mDe haber nacido en cualquier otro país europeo, Carmen de Burgos (Almería, 1867 –Madrid, 1932) sería la madre del feminismo moderno, como lo es Simone de Beauvoir. La andaluza se adelantó a la francesa en la teoría del género y en defender todos los derechos para las mujeres en el ensayo La mujer moderna y sus derechos, publicado en 1927, dos décadas antes de que viera la luz ‘El segundo sexo’.
La mujer moderna y sus derechos es “la Biblia del feminismo español, europeo y americano”, dice Mercedes Gómez-Blesa, la editora e investigadora que ha sacado del armario este ensayo fundacional de la teoría feminista que formó parte de la lista de los primeros nueve libros prohibidos por el franquismo, condenando así olvido a la escritora andaluza y su obra.
Con una obra extensísima, compuesta por más de 150 obras de ensayo, narrativa y crónicas de viajes, además de miles de artículos periodísticos, Carmen de Burgos forma parte, por inquietud y temática, de la Generación del 98. Periodista, traductora, ensayista y novelista, destacó como una de los intelectuales más respetados de la época de finales del XIX y principios del XX.
Su feminismo transita desde posiciones moderadas, vinculadas al papel maternal y cuidador de las mujeres, hasta un feminismo radical que refleja en La mujer moderna y sus derechos, obra culmen del pensamiento de esta feminista multidisciplinar que fue la primera reportera de guerra española, la pionera en publicar a diario una columna en prensa escrita, defensora del divorcio y activista por el sufragio femenino.
“Es verdadero absurdo que tengan derecho a emitir el sufragio los ignorantes sólo por ser hombres y que se niegue ese derecho a las mujeres cultas sólo por ser mujeres”, sostenía esta mujer que contrajo matrimonio a los 16 años y que huyó del hogar familiar por las infidelidades de su marido y la violencia de género que sufrió en carne propia.
‘Mujer alegre’
Se separa y se va, junto con su hija, a vivir a casa de su tío para prepararse unas oposiciones de maestra y tener la independencia económica que reivindica para todas las mujeres como herramienta indispensable para la autonomía personal. De casa de su tío, el senador Agustín de Burgos, también tiene que huir al intentar éste abusar sexualmente de ella. Es víctima de las críticas de la sociedad almeriense que la tachan de ‘mujer alegre’, lo que la empuja a salir de su ciudad natal, harta de las habladurías, los señalamientos y la mentalidad conservadora de la época.
Recala, ya como maestra y junto con su hija, en Guadalajara a principios de 1900, desde donde visita Madrid con asiduidad y conoce las tertulias de la época y se relaciona con la intelectualidad de la que años más tarde será una de sus más ilustres representante.
Sobre 1909 es nombrada maestra de la Escuela Normal de Magisterio de Madrid, lo que le permite instalarse en la capital de España y desarrollar todo su potencial literario, político y de pensamiento. En Madrid conoce al literato Ramón Gómez de la Serna, con quien comienza una relación de pareja atípica para entonces y para hoy. Él era veinte años más joven que ella. La relación se rompe tras descubrir Carmen de Burgos que su hija y el literato mantienen un romance a sus espaldas. Este hecho le provoca un profundo sufrimiento que agrava sus dolencias cardiacas.
"La mujer es algo más que la hembra, como el hombre es algo más que el macho, desde el momento en que la inteligencia les permite no quedar reducidos al papel de simples reproductores de la especie”, escribe Carmen de Burgos sobre la teoría de los géneros, veintidós años antes de que lo hiciera la filósofa feminista Simone de Beavouir. De Burgos afirma que el género es un constructo social y cultural y que la diferenciación biológica no puede ser la justificación para negarle a la mitad de la población sus derechos civiles, políticos y laborales.
Actual y revolucionario
La lectura del libro de Carmen de Burgos, publicado por la editorial Huso, asombra por lo actual y revolucionario de un pensamiento que sigue sonando a vanguardia casi un siglo después de ver la luz. La almeriense demuestra un gran bagaje cultural, domina una amplia bibliografía y rebate con argumentos sólidos e irrefutables a los grandes intelectuales que como el padre del psicoanálisis Sigmund Freud, Séneca o Rousseau han inferiorizado a las mujeres a lo largo de la historia, acogiéndose a argumentos peregrinos, irracionales y llenos de misoginia que Carmen de Burgos desmonta uno a uno.
También afronta la almeriense las reivindicaciones laborales de las mujeres obreras, quienes se incorporan al mundo del trabajo remunerado tras la marcha de los hombres a los frentes tras estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, periodo histórico con el que se inicia la emancipación de las mujeres y el auge del feminismo como movimiento político y social organizado, al ocupar el espacio público que los hombres abandonan para ir a la guerra. De las mujeres burguesas que -como ella misma- viajan por Europa, Carmen de Burgos reconoce que han logrado también derechos universales para todas las mujeres, como el de la libertad individual, el derecho a herencia y la propiedad.
“Ser femenina, como quieren las ilusas, es estar sometida solo a los imperativos sexuales, sin aspirar más que a ser nodriza y gobernante. Ser feminista es ser mujer respetada, consciente, con personalidad, con responsabilidad, con derechos, que no se oponen al amor, al hogar y a la maternidad”, es otra de las citas reseñables de La mujer moderna y sus derechos con el que la editora Mercedes Gómez-Blesa quiere hacer justicia con el pensamiento de una feminista de la que casi nada se sabe.
La Simone de Beavouir española
La Simone de Beauvoir española murió un año después de la proclamación de la Segunda República y, aunque ve con sus ojos la proclamación de los derechos al divorcio y al voto por los que tanto había luchado, no pudo llegar a ejercerlos. Sufrió un infarto durante una conferencia sobre educación sexual en un Círculo Radical Socialista, agrupación perteneciente al Partido Radical Socialista donde militó la andaluza tras abandonar el PSOE por discrepancias sobre el voto femenino.
Murió en su casa, atendida por el médico Gregorio Marañón, amigo suyo y gran defensor de la causa de las mujeres. A su entierro acudió Clara Campoamor, quien la relevó en la defensa del voto femenino y peleó para que Madrid contara con una calle a nombre de esta andaluza universal que tuvo la mala fortuna de nacer en un país que odiaba a las mujeres libres.
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