Leyendo los escritos de Mercedes Formica (Cádiz, 1913 – Málaga, 2002), su voz en defensa de la igualdad emerge del silencio y se entrelaza con la de Carmen de Burgos, la de Clara Campoamor, y la de tantas otras mujeres que, conociendo las restricciones que la sociedad les imponía por razón de sexo, decidieron resistirse a la inacción y expresar abiertamente sus reclamaciones.
Con este espíritu, la editorial Renacimiento (Espuela de Plata) ha reeditado, en un solo volumen, tres obras en las que se aprecia la valentía de Formica por reflejar, en un contexto de asfixiante censura, la dramática situación de la mujer en el Derecho privado (igualmente se ocupó de cuestiones relacionadas con el Derecho público, pero prestó más atención a aquel porque, según sus palabras, “salvaba vidas”): la novela corta Bodoque, publicada entre 1944-1945 en la revista Escorial (de los pocos testimonios narrativos que incluía esta destacada publicación de los primeros años de la posguerra); el cuento La mano de la niña, que data de 1951, divulgado en la revista Clavileño (otra importante publicación de la época), y la novela A instancia de parte, que salió en 1955 en la editorial Cid, tras haber resultado ganadora del certamen del mismo nombre organizado por la Cadena SER.
En estas páginas se visualizan casos reales de mujeres que vivieron experiencias angustiosas al ser víctimas de la ley y de una sociedad sumergida en el discurso patriarcal dominante que las tildaba de malas, locas, deshonrosas, y que, con ello, se abría la veda del escarnio público. También se recogen episodios de dolor y de incomprensión padecidos por los niños frente a un marco jurídico que, al producirse una ruptura matrimonial, protegía al varón, aun cuando fuese “culpable”, y ponía obstáculos para que los hermanos se reunieran o para que la madre pudiera estar con todos sus hijos. De modo que, entre ellos, se generaban lagunas insalvables.
En A instancia de parte, en concreto, se deja al descubierto la desigualdad que existía en el tratamiento del adultero, penado en la mujer en cualquier circunstancia, aunque no lo hubiese cometido y solo pesara sobre ella la sospecha (eran conocidas las trampas que podían prepararse para dejar en “evidencia” la presunta infidelidad), y en el hombre, exclusivamente, cuando su acción supusiera un escándalo público (difícil era que se diese el caso). Además de causa de separación, el adulterio era delito y se penaba con prisión menor, una condena que cumpliría la mujer, que siempre se llevaba la peor parte, donde el marido determinase o en un convento de Arrepentidas. Una situación que condujo a Formica a escribir frases en la novela como "la ley es una trampa dispuesta para que caigamos en ella las mujeres" o "los jueces se dejan llevar por las apariencias", que revelan el espíritu combativo con el que fue confeccionada.
Las obras en cuestión poseen un gran interés histórico, ya que formaron parte de la campaña que Mercedes Formica emprendió a favor de los derechos de los más vulnerables (en aquellos momentos, las mujeres y los niños) en la década de los cincuenta del pasado siglo. Esta revolucionaria campaña, que se inició con la publicación en ABC, el 7 de noviembre de 1953, después de tres meses retenido por la censura, del artículo El domicilio conyugal, en el que denunciaba la vida de las mujeres casadas víctimas de violencia, ocasionó un estado de opinión inaudito para una dictadura, que tuvo resonancias internacionales y que culminó con la reforma de 66 artículos del Código Civil el 24 de abril de 1958, conocida, en su honor, como “la Reformica”, pues así quiso que fuese el abogado Antonio Garrigues, por pura admiración.
Se trató de la primera reforma efectuada en este cuerpo legal, de forma tan extensa, para incluir derechos a las mujeres desde su promulgación en 1889, y que, igualmente, afectó a otros cuerpos legales como el Código de Comercio, Ley Procesal y Código Penal. Sin duda, significó un gran avance en materia de igualdad y sirvió para que la población femenina fuese consciente del lamentable estado en el que se encontraba en las leyes, muy a pesar de los órganos de poder.
Se suprimió, entre otras cosas, el depósito de la mujer casada en trance de separación, vigente desde siempre en las leyes españolas, y la casa, que era considerada “del marido”, pasó a ser el “domicilio de la familia”, por lo que los jueces podían determinar cuál de los dos cónyuges podía quedarse en ella tras una ruptura, atendiendo a las necesidades de los hijos. Antes de 1958, la mujer, en todo caso, era obligada a abandonar el domicilio para ser “depositada” en casa ajena, bajo la vigilancia de un “depositario” concertado por el marido, aunque este fuese un maltratador, y alejada de parte de los hijos, hasta finalizar el proceso que, con apelaciones, podía durar entre siete y nueve años. Con esta reforma, comenzaron a abrirse las puertas y se allanó el terreno para llevar a cabo posteriores cambios legales, como los efectuados en 1975, cuando se eliminó la “licencia marital”, que también apoyó Formica, aunque el mérito se le debe a María Telo, otra abogada de la igualdad. Todo suma en un mismo camino.
El volumen A instancia de parte y dos obras más se publicó en abril de 2018. Y en el mes de noviembre del mismo año salió una segunda edición ampliada con textos de sumo interés, como la recensión que Formica hizo del ensayo de Simone de Beauvoir El Segundo Sexo en 1950, al poco de publicarse en Francia, cuando en España era de difícil circulación, y donde ponía en entredicho las tesis mantenidas por la Sección Femenina, las cuales consideraban a la mujer un ser inferior, únicamente válido para funciones domésticas y para las derivadas de la maternidad; o “El domicilio conyugal” y otros textos relacionados con las desavenencias matrimoniales, que se complementan con las narraciones.
Cabe señalar que el interés por rescatar la vida y la obra de Mercedes Formica, y situarla en un lugar digno del panorama cultural y literario del siglo XX, viene de lejos y motivado por acabar con el injusto olvido que su figura soporta. Por ejemplo, quien esto firma se ocupó de la labor documental de la exposición “Un grito en el silencio”, que, con motivo del centenario del nacimiento de Formica en el año 2013, en colaboración con la Fundación Municipal de la Mujer, pudo contemplarse en la Sala Cigarreras del Centro Integral de la Mujer de la ciudad gaditana, y que culminó con la develación de un busto de la autora a las puertas de dicha institución.
No obstante, en octubre de 2015, al poco de producirse el cambio de gobierno municipal, fue retirado por considerarla “fiel a la obra de Franco y al modelo de mujer del régimen”, como se argumentó; todo porque, en su juventud, militó en la Falange de José Antonio Primo de Rivera desde la rama femenina del Sindicato Español Universitario (SEU), hasta el fusilamiento de este (y nunca más).
Deliberadamente, se omitió su evolución ideológica, lo cual resulta una grave injusticia, no ya por faltar a la verdad, sino porque en ella ha pesado y pesa el hecho de ser mujer, puesto que no se hace lo mismo con otros autores como Ridruejo, Laín Entralgo o Torrente Ballester, sobre quienes han prevalecido su valía artística e intelectual por encima de las cuestiones ideológicas. Si bien, en mayo de 2018, el Consistorio madrileño, dirigido por Manuela Carmena, de similar signo político que el gaditano, inauguraba una calle en el distrito de Salamanca en reconocimiento a su lucha por los derechos de las mujeres, después de aprobarlo el Comisionado de la Memoria Histórica. Por su parte, en 2015, el autor de este artículo igualmente se ocupó de la edición y prólogo de la novela sobre la Guerra Civil Monte de Sancha, también para Renacimiento (Espuela de Plata), y que fue publicada originariamente en 1950 en la editorial Luis de Caralt.
Es tiempo de volver a leer a esta intrépida jurista por medio de su narrativa y quedarnos con lo que nos debe unir a todos, con la lucha de una mujer que evolucionó ideológicamente con el tiempo y que, sola y amenazada por el poder, lanzó una voz por la igualdad en medio de un atronador silencio.