La Sevilla Sur en rebeldía: "La mejor caridad es la que pide justicia, no 'bolsitas' de comida"

Conocemos otras partes menos deprimidas del distrito sevillano en el segundo capítulo de lavozdelsur.es por el barrio con menor renta per cápita de España

Emilio, Rafael y Pepe en la asociación de vecinos en Polígono Sur, Sevilla. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO
Emilio, Rafael y Pepe en la asociación de vecinos en Polígono Sur, Sevilla. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO

Siguiendo con la segunda parte de la visita que lavozdelsur.es ha hecho al Polígono Sur de Sevilla, nos encontramos en la Factoría cultural con Antonio Amaya. El artista, habitual bailaor los domingos en La Carbonería, uno de los espacios de cante y baile flamenco más populares de la capital andaluza en pleno barrio de Santa Cruz, habla de la incertidumbre que vive un sector como el suyo. “Hay muchas personas en los tablaos que trabajan en negro, y por ello no han podido ni cobrar el ERTE”. Viste camiseta negra y tiene un rostro que cualquier director de cine firmaría para interpretar a un artista gitano. A pesar de ganarse la vida con sus exhibiciones frente al público, Antonio muestra ciertos rasgos de timidez. “Aproximadamente el 70% de los artistas de los tablaos trabaja sin estar dado de alta”, cuenta por lo que él conoce del mundillo, y da gracias a Dios de que en su caso, la suma de los días cotizados le ha dado al menos la opción de acceder a la ayuda familiar que facilitó el Gobierno.

Cantera del flamenco

“Los tablaos no se atreven a abrir porque no viene el sevillano a ver las actuaciones o a pagar una entrada, vienen los guiris, y no hay guiris”. El joven bailaor ve difícil la situación para los flamencos. “En La Carbonería, por ejemplo, nos pagan 50 euros a cada uno, al guitarrista, al cantaor y al bailaor”, y muestra sus dudas sobre la viabilidad de esos negocios con aforos reducidos. También habla de los chicos del barrio cuyo escenario son las calles del centro, donde tocan arrimándose a las mesas de los turistas. “Ya antes de lo del coronavirus tenían problemas porque si los pillaba la Policía, los multaba y les quitaba la guitarra”. Pero Antonio no come solo gracias a sus actuaciones en La Carbonería y algunos bolos esporádicos que le van saliendo, su ingreso más estable es la venta ambulante. Y recuerda que es un sector bastante maltratado por la actual situación que, como ya contó en el primer capítulo de este artículo Fernando Moreno, uno de sus portavoces, lleva años siendo perseguido.

Antonio Amaya, bailaor flamenco. FOTO: José Luis Tirado

Zonas normales

Pero Jairo, nuestro guía por Las tres mil, no quiere que veamos solo la zona más deprimida del Polígono Sur, y se ofrece para llevarnos a la zona de La Oliva y Las Letanías, donde la vida pasa por ser más parecida a la de cualquier barrio obrero de la ciudad. Lo hacemos en su nuevo coche, y es inevitable ver en su rostro el orgullo que le supone poder materializar su mejora laboral. Entramos en una especie de plaza de abastos que tiene un poco de todo. Por los puestos se ve gente humilde y la diversidad es mayor: gitanos, payos, subsaharianos e incluso magrebíes pululan por esta parte del distrito donde el movimiento de vehículos y gente es bastante mayor que en las zonas que ya hemos visitado. Desde allí nos dirigimos a un bar cercano que hace las veces de sede de una asociación de vecinos. Es mediodía de uno de esos días preveraniegos en los que Sevilla enseña músculo y te planta 40 grados, pero la visita invita a indagar diferentes sensibilidades.

Pepe, Rafael y Emilio

Al llegar a la terraza de aquel bar a los pies de una iglesia de construcción reciente, vemos sentados a tres hombres, muy posiblemente jubilados, que se convierten en los mejores fotógrafos de la realidad del Polígono Sur. Entablamos conversación con ellos, que muestran un extraordinario conocimiento del problema social del barrio desde el punto de vista más estructural. “Como no haya caridad cristiana, aquí se muere la gente en la calle sin nada que echarse a la boca”, asegura Emilio, que conoce bien la situación de desamparo de muchos vecinos porque es cura. Los tres me corrigen cuando pregunto si se han sentido abandonados por las diferentes administraciones durante la pandemia. “No, esto ya estaba olvidado de mucho antes”. Y Pepe, que visiblemente parece el mayor de los tres, denuncia algo que parece una sensación generalizada en todo el distrito. “Esto es el vertedero de Sevilla, aquí viene la mierda”. También relatan la cantidad de planes que se han aprobado de cara a revitalizar la zona y que luego no van a ninguna parte porque ni los mismos políticos que los hacen conocen la realidad del Polígono Sur. Y una señora que fuma empedernidamente mientras escucha atenta la conversación irrumpe en la grabadora y matiza que aprueban cosas “para hacerse la foto y nada más”.

Polígono Sur de Sevilla. FOTO: José Luis Tirado

Rafael se muestra contrariado por temas como el del confinamiento, que asegura que no se ha cumplido en algunas partes por la precariedad de muchas viviendas, como unas con techos de chapa que tenemos justo enfrente. Han cogido confianza y sienten que sus testimonios pueden visualizar una parte del problema por el que pocos medios se interesan. Emilio hace referencia a otra cuestión importante de cara a los niños, y es que el 80 por ciento de las viviendas no tienen internet, algo que ha sido crucial estos meses para poder seguir con la educación a distancia. “Yo soy cristiano, ¿y sabes cuál es la mejor caridad? La que pide justicia, no bolsitas de comida”, afirma Pepe en un nuevo alarde de talento para sacar titulares con fuerza que ya le gustaría a mi jefe que tuviera yo. Todos los allí presentes, incluida la mujer fumadora que ya forma parte de pleno derecho de este foro, recuerdan la cantidad de años que llevan batallando medidas estructurales para el barrio. Hacen mención a los recursos con los que puede contar cualquier capital de provincia como Soria, con una población que no alcanza ni la mitad de la del Polígono Sur, y ponen de manifiesto el agravio comparativo en presupuestos que reciben allí y en una ciudad pequeña por el hecho de ser capital de provincia.

Rafael hace hincapié en que el abandono del barrio es sibilinamente intencionado, para empujar problemas como la droga a zonas de la ciudad en que no se vean, y ponen como ejemplos la escasa presencia policial o que la recogida de basura pasa solo una vez por semana. “Seguramente, en la calle Sierpes se recoge más basura que aquí, pero se dedican también más recursos”, apunta Pepe en un nuevo golpe a mi ego como productor de titulares con enganche. “El Polígono Sur es una fuente de trabajo”, señala Rafael, que deja caer el concepto de una industria de lo social que no se ve reflejado en la mejora de las familias. Todos están de acuerdo en que no solo se trata de comer, sino de un concepto de dignidad más amplio. “La Consejería que debería actuar aquí es la de Trabajo, los servicios sociales deberían ser subsidiarios, se han confundido con la realidad del barrio”, apunta de nuevo Rafael, que en voz muy baja va dando puntadas más que interesantes.

Por último, hablan de que en una de las plazas del barrio han habilitado un edificio para acoger a los sintecho de la ciudad, y Pepe lo vuelve a hacer: “En algún sitio hay que acogerlos, pero coño, ¿por qué no los acogen en la Plaza de Cuba?”. Sirva como aclaración que la Plaza de Cuba se encuentra en una de las zonas más prósperas de Sevilla. Intentamos que la indignación no les amargue lo que parecía un buen rato de charla entre amigos y les dejamos tranquilos con su cerveza, agradecidos por el estupendo testimonio que han dejado. Volvemos a la Factoría, donde antes de abandonar el distrito, Jairo quiere contarnos cuál es el proyecto del centro.

Imagen en un mercado del Polígono Sur de Sevilla. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO

La Factoría

“Esto es un centro cultural enfocado a la creación”, cuenta el joven mediador, y matiza que es de los pocos de la ciudad enfocado a crear y no a la exhibición. “Rara vez la gente del Polígono Sur habrá asistido al Teatro Lope de Vega”, puntualiza Jairo, dando importancia a la labor que puede hacer un proyecto como este en un barrio tan deprimido. Aunque reconoce que todavía es pronto para evaluar la eficacia del proyecto, el hecho de dar la oportunidad a muchos de los habitantes del distrito de sacar provecho de sus habilidades artísticas ya cree que es enormemente positivo. Otra de las cuestiones que abordamos es la labor de los mediadores, y reconoce que tiene que tirar de sus contactos de amigos y familiares para atraer hasta el centro a artistas talentosos de Las tres mil, pero que “lo suyo realmente sería tener gestores culturales para eso”. Jairo habla pausado y empeñado en hacernos ver que, con tiempo, la Factoría demostrará la gran utilidad que tiene de cara a sacar a gente de la marginalidad mediante la cultura.

Jairo Salazar, mediador en la Factoría cultural del Polígono Sur de Sevilla. FOTO: JOSÉ LUIS TIRADO

Cuenta lo limitados que están todavía en algunos aspectos, y reconoce el trabajo que les queda por delante. “La factoría con los recursos que tenemos ahora mismo es como tener un BMW pero sin dinero para gasolina”. Y esa es un poco la sensación generalizada con el Polígono Sur, que es un distrito al que los distintos gobiernos municipales y autonómicos destinan fondos constantemente, pero que se hacen como quien da 50 euros a alguien que pide en la calle. Abandonamos el barrio por la zona de Las Vegas viendo como a mediodía ya sí se pueden ver drogodependientes por la zona en una imagen que todos los medios del país ya se han ocupado de publicar en más de una ocasión. Las tres mil seguirán ahí, la cuestión será si anclada en el tiempo o algún día podrá superar el estigma que con rebeldía afrontan muchos de sus vecinos.

Sobre el autor:

Marco Herrera

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