Se escribe Musicry pero se pronuncia con i latina. "La gente piensa que es un término en inglés, pero no lo es", aclara Cristina Romero Tizón, fundadora de este centro de estudios musicales, ubicado en la calle Campana del barrio de San Miguel de Jerez. El término, que sacó del filósofo Paul Weiss, habla del "arte de crear un tiempo emotivamente sostenido, silencioso y común".
Ni más ni menos. La escuela musical de Cristina cumple con estas premisas. La academia, surgida al calor del "vacío de la educación musical" que había en la ciudad, tomó forma a raíz de una estancia que la profesora hizo a Hungría, donde conoció en profundidad el método Kodály, que bebe del canto coral y las canciones folclóricas para enseñar música de una forma totalmente diferente. “Fue un investigador y compositor húngaro muy importante, en España no llegó a introducirse dentro de la disciplina musical de los colegios", explica. Tampoco se hizo lo propio con el pedagógo belga Edgar Willems, otro de los pilares sobre los que se sustenta la propuesta de Musicry.
"Más que una pedagogía es un método. Trata de hacer la educación musical integral en todas las facetas, desde que una madre está embarazada del bebé y los primeros estímulos hasta una cierta edad", cuenta. De hecho, a la academia asisten niños y adultos de todas las edades. "Para bebés, la estimulación musical puede comenzar con 9 meses. A los padres se le dan herramientas para que la música esté en sus vidas. No hace falta que sean buenos músicos y profesionales, sino que les proporcione una mayor capacidad de concentración, de autoconfianza, de desarrollo de la memoria y del lenguaje”, indica.
Esa es la principal baza de la escuela: que sus alumnos disfruten con la música y pese a cualquier tropiezo o dificultad no abandonen la enseñanza y la práctica musical o instrumental. A diferencia de lo que sucede en un conservatorio, donde la pedagogía no está tan bien definida, el proceso de enseñanza-aprendizaje en Musicry se basa en la colaboración mutua y la expresión. "A veces parece que superar el curso es una meta, y si no consigues pasar eres un fracasado. No, la música no es eso. Puedes seguir tocando el clarinete y ser un músico aficionado, aunque no pases los exámenes”, dice sobre la enseñanza reglada. Según la profesora, en el conservatorio se empieza muy pronto. “Deberían estar más enfocados hacia la expresividad. Ingresar con 14 o 15 años en vez de con 8 sería ideal”.
En esa línea, en este centro de estudios musicales también tienen exámenes y homologación, pero con el Trinity College London. El centro es uno de los autorizados por esta institución, líder en la formación de músicos y actores y reconocida internacionalmente por su capacidad de innovación y preparación. "Queríamos un título así. Se trata de otro enfoque, ya que la improvisación en el examen es posible. Por un lado, no te examina alguien del centro, por lo que se enriquece al profesorado. Por el otro, no solo te examinan de tu obra sino de algo más", explica.
30 años de enseñanza musical alternativa en Jerez
El proyecto de Cristina Romero se hizo realidad un 2 de noviembre de 1992, enfocándose principalmente en la educación musical infantil. Durante la primera década, el centro estuvo ubicado en la calle Chancillería, hasta que se hizo con este amplio edificio en el barrio de San Miguel. "Quería dar vida a un barrio con solera y estar en el centro. Hipotequé todo y compré la vivienda”, recuerda. El centro, reformado en 2002 y con un salón con aforo de 80 personas donde se hacen conciertos, cuenta en la planta superior con varias salas para las clases individuales.
La directora de Musicry estudió en el Conservatorio Superior de Sevilla clarinete, piano y violín, y decidió enfocarse a la educación en vez de a la interpretación. “Lo que más me gustan son los niños, no porque sean más agradecidos sino porque en ellos ves que la humanidad continúa”, ríe tímidamente. A edades más tempranas reconoce sentirse más "abierta" y "clara”, inundándose en las ganas de aprender y el afán por el conocimiento. “Tienes que involucrar mucho a las familias y en Jerez hay mucha gente que quiere eso: desean que la música esté en sus casas. Eso es lo más importante”, dice.
Las clases se dan en pequeños grupos de unos seis alumnos, mientras que también hay lecciones individuales de todo tipo de instrumentos. De hecho, en su plan de estudios, hay asignaturas de educación musical (método Willems), música para bebés, música de cámara, coro, canto, orquesta, combo, escena, danza española, ballet clásico y lecciones que trascienden la enseñanza clásica de la música: guitarra, bajo, batería, teclado y voz. Entre los instrumentos, también ofrecen el piano —de la mano de Juan José Sevilla, una joven promesa galardonada con varios premios internacionales—, el saxofón, el violín, la viola, el violonchelo, el oboe, la flauta o el clarinete.
En el centro trabajan doce profesores y estudian unos 200 alumnos, que participan en iniciativas grupales de música, teatro y danza que la misma escuela organiza con objeto de mostrar a sus estudiantes todas sus facetas. Así dan forma a sus dos agrupaciones, que llevan los nombres de dos de las principales referencias de la escuela: la Orquesta Edgar Willems y el Coro Zoltán Kodály. Por si fuera poco, Cristina ya está pensando en la celebración del próximo ciclo de música antigua, uno de los éxitos del centro que lleva sin celebrarse dos años por la pandemia de covid-19.
"Es una jornada participativa extensiva al público general, para que todo el mundo pueda hacer un repertorio con el instrumento que tenga en casa”, explica. La novena edición —la última se celebró en 2019 en los Claustros de Santo Domingo— está prevista para el próximo mes de mayo. “Lo estamos deseando”, dice la directora de Musicry, una escuela que cumple 30 años revolucionando los procesos de enseñanza-aprendizaje musical en Jerez. Que sean muchos más.