El Mercado de Triana, con más de 200 años de historia, se encuentra ubicado sobre las ruinas del antiguo Castillo de San Jorge. Su construcción data de 1823, cuando el arrabal de Triana se caracterizaba por su independencia debido, en gran parte, al aislamiento provocado por el río. Una condición que le llevó a tener cementerio, parroquia y mercado propios, con el fin de satisfacer cuestiones tan cotidianas como la alimentación y, en aquellos tiempos, la oración, así como cubrir la condición mortal de sus habitantes. No obstante, antes de su construcción se sospecha que agricultores y vendedores ambulantes ya comercializaban en esta zona, por resultar un enclave estratégico para los barcos que llegaban por el Guadalquivir, el acceso desde la Ruta de la Plata y los cultivos del Aljarafe.
En 1.800, la parcela donde se encontraba el castillo en estado ruinoso pertenecía a la Compañía de Jesús, pero cuando la orden se extinguió, pasó al Ayuntamiento de Sevilla, que decidió construir un mercado. De su construcción se encargó el arquitecto Tomás de Escacena y Anaya, culminada en 1823. Este mercado estuvo en pie hasta1987, cuando se planteó su derribo debido al deterioro de los años.
La construcción que hoy conocemos se inauguró en 2001, después de un traslado provisional a Pagés del Corro durante su proceso de remodelación entre 1992 hasta principios de los 2000 Con planta rectangular, consta de tres accesos principales: la del puente de Triana, entre las calles Callao y Castilla y desde San Jorge. Dentro se encuentra una plaza con una retícula de ángulo recto con cinco calles paralelas y perpendiculares. Una gran diversidad de oferta en carnes, pescados, frutas, hortalizas, especias, encurtido, panadería y espacios de gastronomía y restauración se reparten entre los 80 puestos habilitados en el espacio, que ensalzan la tradición alfarera del barrio con titulados en cerámica azul y blanco.
Un mediodía en el mercado de Triana es sinónimo de color y alegría, y alguna que otra tonadilla. Los puestos de fruta aportan tal colorido que dejarían fuera de juego a una persona sinestésica. Entre sus calles hay mucho charloteo, bolsas de mandaos y botellines, mujeres con carritos con las listas como prolongaciones de sus propias manos y guiris enmochilados que nada tienen que envidiarle a una gamba de garrucha. El gentío es diverso, para algunos quizás de más, porque han visto cómo el mercado se ha convertido en núcleo duro del turismo nacional e internacional. Bien para las carteras de algunos, pero para otros "una fotito y a tirar".
El IPC (Índice de Precios de Consumo) volvió a subir este mes un 0,8% más en relación a mayo, con un incremento de su tasa interanual hasta el 8,7%, la mayor subida del costa de la vida en 26 años, debido, sobre todo, al encarecimiento de los carburantes y de los alimentos. En el mercado lo notan por goteo, ya que "la vida está más cara desde hace mucho y eso lo notamos en la manera de comprar, antes se compraba por kilos y a hora por unidad", advierte Luis Mora desde su frutería.
Miguel Ángel Montero lleva unos 13 años con su puesto de especias y legumbres en el mercado. Dice que las especias "han subido muy poquito, nada que ver con la carne o el pescado, lo que sí ha subido un pelín más son los frutos secos que vienen fritos, aunque los naturales se mantienen". En su puesto lo que más funciona son el pimentón y el azafrán. "Sobre todo se lo lleva el turismo, aunque con la pandemia decayó un poco, porque antes era un regadero impresionante". A pesar de la oleada extranjera, reconoce el mantenimiento de la clientela de barrio, aunque prevalezca el que viene del guiri, sobre todo desde marzo hasta finales de junio
La pescadería F.J Hermosín lleva desde 2015 trayendo cada día pescado y marisco fresco desde Huelva. "Comenzó mi suegro, mi marido y mi cuñada, ahora que mi suegro está para jubilarse, quedamos la nueva generación", inicia Rocío, que segura que "el producto no está más caro, lo notamos en la gasolina". Para ella "el turismo es positivo para el mercado, pero para nosotros tampoco lo es tanto, porque aquí no me compran, sino que van directamente a los bares, aunque estos me compren a mí el género", expresa. Lo que verdaderamente les molesta a estas pescaderas es la aglomeración de los turistas señalando y echando fotos. "Ahora en verano nos gastan el marisco los bares ", remarca. Respecto al público, asegura seguir teniendo la misma clientela, "lo que han cambiado son las cantidades, antes se llevaban un kilo de gambas y ahora se llevan un cuarto y mitad", apunta.
Uno de los espacios más amplios y enfocados al turismo es Cooking School, una escuela de cocina nacida en Sevilla que imparte, desde hace ocho años, clases en inglés y en español. En su interior un grupo de personas con una tonalidad de pelo más característica del norte de Europa que de la Baja Andalucía se encuentran sentados alrededor de una mesa llena de comida. Una de las trabajadoras atiende a lavozdelsur.es y explica que las clases para extranjeros "se basan sobre todo en la paella". En Cooking School cocina todo el mundo, para luego disfrutar de lo elaborado. "En español damos como mucho tres clases a la semana, ya que nuestro público sobre todo viene de fuera", aclara.
Ana lleva 22 años en su panadería del Mercado de Triana. "Desde que me casé", aclara. El puesto de esta panadera es, sin lugar a dudas, el más pecaminoso de todos. Sobre la subida de los precios reconoce que no lo ha notado demasiado. "El pan es un producto de primera necesidad, lo máximo que ha podido subir son cinco céntimos, mi clientela sigue viniendo", comenta. El turismo para su negocio es beneficioso, ya que "tienen costumbre de desayunar un cafelito con un pan con chocolate, entonces eso nunca falta". Ana resalta la descarga de productos frescos diario frente a la competencia desleal de muchos supermercados. "Aquí el tomate sabe a tomate y la sandía sabe a sandía", opina en este sentido. De pronto suena el teléfono, es una señora mayor de San Juan que la llama cada semana para saber qué tiene para hacerle un encargo a domicilio. "Este trato con el cliente no se tiene en un supermercado, yo cada semana hablo con mis clientelas y echamos un rato charlando, no tiene comparación", concluye orgullosa.
"Yo les reservo las más gordas, no se preocupe, señora", comenta Pepe Mora al teléfono, el encargado de una de las fruterías más hermosas del mercado. "El tema de la subida de precios se tomó hace un mes, porque ahora las sandías, los melones y los tomates, por ejemplo, han bajado", aclara. "Las judías, las berenjenas, los calabacines... todo ha bajado. Los pimientos rojos que estaban a 4 euros se han puesto a 2,20", insiste. Mora asegura que hay "mucho turismo de fuera, pero también mucho nacional, que aunque se lleven 10, 15, 20 o 30 bandejas de fruta a 2 euros, que son 80 euros, no me supone nada". Frutas y Verduras Mora se sostiene con la compra del día a día y las entregas a domicilio. Un negocio familiar que se remonta a 1.933. "Comenzó con mi abuelo, siguió con mi padre, y ahora estamos mi hijo y yo", revela. La deriva del mercado ha cambiado mucho según Pepe, que apunta como dato más reseñable que "antes se compraba por kilo y ahora por unidad". Sin dejar atrás que "ahora hay muchísima más variedad, pero se vende menos".
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