En la creencia medieval se pensaba que Dios se expresaba mediante actos cuasimilagrosos tales como el llamado juicio divino. El acusado era obligado a poner las manos en ascuas ardientes para evidenciar su inocencia. Poner las manos en el fuego. El cura Rafael Vez (San Fernando, 1966) las pondría con tal de acabar con un proceso al que no le ve fin. Su delito, que ahora juzga la Ley Divina, parece ser haber expresado públicamente su disconformidad con una gestión concreta de su Diócesis. Ahí, en cambio, empezó su infierno en la tierra.
Vez ha declarado este jueves durante unas dos horas ante el juez instructor, reverendo Didier Jiménez, del Tribunal Eclesiástico de Cádiz, en calidad de demandado tras el proceso judicial eclesiástico iniciado a raíz de la querella que el obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza Boy, interpuso contra su persona en septiembre de 2020. Lo demandó por haber, supuestamente, transgredido la ley canónica “por crimen de falsedad; desobediencia contra la autoridad eclesiástica; impedir o condicionar la libertad y el ejercicio de la potestad o ministerio; y suscitar aversión u odio en los súbditos contra el Ordinario e inducirles a la desobediencia”. Es la primera de las citaciones que tendrá hasta marzo.
A lo largo de casi un mes irán pasando por el Tribunal los testigos de la defensa y de la parte acusadora —el reverendo Rafael Rabasco es el promotor de Justicia, equivalente al fiscal—. “Es todo un gesto de generosidad, sabiendo que el abogado que tuve que buscar, ya que la Diócesis en ningún momento me ofreció esa posibilidad, vive en Palma de Mallorca y tendrá que desplazarse cinco veces hasta el Obispado de Cádiz”, ironiza con resignación el ex párroco de Conil, en conversación con lavozdelsur.es. Un acusado que asegura haber destinado ya al proceso en torno a “dos años y medio de mi sueldo como sacerdote”.
Si se profundiza mínimamente en la causa, todo hace indicar que es Vez, como defiende su abogado, Xisco Cardona, doctor en Derecho Canónico y abogado del Tribunal de la Rota, quien sufre un ataque directo a su libertad de expresión, una condena ad eternum sin juicio previo y un sonoro caso que en cualquier otro ámbito, menos en el seno de la Iglesia, sería considerado como mobbing o acoso laboral.
Todo parte de las críticas publicadas por Vez, en sus redes sociales, contra la gestión del prelado de Cádiz —que llegó a la Diócesis en 2011 tras dejar de ser obispo auxiliar en Getafe, en tiempos de Rouco Varela—.
A raíz de una veintena de despidos de trabajadores de la Diócesis y varios desahucios de sus propiedades en la provincia, Vez osó criticar públicamente a Zornoza y a su ecónomo, y desde entonces vive sentenciado. El párroco reside ahora con el salario mínimo que paga la Conferencia Episcopal a los presbíteros y, de momento —le han intentado desahuciar—, sigue residiendo en la casa parroquial de Conil de la Frontera, localidad gaditana donde el actual obispo también le quitó la posibilidad de dar los sacramentos como sacerdote.
Fue cesado como profesor de Liturgia Fundamental y Homilética en el Seminario, perdió su asignación de sacerdote diocesano, los complementos por canónigo de la Catedral y los estipendios de misa. “Llevo año y tres meses de suspensión temporal, se está abusando de esta figura. Mi cese como profesor no ha sido revocado”, insiste. Como si todo lo ya citado no fuese suficiente pena, en plena pandemia fue enviado por Zornoza a la capilla del Hospital de Puerto Real. Los propios médicos aseguraron que allí no podía estar un hombre con dos fibrilaciones, obeso y con grado IV de riesgo. Si no eso no es acoso laboral, que baje Dios y lo vea.
"Cuando se me envía ahí —recuerda— teniendo una situación tan delicada y de riesgo, cuando los médicos conociendo mi historial dicen que yo no puedo estar ahí en la peor ola de la pandemia, es algo muy llamativo, es como si envían a alguien a la primera línea de batalla para que se lo carguen".
"Yo no insulté a nadie, expresé con respeto lo que pensaba de una situación concreta, no hay más aquí"
La situación es kafkiana. Tampoco puede cambiar de Diócesis porque el actual obispo gaditano tendría que autorizarlo y "no me han planteado la posibilidad de que me largue". Y además, "¿por qué tienes que abandonar tu Diócesis de origen por levantar la voz ante una situación que clama al cielo y es vox pópuli?". Rodeado de apoyo y solidaridad de familiares y amigos —entre ellos, el Grupo Cristiano de Reflexión-Acción de Cádiz y Bahía— en el exterior del Obispado, “hoy casualmente cerrado a cal y canto”, Vez ha declarado en Cádiz lo mismo que horas después defiende a este periódico: “Me siento bien porque la verdad solamente tiene un camino".
Sin embargo, entiende, "ya desde el principio no solo estoy castigado, sino que me han reducido al mínimo la asignación económica. Estoy considerado como un cura vago, en términos canónicos”. ¿Qué se juega? “Aquí están en juego muchas cosas, pero sobre todo que yo puedo manifestar mi opinión sobre determinadas formas de actuación, especialmente las que se refieren a gestión de cosas temporales. Yo no insulté a nadie, expresé con respeto lo que pensaba de una situación concreta, no hay más aquí. Solo dije que sanear la Diócesis con desahucios y despidos no lo veía”. La sentencia, cuando salga, se podrá recurrir, por lo que “la situación me temo que puede alargarse ad eternum”.
¿Puede intervenir la justicia ordinaria ante la Ley Divina? Puede, pero de momento, los recursos de Rafael Vez han quedado archivados. “La justicia ordinaria puede hacer algo, se reclamó y la Audiencia Provincia lo archivó. Estamos trabajando en el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional porque, indudablemente, aquí hay un tema de mobbing, terminología que no uso porque no es familiar para mí, ya que nosotros tenemos un fuero distinto, realmente no tenemos relación contractual o laboral con la Iglesia, sino que por el hecho de ordenarnos sacerdotes existe una vinculación, como un padre de familia”. “Solo hay el compromiso de un obispo de incardinarte a una Diócesis y sostenerte económicamente”, abunda el religioso.
Sacerdote muy querido en Conil, sigue siendo vecino de la zona de La Chanca. Sigue viviendo, con su misma ropa, con su ordenador, su cama, un sillón regalado y una televisión, en la casa parroquial que ocupó durante su ministerio como párroco en Conil. “A pesar de la insistencia, no me han hecho salir de aquí porque no se me ha garantizado una vivienda digna, así que he pedido que me trajeran los enseres que tenía en un guardamuebles desde el verano de 2020”. Dispuesto incluso a escribir y publicar un libro con todo el proceso seguido, con las grabaciones originales, ahora cree que va a ir desembalando las cajas con sus trastos e ir organizando la casa “para que sea mi hogar porque esto se alarga en el tiempo”.
Como él mismo cuenta, varios han sido los intentos de la Congregación del Clero, a través de cartas, para llegar a una mediación. “Aquí no hay prisa para nada, sobre todo cuando se trata de los derechos de un simple sacerdote, injustamente suspendido cautelarmente durante más de un año, como si de un castigo se tratase. Todos miran hacia otro lado. Los Tribunales Eclesiásticos son lentos, muy lentos. Y soy cada día más y más consciente de que cuando la Justicia es lenta, deja de ser justa”.