En un rincón de una barriada, cerraba el supermercado habitual de los ‘mandaos’ habituales. En la carnicería y la frutería rezumaba un cierto temor ante la gravedad de las palabras: “Esto es queriendo”, gritaba un cliente ante su tendero. Nerviosos todos. Sería la una de la tarde y uno se enteraba por la calle antes de que por ningún otro lugar que el apagón era en toda España, que no era casual que no hubiera red en el móvil. Era el gran apagón.
A esas horas, había varias prioridades. Una, los vicios. El tabaco, que es de continuo. Un estanco abierto vendía de tres en tres o de cuatro en cuatro. Porque era el único negocio abierto. Como podía, la vendedora apuraba y hasta hacía un gran favor para vender las pilas: calculando el precio, porque no aparecía en el sistema. Consciente de que era la diferencia entre tener o no una radio, lo único que funcionó durante horas, para saber lo que pasaba.

A eso de la una, también, en los centros comerciales no tenían nada claro qué ocurriría. Si se cerraba todo o no. Pero, sobre todo, si se podía cerrar. Contaba un concejal andaluz en la radio que habían reforzado zonas comerciales porque los trabajadores no podían echar la baraja. Unos a otros se ayudaban haciendo peso para que el sistema cediera y pudieran bajarla al suelo, cerrando con su correspondiente llave. Y la Policía Nacional acudía. Quizás pensando en echar una mano, claro. Pero que podía darse aquello de que alguien quisiera liarla aprovechando que no había suministro eléctrico.

Ha sido también un día en que algo tan sencillo como tener dinero en efectivo marcaba la diferencia. En los establecimientos que abrían, pero sin electricidad, no podía comprarse con tarjeta, tan extendida hoy día. Una situación anormal, claro, resuelta en espacios que contaba con sistema de emergencia. Ha sido el caso de Mercadona, que ha podido mantener muchas tiendas abiertas.


Eso sí, en ocasiones con sistema limitado. Las neveras al público se apagaron y los trabajadores tuvieron que llevarse poco a poco todo el material fría a las grandes neveras con las que cuentan en almacén. Supermercados funcionando que a eso de las dos de la tarde han vendido muchísimo.
Recordaba a aquellos días de marzo de hace cinco años, cuando se avecinaba el confinamiento. No con tanta exageración, no con carros llenos como aquella mañana de sábado en que se avecinaba el cierre en cuestión de horas. Pero sí, de nuevo, con predilección por el papel higiénico. El de doble capa en pack grande, el más popular, había volado. No así el pack pequeño ni el papel unicapa. Es decir, prioridades. Habría que pensar también en aquellos que igualmente lo iban a comprar y han pasado por caja bajo la mirada de alguien.

Lo mismo con el agua embotellada, porque efectivamente a ratos ha tenido poca presión o volvía con cierto color en algunas casas puntualmente. Y con temor a que esto se alargara, porque hay que recordar que sin agua todo en nuestro cuerpo se derriba. No ha habido peligro, pero que cayera ese suministro sería tan impensable como el hecho de que caiga el suministro eléctrico, o sea, lo que ha ocurrido
En muchos supermercados, en gasolineras, este lunes oscuro del 28 de abril han quitado hambre con muchísimas chacinas. York, serrano, chóped… cualquier cosa que pudiera comerse cruda. Un negocio de barrio de los de toda la vida vendían bastantes conservas, aunque no se le han acabado. Quizás, a medida que se acercara la noche, si no volvía la luz en el entorno, tocaría para muchos pensar en otra cena de pan metido en sardinas, muchos picos…
El caso en Jerez
En las gasolineras ha habido lío. Hay de dos tipos: las que sí y las que no. La mayoría eran de las segundas. Algunos clientes explicaban que habían pasado por cuatro o cinco antes de encontrar la suya. En Jerez, por ejemplo, en Martín Ferrador, eran de las que sí. Y la cola llegaba a la rotonda de la venencia. O sea, colas de 25 minutos. Alguno se colaba y hasta hubo quien quiso responder con algún pito. Pero mejor no obcecarse con estas cosas.


Pero esa gasolinera ha llegado a ser uno de los lugares más protegidos de Jerez. Sobre las siete y media de la tarde, más de una docena de agentes de Nacional y Local confluían mientras se quedaban los coches de patrulla, las motos y las furgonetas en reserva. Protección Civil sí esperaba la cola como un cliente más, aunque los agentes entraban con prioridad. Había para todos, pero muchos que trabajan mañana no podían esperar.
Un trabajador de la Base de Rota explicaba que había pasado la mañana trabajando con normalidad, pero que desde que salió, tenía que seguir buscando hasta que dio con un surtidor. Otra mujer explicaba que había buscado durante la mañana sin éxito. A muchos les iba llegando el dónde, que no el hasta cuándo, había combustibles. En la gasolinera de Duque de Abrantes no había forma de surtir porque no tenían electricidad para que el sistema funcionara. Pero las bombonas, a las cuatro de la tarde, ya se habían apagado. Cuatro de una vez se había llevado un cliente. Por si acaso. Como todos, pero cada uno a su manera y en sus medidas.