estaba en la bodega, pero esa mujer a lo mejor hacía una berza y si la otra vecina no tenía le daba un poquito. Eso lo hemos vivido nosotros.
Las noches de mierda no me han gustado nunca, hijo. Tengo 69 años y en mi boca no sé lo que es una coca y un porro
Y las fiestas...
Bueno… he tenido en el Camino del Rocío, cuando abrí en el Muro, a Sordera, Agujetas, Terremoto, Moneo… A El Torta lo tuve un año conmigo. Cuando dice la gente que ha escuchado a El Torta yo me callo mi boca. Yo le daba mil duros al empezar y si no había nadie, le decía: Juan, quédate los mil duritos y cántanos a nosotros. Y así era una noche, y otra noche y otra noche. Hemos escuchado a El Torta hasta con los ojos malos. Periquín y él. Manolo, ¿hoy qué hacemos, no hacemos ná? Me comían el coco.
Juan decía que la noche era la tiniebla… estando en la hostelería más...
Nuestras noches eran bonitas. No era la mierda de hoy. Las noches de mierda no me han gustado nunca, hijo. Tengo 69 años y en mi boca no sé lo que es una coca y un porro. Y lo he visto, pero he odiado siempre eso. Cuando estaba en una reunión que veía eso, Manolo Lugo se iba. Y si no, era porque no lo sabía. Eso no es bueno, aunque a la gente se le respete. Hubo momentos de esa moda, los porros siempre los ha habido, pero cuando llegó esa mierda… a Santiago, y a otros barrios, se lo cargó.
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