La primera vez que a Pablo Sánchez Domínguez se le apareció el romance andalusí fue en Wikipedia. “De pura casualidad, de esas veces que estas buscando algo, enlazas y acabas en otro sitio. Sin saber cómo, llegué allí”, recuerda el gaditano, criado en Sevilla. Con más de 6.000 seguidores en Twitter, ahora se dedica casi a diario a traducir textos entre el castellano y el mozárabe —como también se le llama—, un gran desconocido dentro y fuera del mundo académico.
Este licenciado en Historia del arte con inquietudes filológicas decidió echarse la manta a la cabeza y navegar por la red como si no hubiera mañana a la busca de un tesoro perdido: el romance andalusí. “Me sorprendió que hubiera tantísima información, etaba convencido de que sería cuestión de meses”, dice a lavozdelsur.es. Sin embargo, tardó seis años. Fruto de este trabajo ha publicado Origen y gramática del romance andalusí (Almuzara, 2020), un libro al que le acompañan la publicación de obras literarias traducidas a esta lengua como El Principito. “Ahora estoy traduciendo Alicia en el país de las maravillas. A veces quiero tirar el ordenador por la ventana, pero lo disfruto mucho”, bromea.
Pese al éxito en redes sociales y en la divulgación del romance andalusí, el autor no presume de ser el Champollion de esta lengua. “Todo lo que sabemos se lo debemos a Federico Corriente. Si alguna vez hay una academia de esto debería llevar su nombre”, dice en referencia al arabista y académico granadino (letra K de la RAE), fallecido hace ya dos años. “Lo único que estoy haciendo es contribuir a rellenar los huecos que no se documentaron. Es mi humilde colaboración al trabajo gigantesco a aquellos que han investigado antes de mí”, explica. No obstante, la compatibilización de su interés por la etimología y la lingüística con la divulgación ha ayudado a sintetizar el conocimiento sobre el idioma, que ha padecido una gran fragmentación.
El romance andalusí, que se escribía tanto en alfabeto árabe como en alfabeto hebreo, era la lengua coloquial de los andalusíes al menos hasta el siglo XIII. El idioma sufrió una progresiva pérdida de popularidad por la implantación del árabe, que empezó a institucionalizarse en época califal y fundamentalmente a partir de Abderramán III. La puntilla vino con la llegada de los almohades y de los almorávides, que sembraron el principio del fin de una lengua compartida por cristianos, musulmanes y judíos andalusíes.
“Si no hubiera sido por los almohades, que impusieron una política de intolerancia cultural, política, religiosa y lingüística, hoy hablaríamos romance andalusí. La responsabilidad la tuvo el propio al-Ándalus”, afirma Pablo. Aun así, cree que su situación se parecería al del asturiano o el aragonés. "Durante la mayor parte de la historia de al-Ándalus la lengua que se hablaba era el romance andalusí, en contraposición al árabe institucional", explica.
Una lengua latina que suena a rumano y se leía en alfabeto árabe o hebreo
Uno de los problemas que tuvo el investigador a la hora de sintetizar lo que se conocía sobre el romandalusí era su lectura y escritura. “El mozárabe se escribía tanto en árabe como en hebreo, pero a la hora de divulgarlo había que hacer alfabeto latino. Me pregunté: ¿Cómo podría escribir el romance andalusí en alfabeto latino para que un andalusí de la época loe entendiera?”, dice. La solución fue encontrar manuscritos andalusíes en los que se transcribía al alfabeto latino lo que estaba escrito en árabe. “Intenté estandarizar lo que los andalusíes tanteaban. Yo creo que si leyeran El principito podrían pronunciarlo y entenderlo”, comenta. Eso sí, tal vez algún préstamo local se le colaría. “A lo mejor alguno diría: pero si esto solo se dice en Coria”, ríe.
Es lo que sucedería si el castellano se perdiera y solo quedaran fragmentos de la lengua, escrita además en diferentes alfabetos. “Si solo nos quedara de la palabra alcachofa alcaucil, probablemente no recogeríamos el habla de Zaragoza pero es así”, cuenta. En esa línea, confiesa que con el romandalusí se ha tenido “mucha suerte” ya que a diferencia de las lenguas romances de otros lugares como Marruecos o Argelia, sí se ha conservado.
Fonéticamente, suena más parecido al italiano o al rumano. “El motivo es que se quedó estancado, la fonética no evolucionó”, dice. Mientras en el norte de España, el latín y el romance siguió un camino distinto, el centro y sur se quedó más cerca de sus precedentes visigodos. “Los andalusíes, de hecho, son más herederos de la lengua de los visigodos que los castellanos”, asegura.
Entre los documentos más preciados están las jarchas, los poemas más antiguos documentados en cualquier lengua romance. Escritas en alfabeto hebreo, favorecen la lectura y su interpretación ya que una letra se corresponde con un sonido, algo que no sucede con el árabe. “Las jarchas en árabe se descubrieron a partir de las escritas en alfabeto hebreo”, explica.
En la investigación de esta lengua, reconoce que nunca fue fácil librarse del peso del nacionalismo español, presente desde los primeros investigadores como Simonet. Ahora la cosa es distinta. Entre los seguidores de las investigaciones sobre el romance andalusí de Pablo Sánchez, se encuentran muchos andaluces que lo identifican como algo propio. “Es un sentimiento romántico, pero a mí también me pasa. Aunque se hablara en Zaragoza, los andaluces lo vemos como parte de nuestra identidad cultural”, reconoce. No obstante, cree que puede ser positivo: “Si incidimos en que los andalusíes eran hispanos y hablaban una lengua latina como el resto de la Península, ayudamos al encaje de al-Ándalus en la historia de España”.
Los prestamos romances del andaluz actual: de "picha" a "chocho"
La intrahistoria del romance andalusí esconde algunas sorpresas que no se pueden obviar. Entre ellas, los préstamos lingüísticos, muy presentes en el andaluz coloquial de hoy. Una de las anécdotas concierne a Abderramán III, que pese al proceso de arabización seguía hablando romandalusí. En un juego poético en la corte tuvo que rimar una palabra con el sufijo -cul. "Ocurrió en el siglo X y es la primera palabra que tenemos documentada en cualquier romance. El verso anterior terminaba así y Abderramán dijo culo. Era un guasón”, bromea.
Pero no es la única. Palabras como chinchar, que no es sino quitar las chinces, también vienen de la lengua mozárabe y obedece a la molestia de quitar las chinches del cuerpo. “Era molesto, por eso chinchar significa incordiar”, dice. La joya de la corona se la llevan “picha” o “chocho” que derivan de “shosh” y a su vez del latín “salsus”. “Significa salado, no te digo más”, ríe.
El autor, que en estos días está ocupado con la posible traducción del Padre nuestro en Twitter —interpela a sus seguidores en un debate público— no para. "Traduzco hasta canciones de reggaetón y de copla", dice incansable. Una prueba de su trabajo es su página web, donde ofrece todos los instrumentos para acercarse a esta lengua, un legado hispánico olvidado (intencionadamente) por la historia.