Una serie de círculos amarillos marca el terror fascista en el sur de Europa. Cada redondel vela una retahíla de asesinatos de civiles a manos golpistas. El mapa está volcado a la izquierda –a ojos del lector–, porque ahí acumula más crímenes sin resolver. Es el dibujo de la represión de Franco que registra el proyecto 'Cartografía de la desaparición forzada en Andalucía' en 800 fosas comunes, 45.000 asesinados y 70 planos generales, provinciales y temáticos.
Las cifras sitúan a la comunidad andaluza como uno de los territorios con más personas desaparecidas en el mundo. El pueblo español sufre la gran oleada de violencia extrema franquista en el verano de 1936. Es el denominado “terror caliente” que explota tras el fracaso del golpe de Estado. Y en ese contexto de muerte y persecución continuada a los ‘rojos’, Andalucía suma más muertos que las dictaduras de Argentina y Chile juntas.
Desaparición forzada de Andalucía (DFA) realiza un rastreo íntegro a esta pedagogía del terror en estado puro: desde un encuadre general de los crímenes contra la humanidad a los traslados de víctimas a Cuelgamuros o el castigo machista y ejemplificador contra las mujeres. La visión poliédrica genera un repositorio argumentado e innegable que funciona como “antídoto contra el olvido, las verdades contadas a medias y contra el uso manipulador de los eufemismos”, apuntan sus creadores.
Cuatro colectivos producen el proyecto multidisciplinar, con base científica: Casa de la Memoria la Sauceda, La Vorágine Cultura Crítica, Human Rights Everywhere (HREV) y Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar. Los trabajos están financiados por el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática del Gobierno de España.
Genocidio social franquista
La principal oleada de los crímenes que manchan el mapa sureño alcanza marzo del 37. Es el “terror caliente”. Pero la represión franquista tiene tres etapas que conforman el “genocidio social” que explica el historiador José Luis Gutiérrez Molina en uno de los textos que completa el mapeo.
El segundo periodo, la “justicia del terror”, discurre entre abril del 37 y el fin de la guerra. El último extiende la violencia al periodo de posguerra, cuenta el experto, que responde además a preguntas sobre cómo y por qué se ejerció el delito de desaparición forzada, qué buscaban los golpistas con la pedagogía del terror o cómo ésta varía dependiendo sus propias fases y de las diferentes provincias.
Con todo, la cartografía andaluza presenta un registro de 43.449 personas desaparecidas y 798 fosas comunes. El número de víctimas del franquismo está “dentro de un rango comprendido entre 43.077 y 46.600” entre 1936 y 1951. Aunque el repositorio está “en pleno proceso de actualización de datos”, que dejará nuevos mapas y aportaciones para Almería, Cádiz o Granada, señalan sus autores a lavozdelsur.es.
Mujeres asesinadas
Desaparecidas. Maltratadas. Mutiladas de la historia. Torturas, violaciones, secuestros, robo de bebés, rapados y aceite de ricino. Las mujeres sufren la violencia extrema fascista con una saña especial, como narra el proyecto en el texto titulado Mujeres y desaparición forzada: el terror “especial”, machista e invisible.
La represión de género sirve como venganza del fascismo español contra la emancipación femenina que promueve la democracia activada durante la Segunda República. La violencia patriarcal desprende una ejecución poliédrica: secuestro, violación, tortura, muerte y olvido. Y desaparición forzada.
Todo queda pintado en un mapa lleno de círculos morados. Es el terror como pedagogía social, como elemento político y de adoctrinamiento machista. Un marco de barbarie que dibuja una triple represión para ellas: por su implicación social y política, por su relación familiar con ‘rojos’, y por el simple hecho de ser mujer, incide la cartografía andaluza.
“Los mapas de mujeres insisten en el tema de que mapeamos personas y por eso se incluyen retratos”, remarca. Ahí, en el atlas de las mujeres asesinadas, emerge un símbolo: “La foto de María Silva Cruz, la Libertaria, representa lo que el fascismo quiso borrar y por eso la ‘devolvemos’ al mapa”, precisa el geoactivista Fidel Mingorance, miembro del proyecto DFA.
Arquitectura de la matanza
La investigación andaluza incluye 70 mapas en formato imagen, otros online que facilitan la navegación por los enterramientos ilegales y un libro titulado Cartografía de la Desaparición Forzada en Andalucía (1936-1951). Con un objetivo: señalar cómo la sociedad civil “ha luchado desde hace décadas porque no queden bajo un manto de niebla amnésica las técnicas de aniquilamiento y terror utilizadas por los sublevados”. Y una clave, “humanizar lo representado”, las víctimas, a través de mapeos plagados de iconos y fotografías.
Como “un mapa simbólico en el que aparecen todas y cada una de las víctimas representadas con un icono”. Casi 45.000 figuras que representan a tantos civiles asesinados por los golpistas. Ilustraciones “ubicadas aleatoriamente por la geografía andaluza” y que provocan “una imagen simbólica y política que nos recuerda que son víctimas de un crimen atroz y que todas cuentan”.
Desaparición forzada de Andalucía también incluye “un mapa de denuncia de lo poco que ha hecho el Estado en el tema de las exhumaciones”. El “pequeño viaje a la desaparición forzada a través de los mapas”, en palabras de Mingorance, representa al cabo un “homenaje a familiares, asociaciones memorialistas, antropólogas y arqueólogas forenses, historiadores y periodistas, porque todo lo que vemos en verde en el mapa es gracias a estos colectivos”.
El proyecto sobre la cartografía del terror usa además un “tratamiento cartográfico clásico” con imágenes “estáticas” para representar los datos del repositorio y otros “como el frente de guerra o los campos de concentración”. La visita a la arquitectura de la matanza de Franco tiene un doble enfoque que aporta “una idea general sobre las víctimas” y otro provincial, para saber “si en tu pueblo o ciudad hay desaparecidos”.