Han sido cuatro los días que un centenar de voluntarios de Jerez han pasado en las localidades inundadas de Valencia. Además de llevar cuatro tráileres con productos de primera necesidad, el objetivo primordial fue trabajar para ayudar en las labores de limpieza y en lo que fuera necesario. Eduardo Salazar, agente del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) y uno de los promotores de la acción, vuelve del Levante español impresionado: “Ha sido inolvidable, triste y emocionante”, sensaciones que son también las del resto de sus compañeros.
Los testimonios que transmiten los medios de comunicación se hacen más espantosos cuando gente cercana, gente de tu ciudad, han sido testigos de la tragedia sobre del terreno. Testimonios que adquieren un valor especial por la cercanía de haber trabajado “muchísimas horas” y siendo el paño de lágrimas de decenas de afectados.
“Cuando llegas, esperas que la situación haya mejorado. Todo lo contrario, aquello está dejado de la mano de Dios”, confiesa este agente, que no entiende cómo no hay más fuerzas actuando en el lugar, reconociendo que la mano de obra que aportan los voluntarios está siendo fundamental: “Nos han llegado a decir que si no fuera por nosotros, estarían muertos”. “Hemos estado tirando desechos de las casas, limpiándolas totalmente, sacando toda una vida para amontonarla en la calle”, señala Salazar, que no oculta la tristeza de ver llantos y lamentos de los habitantes de las casas cuando las vaciaban. En esa ‘basura’, decían, “iba toda una vida”.
"Ayudamos a una abuela con más de 80 años. Estaba sola con su nieto, que había perdido a sus padres"
El agente reconoce que han llegado "tocados". "No nos lo imaginábamos así; también estamos fastidiados porque si por nosotros fuera estaríamos una semana, porque hace falta”, insiste. El día a día empezaba muy temprano. Desde el lugar donde tenían un pabellón para descansar comenzaban a caminar más de una hora hasta llegar a Paiporta. Una vez allí, palas, escobas y a vaciar pisos y casas. A la caída de la tarde, vuelta a recorrer la hora y pico de caminata hasta el pueblo, que no se vio afectado, donde tenían su ‘cuartel general’, dado que los autobuses no podían pasar hasta el lugar.
“La gente, extraordinaria. Creo que está en shock todavía”, señala Salazar, que al menos tiene la satisfacción de haber “ayudado en lo que hemos podido; contentos pero con mucha impotencia”. Las muestras de agradecimiento siempre estaban presentes. “Nos ponen las alfombras cuando llegamos. No sabían como darnos las gracias, cuando llegabas por la noche a descansar nos recibían con aplausos”, dice.
Algo que no entiende este agente policial y hermano mayor de la Hermandad del Cristo de la Viga, con amplia experiencia en servicio en lugares con conflictos bélicos donde los desastres humanitarios son tremendos, es “por qué no hay más ayuda militar; allí mandas a 70.000 militares, además de maquinaria de campaña, y esto estaría muy diferente”.
El resto de vivencias se queda para siempre en la memoria de cada uno de los que emprendieron esta aventura. Ahora toca la vuelta a una pseudonormalidad: tienen muy frescas la experiencia, lo que vieron y sintieron; las caras de emoción, la tristeza, las situaciones personales de los que han perdido todo y a seres queridos... "En medio del lodazal hay esperanza e intentan rehacer sus vidas". Agentes policiales, militares, sanitarios y voluntarios formaron este heterogéneo grupo que a su regreso recalca que ver aquello in situ es mucho más tremendo que la percepción que se alcanza desde los medios de comunicación.
Comentarios