El 8 de octubre de 2011, José Bretón asesinó a sangre fría a sus hijos, Ruth y José. Por este crimen fue condenado a 40 años de cárcel, pero no ha sido hasta ahora cuando ha confesado que mató a los dos pequeños como venganza hacia su expareja.
Así se lo ha contado Bretón al escritor Luisgé Martín, que recoge su testimonio en el libro El odio. "Antes de poner los cuerpos en el fuego, comprobé que no respiraban, estaban ya muertos. No hubo miedo, ni dolor, ni ningún tipo de sufrimiento", ha confesado el parricida, que ha detallado a Martín que disolvió las pastillas con las que durmió a sus hijos en agua con azúcar tras machacarlas.
Aprovechando que Ruth y José estaban pasando unos días con él, se los llevó a la finca familiar de Las Quemadillas, en Córdoba, donde tenía todo preparado para matar y quemar los cuerpos de los pequeños.
"Fui a despertarlos, pero cuando llegué a la cama, mi hijo José ya estaba despierto. Me echó los brazos para que lo cogiera. Al hacerlo, pensé: 'Vaya tela que sea hoy el último que te vea". Tras esto, Bretón ha señalado a Martín que no recuerda "nada más. No hubo despedidas ni sentimentalismos. Yo solo pensaba en que todo acabara". Entonces, administró a sus hijos los somníferos y los asesinó.
La crueldad de este asesino no tiene límites. Tras matar a sus hijos, llamó a Emergencias afirmando que Ruth y José se habían perdido. Era su intento de tapar el doble crimen, ya que "no quería ir a la cárcel". Y estaba convencido de que iba a ser capaz de engañar a la Policía: "Por supuesto que lo pensé. Si no había cuerpos, no podían acusarme de nada. Estuve a punto de conseguirlo, pero me faltó un poco más de suerte".