En apenas siete minutos, uno de los símbolos de la Bahía desapareció de la vista. El 30 de agosto de 2011 un despiste del patrón acabó con el Adriano III, más conocido como el Vaporcito de El Puerto, empotrado contra el muelle Reina Victoria de Cádiz. Los 80 pasajeros que transportaba en ese momento, y los tres tripulantes de la embarcación, lograron bajarse y contemplar como espectadores de excepción el hundimiento de un emblema que lleva casi una década en la avenida de la Bajamar de El Puerto, donde los vecinos ven cómo acumula cada vez más óxido y sus maderas se pudren poco a poco.
"La propia configuración geográfica de la Bahía gaditana determinó que, al poco de comenzar a construirse los barcos de vapor, éstos formaran parte del paisaje de la misma como una fórmula eficaz de conectar las poblaciones del entorno. Sin embargo, la importancia del barco Adriano III, el Vaporcito, va mucho más allá de su función como medio de transporte, formando parte de la historia local de las poblaciones de Cádiz y El Puerto de Santa María, y constituyendo uno de los referentes de identificación más significativos para gaditanos y portuenses”, recoge el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, que declaró en noviembre de 2011 a la embarcación como Bien Mueble de Interés Cultural.
"Si, en otros lugares —continúa el documento—, el fin de una noche de fiesta podía venir enmarcado por el canto coral de determinadas canciones regionales, en la Bahía de Cádiz esta canción ha sido, mayoritariamente, el pasodoble que la comparsa de Paco Alba, Los hombres del mar (1965), dedicaron al Vaporcito de El Puerto, convertido en un auténtico himno popular que perdura, como las mejores coplas del Carnaval, en la medida en que poseen una significación especial para el pueblo que las hace suyas mediante el aprendizaje y la transmisión a las generaciones posteriores”.
La declaración como BIC no hace que el Vaporcito haya corrido gran suerte. Al contrario, le ha supuesto más complicaciones, ya que no cumple las nuevas normas legales de accesibilidad y ambientales, impedimento que frenó su reparación. “La Ley de Patrimonio Histórico nos ampara. El dueño de un BIC no puede asumir toda la responsabilidad cuando se trata de un símbolo, no se puede cargar el muerto a la propiedad”, explicaba Manuel Ramos, de Motonaves Adriano —empresa propietaria del Vaporcito— hace unos meses en Diario de Cádiz.
Más de ocho años hace que se hundió la embarcación ante la atónita mirada de una provincia entera que lloró su desaparición bajo las aguas de la Bahía. Entre 360.000 y 400.000 euros cuesta recuperar la embarcación, para que sirva como atractivo turístico, y vuelva a navegar, aunque sea de forma testimonial. Es la inversión necesaria según su propietario, Manuel Ramos, de Motonaves Adriano, que compró el Vaporcito hace unos años y que sigue peleando para recuperarlo. En una reunión mantenida con la Consejería de Cultura y de Patrimonio de la Junta de Andalucía, a principios de 2019, se contempló la posibilidad de que el Gobierno andaluz insuflara vida al Vaporcito. De momento, sigue criando moho.
“La identidad etnológica del Vapor se vincula con El Puerto, es algo que no se puede perder. El centro de la ciudad está abandonado, todo se eterniza... el turista que viene a El Puerto busca la historia, la cultura, busca emociones. El Vaporcito es el vínculo de El Puerto y de la Bahía con el mar y El Puerto no puede perder su identidad”, apuntaba hace unos meses Manuel Ramos, propietario de la embarcación, en declaraciones al citado rotativo. “Siempre hemos defendido que restaurar el barco será una oportunidad para El Puerto y creemos que la administración debe involucrarse”, añadía.
El Adriano III fue construido en el astillero San Adrián de Vigo, siendo el tercero de una saga de embarcaciones que empezaron a navegar la Bahía de Cádiz a principios del siglo XIX. La saga de los Adrianos surge durante la Exposición Iberoamericana de 1929, con el objetivo de unir Sevilla con Sanlúcar, pero unos años más tarde se instaló en Cádiz para comunicar por vía marítima esta ciudad con El Puerto de Santa María. Lo hizo hasta 2011, cuando se hundió. Fue reflotado, pero no recuperado para navegar. ¿Hasta cuándo?
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