"Me encanta el mar, siempre he querido vivir al lado", dice Eva Tomé, una madrileña que hace unos meses que está cumpliendo ese sueño. Del frío del norte del país al viento, la luz y el calor del sur del sur. Por ser amante de los deportes acuáticos, tener conocidos en la zona y conocerla de escapadas anteriores, se decidió por Tarifa. "Me di cuenta de que no podía vivir en el norte. Estaba con la alegría por los suelos", cuenta. En la localidad gaditana, "veía el mar desde mi ventana". Y así también huye del bullicio de Madrid, de donde es originaria.
En la vivienda de Eva, una pequeña mesa con su ordenador y apuntes hace las veces de despacho. Está junto a una cocina, con las habitaciones al fondo, y varios perros haciéndole compañía. "Aquí estoy súper a gusto", confirma esta madrileña, que durante más de dos décadas trabajó como editora gráfica en el periódico El País. "Ya sabía lo que era la vida aquí. Tiene sus pros y contras, porque no deja de ser un pueblo, pero vaya pueblo. Cuando sopla el Levante te acuerdas del pueblo... pero es lo bonito que tiene, es abrupto", relata.
En Tarifa buscaba "luz" y "tener naturaleza" a mano, nada más salir de casa. Además de hacer la compra en comercios de barrio. "O ir andando a la playa, que me parece un lujo", apunta. La localidad gaditana reúne todos esos requisitos. La tendencia, iniciada durante el confinamiento, ya se hace notar en municipios como éste, donde se han trasladado personas de otros puntos del país, huyendo de las aglomeraciones y buscando espacios amplios. Y tranquilidad. Siendo autónoma y teletrabajando, Eva puede permitirse elegir dónde vivir. Y eso ha hecho.
"Cuando salí de El País dejé una estabilidad y crees que no sabes hacer otra cosa", recuerda Eva Tomé, que se reinventó como gestora de redes sociales. "Empecé a hacer fotos para una cuenta de Instagram y en menos de seis meses tenía 100.000 seguidores. No me preguntes cómo lo hice. Fue otra manera de comunicar", dice. Desde entonces no ha parado. A Madrid va una vez al mes a ver a un cliente, aprovecha para visitar a la familia, y se vuelve a Tarifa. "Estoy trabajando y aprendiendo constantemente", dice Tomé, una autónoma —"que no emprendedora", no le gusta el término— que ahora tiene un trabajo "menos estresante" —"lo bueno que veo es que desconecto"—, aunque confiesa que echa de menos el contacto de una redacción.
"Aquí se vive muy bien, hay un gran patrimonio natural y el clima es magnífico", dice el alcalde de Tarifa, Francisco Ruiz Giráldez, en declaraciones a lavozdelsur.es. "Los aumentos de población no son significativos de momento", cuenta el regidor tarifeño, quien asegura que tras el confinamiento notaron la llegada de "muchas personas que vinieron a sus segundas residencias para establecerse y quedarse de forma más permanente, para pasar todo el año". "Todavía no se refleja en el censo", explica. "Lo notamos en los colegios, con las matriculaciones", dice Ruiz Giráldez, quien confirma que "se están integrando muy bien". Entre 2019 y 2020, Tarifa ha aumentado su censo en una veintena de personas, aunque el aumento de población es mayor, y aún no se refleja en el padrón.
"Tenemos una dificultad añadida", agrega Ruiz Giráldez, "y es que el hecho de ser una marca turística reconocida internacionalmente hace que el alquiler sea caro. No estamos a los niveles de Barcelona o Ibiza, pero tenemos que resolver esa dificultad para tener una población en crecimiento y estable". El Ayuntamiento ya trabaja en el desarrollo de medio centenar de viviendas de protección oficial, que quiere que estén terminadas en unos dos o tres años. "En el nuevo desarrollo del municipio van incluidas 500 viviendas de protección oficial, pero el planeamiento está pendiente de aprobarse", explica el regidor.
Carlos Casaseca, como Eva, es madrileño y también eligió Tarifa para iniciar una nueva vida. "Estoy feliz. Todo fue rodado. La magia de Tarifa es incuestionable. Llegué anímicamente fastidiado, pero el sitio, la energía, los amigos que he hecho, la playa... No existe mejor sitio donde vivir que Tarifa. Con todas las limitaciones que tiene, pero forma parte de su encanto", reseña. "Había estado de vacaciones y el viento nunca fue un problema. No me he planteado volver a Madrid", añade Carlos, un empresario que cerró el estudio de pilates que regentaba en la capital madrileña cuando se decretó el estado de alarma.
"Cuando volvimos a abrir el estudio, en verano, cuando siempre baja la afluencia de clientes, tomé la decision de dar un volantazo y escribí a un estudio de pilates de Tarifa", relata Casaseca. Fue su primer trabajo en la localidad, que duró unos meses. "Las cosas no salieron como pensábamos", dice. El estudio no terminaba de arrancar, aunque nunca se planteó regresar a Madrid. "Nunca. No me mueven de aquí. Tiene que haber un tsunami en mi vida para que salga de Tarifa", señala Carlos.
Ahora, trabaja como delegado comercial de un laboratorio farmacéutico. "Todo me ha salido a raíz de estar en Tarifa. Tomé la decisión de darle un giro a mi vida después de 51 años, cuando mi hija ya era mayor y acabé una relación. Mi ilusión era vivir en la costa. Era el momento". De residir en Lavapiés, en el centro de Madrid, a Tarifa, con poco más de 18.000 habitantes. "No echo nada de menos. No tengo ninguna añoranza", agrega. "Estuve confinado en una corrala de Lavapiés. Ahí se hacía vida. Era como estar en una pequeña urbanización. Madrid es maravilloso pero no es lo mismo pasear por Tarifa que por Madrid".
"Aquí me levanto y saco los perros por la playa. Cada día es diferente la playa. El viento es diferente. Las puestas de sol son distintas...", dice Casaseca, quien añade que "la edad influye mucho", y también "venir con la mitad de la vida bien vivida". En su caso, buscaba "naturaleza" y no le incomoda el viento. "No me genera nada en contra". Eva y Carlos, dos de los nuevos habitantes de Tarifa, y de tantas localidades gaditanas, que se están revalorizando con la pandemia.
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