La impotencia que generan las laberínticas y absurdas gestiones administrativas, en este caso con el Servicio Andaluz de Salud, es un tipo de impotencia muy exacta, en el que se mezcla la rabia con las ganas de llorar; la impostada paciencia y amabilidad por si caes en gracia al otro lado del teléfono y alguien decide ayudarte mezclado con las ganas de gritar desesperadamente al interlocutor, aunque sepas que probablemente no tenga nada de culpa.
Mi caso es el siguiente: el 3 de febrero me diagnostican un segundo quiste por endometriosis y la ginecóloga me dice que si el tratamiento (unas pastillas anticonceptivas) me sienta mal, coja cita antes de la revisión anual, para la que me llaman, eso sí, con puntualidad cada año. Tras un mes y medio de tratamiento, los síntomas extraños se me acumulan y la sensación de malestar va en aumento, así que inicio un periplo en busca de cita.
Miro mi volante y aparece un número en la esquina superior derecha sobre la palabra en negrita 'Ginecología': "¡Qué suerte!", pienso. Qué bien han indicado el teléfono de contacto del Centro de consultas externas Doctor Fleming (adscrito al Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla). Así que llamo al número terminado en 2020, comienzo a explicar mi caso y un señor me para rápidamente advirtiéndome de que él no tiene ni idea, que aquello es el Hospital Virgen del Rocío. Me da un segundo número, terminado en 2705. Aquí, vuelvo a explicar mi caso y me vuelven a decir que no, que aquello no es ginecología, que mejor llame a uno que termina en 2683. En este tercer intento, mi suerte no mejora, es más, me responden que “ellas no tienen ni idea”.
Una empieza a tener esta sensación de debilidad, como si algo dentro de ti se deshiciera cual blandiblú ante la surrealista respuesta que empiezas a obtener. Por un momento, te comienza a invadir un sentimiento entre la incredulidad y la absurdidad y empiezas a plantearte si para coger cita con una doctora de un centro de salud debes llamar al centro de salud, o qué sé yo, quizás sea mejor hacerlo en la frutería del barrio.
La señora en cuestión me deriva a otro número terminado en 6902, “a ver si ahí te cogen”. Pues sí, me cogen pero mi suerte no mejora. Me dicen que llame a Salud Responde, pero en Salud Responde tampoco saben nada de Doctor Fleming, así que me dan el teléfono de la centralita del centro, que termina en 6900, donde, ¡oh, sorpresa!, tampoco me pueden ayudar, pero me dan, esta vez sí, un teléfono (móvil), de ginecología, terminado en 8229. Parece un número personal, ¿tendré suerte? Pues no, tras unas 10 llamadas a lo largo de una mañana, el teléfono ni da señal, o si da, no tiene respuesta.
En medio de estas seis llamadas, seis angustiosas llamadas en las que una siente que quiere seguir el ejemplo de Ricardo Darín en su personaje de Bombita en Relatos Salvajes, una interlocutora me ofrece dos opciones: A) Que llame a mi doctora de cabecera para coger cita, pero me advierte que desde medicina de familia solo pueden derivar a primeras citas, nada con carácter prioritario, que es lo que yo necesito o B) Que acuda a la ventanilla de Dorctor Fleming en persona. Le explico que ahora vivo en Jerez, que no puedo ir a Sevilla, perder una mañana entera de trabajo y 30 euros de transporte solo para intentar coger una cita.
Al final de este episodio, consigo que me cojan el teléfono en el último contacto directo, toman nota de mi situación y me aseguran que me llamarán. Parece que ha mejorado la historia (veremos a ver si termina bien), pero más allá de esto, el proceso tedioso y exasperante es lo que realmente mina la paciencia de cualquier persona. Sé de primera mano que como mi caso hay cientos cada día, yo misma he pasado muchas veces por experiencias similares.
Por mi trabajo, soy una persona que está en continuo contacto con la tecnología, sé manejar apps, mirar en internet opciones y me comunico con facilidad. Si aún así, he tenido que pasar por esto, no quiero pensar en aquella personas a la que una simple llamada telefónica se le haga 'cuesta arriba' y, por supuesto, sigo sin entender la falta de coordinación interna (los usuarios no podemos sentir que estamos llamando al Palacio de Buckingham para pedir cita), cuando todos los números que he ido consiguiendo son facilitados por personal interno.
En tiempos de digitalización casi absoluta, donde hay quien plantea la medicina telemática, una simple cita se convierta en una odisea.