"Mi hija está muerta, ya lo han logrado. Que todos miren su tumba y nos concienciemos de que la violencia escolar mata"

Hace dos semanas, Daniela se lanzó al vacío desde un sexto piso al no poder superar el 'bullying' que llevaba sufriendo desde hace casi dos años. Su madre, con una gran entereza pese a estar todavía en pleno duelo, cuenta la historia de acoso de su hija y se ofrece para ayudar a las víctimas de esta lacra social

La tumba donde reposan desde hace dos semanas los restos mortales de Daniela.

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Una tumba con flores. No, esto no es una campaña de la DGT, de esas que tratan de atornillar la conciencia mostrando accidentes de tráfico. Esta es una historia que jamás debería haberse escrito, pero la maldad humana no tiene límites. Daniela, 16 años, no tenía edad para estar enterrada. Un viernes de hace dos semanas se lanzó al vacío desde la ventana de un sexto piso. Desde hace casi dos años había perdido el brillo de su sonrisa y su mirada estaba ausente. Su primer noviazgo con un compañero de clase fue el principio del fin. Tres semanas infernales. Él le mandaba vídeos quemando cosas y le pasaba navajas por el antebrazo. Ella rompió la relación y llegó el acoso, ese círculo espiral de la violencia definido perfectamente por la psicóloga norteamericana Lenore E. Walker en su obra The Battered Woman: fase de tensión, acto violento, arrepentimiento y luna de miel. Un patrón que se repite entre los maltratadores y que sufren una y otra vez las víctimas de la violencia de género, como Daniela, como su madre, que un buen día tuvo que salir de casa con lo puesto junto a sus dos hijas para empezar una nueva vida de cero. 

Una mañana, Daniela se encontró con fuerzas de contar lo que estaba viviendo. Se lo confesó a su madre y también lo verbalizó en la orientación del instituto en el que cursaba Secundaria. A partir de aquí, todo cambió. El chico con el que había estado, empezó a intoxicar a toda la clase en su contra, contando cosas que no correspondían a la realidad. La joven quedó completamente aislada, comenzó a sufrir ataques de pánico y fue colocada en la diana. En un grupo de chat de su clase, varios compañeros le deseaban la muerte. Una violencia escolar multiplicada al sumarse al cóctel explosivo de las nuevas tecnologías. Detrás del móvil, disparaban insultos como puñales, creando una herida que no se pudo cerrar. Daniela tenía su teléfono protegido con huella dactilar. Justo antes de tirarse por la ventana, quitó este bloqueo y puso una contraseña. La crueldad de los mensajes que recibía es inenarrable. "Mi hija ya está muerta. Ya lo han logrado", relata S.M.F., su madre, a lavozdelsur.es

El día del funeral de Daniela, su madre subió al altar a la conclusión de la misa. "No me enteré de casi nada, solo del podéis ir en paz. Me levanté como un resorte y le dije al cura si podía hablar. Allí estaba el equipo directivo del antiguo instituto de mi hija en pleno y una chiquillería que no ayudó a mi hija. Fui lo más políticamente correcta que pude y dije que era lo más difícil que iba a hacer en mi vida. Les dije que 'aquí hay maestros y padres que tienen hijos. La siguiente vez que veáis a un alumno solo, a un alumno aislado, le dais la mano. No lo hagáis por mí, hacerlo por la persona a la que habéis venido a llorar'". 

Un protocolo incorrecto

¿Se podría haber evitado la muerte de Daniela? La respuesta es dura y complicada. En los casos de violencia escolar, son muchas las situaciones que se repiten. Madres y padres que se dirigen a los centros escolares denunciando el bullying, pidiendo ayuda, encontrándose con muros. Equipos directivos que miran para otro lado, administraciones que no hacen nada y familias sin rumbo que no pueden salir del laberinto del sistema. En numerosos casos se produce un cambio de centro, pensando que puede ser una solución, pero el mal no se esfuma. La vileza de los acosadores se perpetúa, aunque se ponga tierra de por medio. "Cambié a mi hija de instituto en tiempo y forma. No me quedó organismo ni gente a la que pedir ayuda. Si eres víctima de violencia escolar, da igual al centro al que te vayas si no te ofrecen herramientas para enfrentarte a esta situación. Como si nos hubiéramos ido a Escocia, el resultado hubiera sido el mismo. Cambiar de centro es volver otra vez a repetir la historia. Mi hija, en el nuevo instituto, cada vez que alguien hablaba o la miraba, pensaba que estaban hablando de ella". 

"Los centros no abren los protocolos contra la violencia escolar porque no quieren a nadie vigilante"

A las víctimas de violencia escolar no se les facilita tampoco el apoyo suficiente desde salud mental. "No hay medios para que desde el minuto uno se les pueda decir que no son víctimas, que no han hecho nada, que nadie les puede recriminar nada. Da igual al instituto que la hubiera cambiado, el resultado hubiera sido el mismo", afirma S.M.F. La madre de Daniela habló con el inspector de zona, con la jefa de servicio, con la comisión evaluadora. No le quedó puerta a la que llamar. El protocolo de su hija se abrió tarde y mal, ya que no se ejecutó inicialmente como violencia de género. "Entiendo que ningún centro educativo quiera tener a un inspector mirando lo que se está haciendo, pero si estadísticamente hay en cada aula una víctima de acoso, huye del centro que no tenga protocolos abiertos. Yo, como madre, prefiero un centro educativo que tenga 20 protocolos abiertos porque me da la tranquilidad de que, a la mínima que pase, se va a actuar. Pero los centros no los abren porque no quieren a nadie vigilante. Para ellos es mala fama al tener que estar con un inspector mirándolos con lupa". 

Un organismo externo contra una lacra mortal

La violencia escolar se ha convertido en una de las lacras más peligrosas y mortales de esta sociedad. ¿Cómo se puede luchar contra el acoso escolar? La progenitora de Daniela se ha reunido esta semana con el presidente de su comunidad autónoma y le ha dejado "trabajo para toda la legislatura". S.M.F., a pesar de estar todavía viviendo el duelo de la marcha de su hija, tiene una fortaleza tremenda y las ideas muy claras para que "no haya más Danielas". Al mandatario de la región –omitimos la misma por expreso deseo de la madre– le ha pedido formar parte de cualquier mesa de trabajo que haya en Educación para el bullying o salud mental. "Me ofrezco para llamar a los centros educativos y preguntar cuáles tienen protocolos. Se acabó minimizar y decir que son cosas de crío, que esto es una broma, que es algo que pasa más o menos de manera habitual. En ocasiones llegan incluso a culpabilizarte a ti de lo que está pasándole a tu hija", destaca.

"Se acabó minimizar y decir que son cosas de crío, que esto es una broma, que es algo más o menos habitual"

S.M.F., confiesa que ahora mismo no tiene fuerzas para nada, pero "las encontraré y seguiré peleando. Yo puedo recoger quejas de las familias, presentarme en los centros, ayudar a que se investigue de verdad qué es lo que hay, si el centro está omitiendo socorro y presentar yo de oficio la denuncia". Esta madre tiene muy claro que el grave problema de la violencia escolar no es una cuestión "ni de derechas ni de izquierdas, ni de fachas ni de perroflautas. Es un problema de sociedad. O estamos todos unidos en esto, o tenemos un problema. Una cría de 14 años que acosa, hasta el nivel de que una compañera de 16 años se suicide, es un peligro para la sociedad. Cuando empiece a trabajar, también va a hacer daño a sus compañeros. Y cuando cree una familia, va a hacer lo mismo. Esta gente tiene que estar fuera de la sociedad", manifiesta S.M.F., que exige que, al igual que hay un registro público de agresores sexuales, haya también una lista pública de las personas que ejercen acoso escolar. "Deberían ser los señalados y los primeros en tener que cambiarse de centro y que les cambie la vida. ¿Sabes cuál era el dolor de mi hija al terminar el curso pasado? Ella iba al instituto una vez cada 20 días. La última vez que ella fue, estaban dando las notas a los compañeros del nuevo instituto. Vio a algunos compañeros llorar porque habían suspendido una asignatura y ella había suspendido todo el curso porque no había podido ir". 

Un convenio gracias a Daniela

Gracias a Daniela, ya se había conseguido algo muy importante en esta comunidad al firmarse un convenio para que psicólogos puedan atender de manera inmediata a jóvenes que estén sufriendo bullying. El lunes posterior a su muerte, Daniela tenía cita. "Tuve una reunión con un partido político y pedí una cosa muy clara. Si a mi tío le operaron de cataratas por una clínica privada porque la pública está saturada, ¿por qué no se firma acuerdos con los psicólogos privados si no se tiene en la sanidad pública? Tres semanas después de esta reunión, se firmó un acuerdo para que las víctimas de acoso escolar recibieran asistencia. ¿Qué problema hay? El colegio tiene que ser el que informa al propio psicólogo", cuenta la madre de la menor.

Un convenio que debería ser obligatorio en todo el país, al igual que debería haber, como demanda S.M.F., una oficina externa que "reciba las quejas y las peticiones de los padres y madres cuyos hijos están siendo víctimas de acoso escolar y a los que el sistema educativo no les hace caso. Hay un corporativismo de la virgen. Tiene que haber un organismo externo que recoja todas esas peticiones y que dé voz a todas esas víctimas. Es algo primordial, al igual que no tener que pasar por los trámites de una petición de interconsulta en salud mental. A mi hija, con cuatro o cinco ingresos en psiquiatría, con varios intentos autolíticos, le veían 20 minutos, una vez cada cinco semanas, en salud mental infantojuvenil".

"¿Dependo de ser rica para salvar a mi hija de un suicidio?"

En muchos casos, sin atención previa en salud mental, cuando una víctima de violencia escolar lo está pasando mal, es derivada a una unidad de psiquiatría. "En la parte infantojuvenil solo hay ocho camas para toda la comunidad. Si no puedes entrar en esta ala, te meten en una habitación, en cualquier otra planta, sin terapia y sin absolutamente nada. Te vigilan por circuito cerrado de videocámara o somos los padres los que nos quedamos al cuidado. En cada informe de alta de mi hija tengo puesto 'contención por parte de la familia'. Me están derivando a mí la responsabilidad que tienen ellos. Lo siguiente que haré será pedir que me den el título de psicóloga o psiquiatra". 

El ingreso más largo de Daniela fue de 13 días. "Entiendo que es políticamente incorrecto hablar de manicomios, pero se les puede cambiar el nombre. Hay gente que necesita un ingreso mucho más largo y que no tiene donde ir. Si lo quieres hacer por privado, son seis mil euros al mes. ¿Qué familia puede pagar eso? ¿Dependo de ser rica para salvar a mi hija de un suicidio?".

En busca de los porqués

Un suicidio no es una muerte explicable y menos a la temprana edad de 16 años. S.M.F., todavía no tiene los resultados de la autopsia de la muerte de su hija. "Tampoco me hacen falta. Yo lo sé, cayó desde un sexto. Traumatismo craneoencefálico y demás, pero eso no me responde los porqués que se quedan. Cuando alguien se te muere en accidente de coche, hay una explicación: se durmió al volante, sobrepasó el límite de velocidad, invadió el sentido contrario o iba bajo los síntomas del alcohol. Si se te muere alguien de un cáncer o un infarto, sabes lo que es. Pero estas muertes solo nos dejan el porqué. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no vi las señales? ¿Por qué no estuve para ayudarla? Busco los porqués. Mi porqué tiene nombres que no puedo decir por la protección de datos. Mi porqué es un chat donde hay un primer agresor al que se llevó a una conciliación y donde asumió todo, pero también hay más gente que le apoyó y que le deseaba la muerte a Daniela". 

"No soy una Superwoman, soy una madre en duelo siguiendo con la lucha por mi otra hija"

En el antiguo instituto de Daniela, el centro llamó a los padres de los acosadores de Daniela. Ninguno de ellos se puso en contacto con la familia, pidió perdón o dijo que iba a hablar con sus hijos. "Que todos los padres y madres de esos hijos responsables de casos de violencia escolar miren la tumba de mi hija y se paren a pensar un poco hasta donde se llega si no se para esto. No hay nada más duro que la tumba de una hija. Todas las políticas de la DGT parece que son más efectivas cuanto más duras son. Que miren la tumba de mi hija y se tome conciencia de que la violencia escolar mata".

Esta madre también tiene un mensaje para las familias víctimas de bullying. "Si de repente, una madre o un padre ve que su hijo deja de comer, que se mete mucho más tiempo en la habitación, que no quiere participar en cosas, que activen señales de alarma porque algo está pasando. Que hablen con él, que le pregunten. Daniela vino directamente a mí. No me quedó hacer nada más por ella. Ahora, me preocupan las personas que estén pasando por lo mismo. Mientras que pueda, voy a echar una mano. Y quien lo necesite, pido por favor que contacte conmigo. Le había prometido a mi hija que saldríamos juntas de esto y no lo pude cumplir. Mientras que pueda echar una mano, lo voy a hacer porque ella lo querría así. El problema es cuando nadie me pida ayuda. En estos momentos, me mantiene en pie la lucha por ella y por los que están como ella. Yo no soy una Superwoman, soy una madre en duelo siguiendo con la lucha por mi otra hija", expresa. 

Una mariposa con las alas de un ángel 

El miércoles, S.M.F., le escribió una carta a la reina Letizia. El 7 de febrero de 2007, Erika Ortiz Rocasolano, hermana de la consorte, se quitó la vida por voluntad propia. "Ella es incapaz de verbalizar lo que le pasó a su hermana. Hay que hablar de ello. Le he dicho que tiene un poder que yo no tengo, al ser presidenta de muchas asociaciones. Puede dar visibilidad y contar lo que está ocurriendo. También le mandé una de las pulseras que Daniela hacía de forma compulsiva para donar a asociaciones. Ya lo siguiente es el Papa. Esto tiene que acabar. No podemos acabar con una generación entera por un problema que nadie quiere afrontar", indica la progenitora de Daniela. 

"Desde que la enterré, no he podido subir al cementerio. Un mensaje me tiene destrozada"

Han pasado tan solo dos semanas de la partida de Daniela. Su madre casi tenía asumido un final así. "Sabía que no iba a acabar bien. Lo que no tenía asumido era la forma. Sabía que ella no podía más. Se autolesionaba, pero esta vez fue definitiva". En estos quince días que han transcurrido desde la muerte de la joven hay una cosa que se le hace imposible a su madre. "Desde que la enterré, no he podido subir al cementerio. Poco antes de morir, puso una pregunta en su estado del móvil. '¿Quién crees que se sentaría en tu tumba para hablarte durante horas?'. Ella contestó: 'Mi mamá'. Daniela tenía claro que iba a ser yo quien fuera a acompañarla. Este mensaje me tiene destrozada". 

Juntas habían prometido que cuando superaran los malos tiempos se tatuarían una mariposa. De esta forma, Daniela cubriría las marcas que tenía en el brazo por las autolesiones. Un tatuaje que ya solo podrá hacerse su madre, con una pequeña variación, una de las alas de la mariposa será la de un ángel. Daniela desplegó sus alas al no soportar más la crueldad de un mundo inhumano. Si por cada flor que tenía su tumba el día de su entierro hubiera contado con una mano amiga, esta triste historia no existiría y ella tendría toda una vida por delante para cumplir sus sueños. 

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