Sábado noche -29 de enero- en plena Alameda de Hércules de Sevilla. Saludos, conversaciones y cervezas en mano. Lo que podría haber sido una velada agradable acabó convirtiéndose en una pesadilla para María Ortiz, una joven sevillana que hoy está viva de milagro.
Era su 26 cumpleaños y había salido con su novio y sus amigos a celebrarlo. Después de tomarse una copa, pagaron la entrada para la discoteca Monasterio, en la calle Amor de Dios. “Soy una chica que pesa muy poco, unos 40 kilos, con una copa ya voy bien, así que esperé a pedir la consumición dentro”, cuenta a lavozdelsur.es.
El grupo se acomodó en unos asientos que suelen ser para reservados -pero ese día estaban disponibles- y dejaron sus abrigos. Bailaron y rieron hasta que el trascurso de los acontecimientos dio un giro radical a las 4.00 horas.
“Tomé dos buches y, desde entonces, no recuerdo nada”
“Me pedí la copa, pero antes de empezar a beber fui al baño y la dejé un momento en la mesa donde estaban los demás. Cuando volví, tomé dos buches y, desde entonces, no recuerdo nada”, expresa María que ha podido reconstruir la noche gracias a su novio y sus amigos.
A la mesa empezó a acercarse mucha gente para dejar sus chaquetones. En ese momento, María se sentó para beber esos dos buches. Después, “por mi torpeza, le di con la mano a la copa y se me cayó al suelo”, narra.
Acto seguido, se quedó unos 10 minutos inmóvil, absorta de la fiesta, algo que llamó la atención de su pareja. “Según me cuenta, vio que desconecté, no bailaba ni hablaba, solo miraba a la nada”.
Las palabras de María estremecen y no hace falta esclarecer qué le pasaba para deducirlo. Cuando él le preguntó si estaba bien, no reaccionó hasta que empezó a decir “ambulancia”. Justo en ese momento, le sacaron fuera de la discoteca para que le diese el aire.
“Tenía las pulsaciones super altas y me asfixiaba”
“Tenía las pulsaciones super altas y me asfixiaba, no podía ni hablar y me desplomé en el suelo”, detalla María con un hilo de voz. Sus acompañantes, que no se separando de ella ni un momento, la levantaron y la sujetaron al no poder mantenerse en pie. Mientras tanto, su novio llamó a Urgencias.
Esos minutos fueron fatídicos para la joven que tan solo pretendía pasar un buen rato con los suyos y nunca habría imaginado el desenlace. “Yo pensaba que me iba a morir, se me vinieron imágenes de mi infancia con mi hermana a la cabeza. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en el hospital a las ocho de la mañana”, explica.
“Si me hubiese bebido la copa entera, me hubiera dado un paro cardiaco”
María fue trasladada al Hospital Universitario Virgen Macarena donde se sometió a varios análisis que confirmaron lo esperable. Tenía droga en el cuerpo. “Los médicos me dijeron que tuve suerte de que solo le di dos buches a la copa, porque si me la hubiese bebido entera me hubiese dado un paro cardiaco”, comenta al otro lado del teléfono.
Los resultados del análisis revelaron que había ingerido anfetaminas y MDA. Sin embargo, los sanitarios tenían claro que había algo más ya que esos síntomas no eran comunes al tomar solo estas sustancias estupefacientes. Le explicaron que, en su vaso, probablemente, también había GHB (gamma-hidroxibutirato), conocida como droga de las violaciones, un depresor del sistema nervioso que se camufla y no se detecta en los análisis toxicológicos sistemáticos.
“Psicológicamente me encuentro fatal”
Tras un episodio terrible, a María le dieron el alta, volvió a casa y se acostó un rato, pero cuando se levantó, volvió a experimentar síntomas. “Empecé otra vez a asfixiarme y las pulsaciones me volvieron a subir. Íbamos a llamar otra vez a la ambulancia, pero mi perra se puso a mi lado y no sé cómo me controlé”, relata hilvanando una noche que prefiere olvidar.
La sevillana, después de vomitar, pudo comer algo y recuperarse físicamente. Aunque ya se encuentra mejor, el suceso le ha pasado factura. “Psicológicamente me encuentro fatal”, reconoce.
Por desgracia, el testimonio de María no es aislado en Sevilla, donde desde hace unos meses se han incrementado este tipo de situaciones en las discotecas de la zona. “Yo era la tercera que llegaba de esa discoteca, había dos chicas más afectadas con el mismo problema”, sostiene la joven que contactó con una mujer que también había vivido esta experiencia el viernes 28. “En su caso fue peor, ella amaneció en casa una persona y piensa que ha sido violada”, dice.
“Gracias a Dios, se me cayó la copa”
La sevillana alza la voz para reivindicar “más control” en el interior de los locales de ocio nocturno y lanza un llamamiento a todas las personas para que tengan “mucho cuidado con las copas”.
María, que casi pierde la vida el día de su cumpleaños, ha querido compartir su experiencia para concienciar a la población y a los cuerpos de seguridad.
“Yo ya no voy a salir de discoteca hasta que esto no se me olvide. Si lo hago, llevaré un recipiente con tapa y cañita que es difícil de abrir”, asegura la víctima, que ya ha denunciado los hechos ante la Policía Nacional y espera la revisión de las cámaras de seguridad para localizar a la persona culpable.
En noviembre de 2021, agentes de la Policía Nacional detectaron la circulación de la droga de las violaciones. Con el objetivo de evitar su proliferación reforzaron los servicios de vigilancia en el centro de la capital. “Gracias a Dios, se me cayó la copa”.
Campaña contra la sumisión química
Existe una alta probabilidad de que la persona que introdujo la droga en la copa de María lo hiciera con el fin de agredirla sexualmente, robarle o maltratarle bajo la influencia de esta. Es lo que se conoce como sumisión química.
Este tipo de violencia que afecta, en su mayoría a mujeres jóvenes, es una realidad que se ha triplicado en los últimos años. El movimiento feminista belga ya reaccionó ante esta ola lanzando la campaña #BalanceTonBar.
En España, se ha iniciado una plataforma similar (Denuncia tu bar) que pide a las instituciones que las mujeres puedan disfrutar del ocio nocturno de forma segura.