Los vecinos de la barriada de La Verbena en Arcos están desesperados. Han pasado 15 años desde que descubrieran el peligro que corrían sus viviendas a causa del progresivo corrimiento de la ladera en la que se ubican y todavía continúan rodeados de vallas de obra y con unos problemas estructurales que no han llegado a solucionarse.
Allá por el año 2009 empezaron a detectarse unas grietas sospechosas en el terreno, así como la apertura extrema de las juntas de los edificios, de modo que los vecinos comenzaron a ponerse en contacto con los responsables administrativos y a manifestarse consiguiendo la respuesta de varios organismos que aseguraron que se pondrían manos a la obra para estudiar la situación. Efectivamente, la Junta de Andalucía, la Diputación de Cádiz y el Ministerio de Fomento dependiente del Gobierno de España comenzaron a trabajar para frenar el deslizamiento de la ladera, algo que se consiguió en 2017.
A partir de ese momento lo ideal habría sido continuar las obras para consolidar todo el proyecto, pero en 2019, poco antes de la pandemia las desavenencias entre los distintos actores políticos se tradujeron en el abandono de las obras, dejándolas a medias con la calle cortada y sin recoger siquiera el equipamiento de protección que habían instalado.
Esta zona se encuentra junto a la explanada donde se celebra la Feria y frente a la estación de autobuses. A nivel turístico no resulta atractivo llegar a la Sierra y que lo primero que se vea sea unos edificios ruinosos, pero es que a nivel vecinal es un auténtico drama. Las bajas temperaturas no calman el ambiente entre los ciudadanos que se reúnen a primera hora de la mañana junto a un gran cartel en el que piden soluciones inmediatas a su situación. De hecho, cuanto más hablan entre ellos del tema más se va caldeando.
Podríamos decir que nadie se acuerda de ellos, pero lo más doloroso es que esta afirmación sería falsa, porque no han sido pocas las personalidades políticas de postín que han pasado por esta zona, eso sí, siempre en época de elecciones. "Vienen, se hacen la foto de rigor, nos venden humo y se van para no volver", cuenta muy enfadado un vecino. De la política local, provincial, autonómica e incluso nacional son varios los nombres que se han reunido con los afectados "asegurándonos que hay una partida económica para ayudarnos, pero hasta el día de hoy no hemos visto ni un euro".
El alcalde de Arcos, Isidoro Gambín, ha confirmado a lavozdelsur.es que "en la anterior legislatura conseguimos el compromiso de tres administraciones para la actuación en La Verbena". En concreto, El Gobierno de España ya aportó 2,1 millones de euros para realizar inyecciones subterráneas de hormigón a fin de detener el deslizamiento de la tierra. Esta actuación ya se llevó a cabo y actualmente la Diputación de Cádiz está en tramitación de la concesión de 500.000 euros para la proyección, dirección y coordinación de las obras ya aprobadas de forma que en el pleno ordinario del mes de febrero podría adjudicarse directamente a la empresa Tragsa.
De esta forma quedaría pendiente el compromiso adquirido con la Junta de Andalucía que bajo el gobierno del PSOE y con Susana Díaz a la cabeza se comprometió a aportar 1,5 millones de euros para rehabilitar la zona. "A día de hoy existe un acuerdo verbal pero todavía estamos esperando la firma del convenio", señala Gambín, quien añade que "estamos completamente dispuestos a firmar cuando lo estimen necesario pero no podemos olvidar que urge hacerlo lo antes posible".
La intención del Consistorio es enlazar la fase sufragada por Diputación con la que correrá a cargo del gobierno autonómico para "poder decir por fin que podemos dar fin a este problema que inquieta no solo a los vecinos sino al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Arcos".
Vivir "enjaulados" y entre ruinas
Leopoldo Pérez representa al Partido Alternativa Independiente Progresista y lamenta "las demoras existentes en la firma de los convenios porque se podían haber hecho antes las cosas" y que provocaron "la pérdida de oportunidades que podían haber aportado algo de ilusión a los vecinos".
Mientras esperan que se cierren los acuerdos pertinentes entre las distintas administraciones esta plataforma de la oposición aboga por "facilitar en la medida de lo posible la vida de los vecinos mientras siguen las obras, porque es algo lamentable".
Y es que La Verbena arrastra una interminable ristra de problemas y desperfectos que dibujan una realidad triste y dolorosa que llega a ser peligrosa para la integridad de los inquilinos. Para empezar toda la zona está vallada cubierta por una lona, lo cual impide tener vistas al impresionante parque que tienen ante ellos -y que por cierto, tampoco presenta su mejor aspecto-.
Estas se colocaron cuando arrancó la primera fase de las obras, con la mencionada inyección subterránea de hormigón a través de tuberías para asentar el terreno. En el año 2017 anunciaron a los vecinos que el deslizamiento de la ladera había quedado completamente detenido pero 6 años después todavía no se ha retirado el vallado de seguridad.
Esto provoca una situación de "enjaulamiento", en la que para salir de la zona es obligatorio rodear todo el perímetro para salir por la única puerta ubicada en la parte trasera. Esto provoca que, por ejemplo, los residentes tengan que recorrer un kilómetro para acceder al único cubo de la basura del que disponen en los alrededores. Esto es completamente inviable para personas mayores que no pueden moverse y que se han quedado enclaustrados en sus casas porque no pueden salir.
Otros hacen de tripas corazón para no darse por vencidos. Es el caso de Isabel, una anciana de 70 años que comenta con rabia y entre lágrimas que "no hay derecho a que nos traten así, no somos animales y merecemos un respeto". Con problemas de movilidad y apoyada en una muleta necesita la ayuda de otra persona para ir a hacer sus recados diarios, algo que se convierte en una odisea al tener que sortear las cuestas y los obstáculos varios que rodean su edificio.
Una situación que podría calificarse como kafkiana es la de una mujer que ha instalado una puerta en la ventana de su salón. Tal y como lo leen, su edificio está justo en el centro de la zona de obras de modo que "para una emergencia o para meter en casa algo pesado hemos decidido poner una cancela en la ventana".
Desde Ai-Pro han solicitado abrir vías transversales por todo el perímetro que permita la entrada y salida más fácil de personas y vehículos, porque como se puede esperar al tener la calle entera cortada no es posible acceder de ninguna manera. "Tenemos que aparcar en los alrededores y no hay espacio para todos", se quejan varias personas que avanzan que "los garajes subterráneos están impracticables, ahí hay que ser valiente o estúpido para entrar".
Porque claro, si es difícil salir también lo es entrar. Y aquí reside uno de los principales problemas a los que se enfrentan, ya que si alguna vez ocurre algo y necesitan asistencia va a ser prácticamente imposible que la ayuda pueda acceder al interior de los edificios. De hecho, en 2020, durante el confinamiento alguien prendió fuego a la malla que recubre la valla y los bomberos tuvieron que acudir de urgencia. Como todo estaba cerrado el camión no podía entrar por la calle y si esperaban a conseguir la llave para abrir el acceso las llamas podían extenderse. Afortunadamente en aquella ocasión el incendio se produjo en una zona que las mangueras podían alcanzar desde fuera pero, como temen varias personas, "estamos vendidos, algún día va a pasar una desgracia".
Dos de los edificios que componen La Verbena han sido declarados en ruinas a causa del deplorable estado de los cimientos, cuyas juntas han ido separándose abriendo un pasillo entre las paredes y provocando la inclinación de uno de ellos hacia la calle. Las viviendas que los componen siguen contando con los enseres de sus dueños y esporádicamente los ladrones acceden a su interior para robar muebles, cable de cobre o lo que puedan encontrar. Sin ir más lejos la semana pasada la Guardia Civil tuvo que intervenir encontrándose, como los bomberos antes mencionados, con la imposibilidad de entrar sin la llave. La actuación se vio demorada por este inconveniente y, aunque pudieron detener a los delincuentes, volvió a quedar evidenciado que "el acceso debe ser más fluido. No podemos estar aislados de esta manera".
Un dato absolutamente descorazonador es que los propietarios de estas viviendas declaradas en ruinas continúan a día de hoy pagando religiosamente su hipoteca así como las cuotas del garaje, a lo que hay que sumar el alquiler de los pisos en los que se están hospedando a la espera de soluciones. Algunas personas no han llegado siquiera a entrar en sus casas y pagan por un domicilio que jamás han ocupado sin saber si algún día podrán hacerlo.
Anímicamente, la situación ha minado completamente la moral de estas personas que tras varios años siguen viviendo en una barriada que "nos avergüenza". Tal es la situación que algunos reconocen que "no traemos aquí a nuestros familiares porque no queremos que vean las condiciones en las que estamos viviendo". El nivel de malestar y desesperación ha llegado hasta tal punto que algunos han intentado incluso ponerse en contacto directamente con Juanma Moreno a través de Instagram. "Que no se diga que no quemamos todas las naves", dicen.
La experiencia de vivir un confinamiento completamente enclaustrado tampoco ayudó. "Imagina lo que es no poder salir de casa, saber que tienes unas vistas maravillosas frente a tu casa, salir al patio y solo poder ver una valla verde un día tras otro. Es desquiciante", cuenta una inquilina que invita a cualquier representante político que se preste "a vivir en mi casa unos días, ya verás cómo entienden lo que estamos diciendo".
Un escenario apocalíptico
Por fuera La Verbena se ve como una barriada "tercermundista" pero por dentro parece sacado de una película apocalíptica. La única entrada disponible ofrece un carril largo y angosto para llegar a los bloques interiores, una travesía tortuosa con losas levantadas, una rampa en la que más de una persona ha tropezado y un reguero de excrementos y deshechos porque incívicos hay en todas partes.
Los bloques habitables y los dos en ruinas están separados por una gran valla que rodea el perímetro de una plaza de tamaño considerable donde otrora los niños correteaban y los mayores tomaban el sol. No le falta ni un adorno, con sus bancos, su fuente bien decorada y con una maleza que amenaza con comérselo todo como si de una antigua ciudad abandonada se tratara.
Al fondo hay un patio que ha quedado completamente inaccesible. Si en la plaza estaba creciendo un campo de malas hierbas aquí se extiende el Amazonas. Los hierbajos levantan un palmo del suelo y han dado cobijo a colonias de ratas que más de una vez han conseguido colarse en las casas subiéndose a los árboles y saltando a las cornisas. "Hemos tenido que podar las copas porque a la vecina del primero se le metió una en el salón hace poco", comenta una señora.
En el interior, es cierto que los edificios presentan un buen estado, casi dignos de pisos de lujo, pero al bajar al garaje de nuevo la situación vuelve a dar miedo. Una sala completamente vacía y, en el centro, un haz de luz. Natural. Del sol. Efectivamente, la grieta que circunscribe de punta a punta la unión de los bloques ha abierto un pasillo que conecta la planta sótano y la azotea.
Custodiando esta gruta de las pesadillas dos columnas torcidas forman una v que invita a marcharse rápidamente del lugar no vaya a caerse todo. Mientras el tiempo acompaña todo está "bien", pero cuando llueve el garaje se convierte en una piscina, por lo que ha sido necesario colocar un plástico para evitar que el agua pueda entrar.
Aún así es difícil proteger un edificio que está quebrado de arriba a abajo de las filtraciones. "Cuando llueve nos echamos a temblar porque el agua se cuela por las grietas", cuenta una vecina cuya cocina se ha visto afectada por el avance de la separación de las juntas y ha visto afectada parte de su cocina.
Tras salir del garaje el último destino es la azotea, que parece el nexo entre dos mundos. A un lado, la majestuosa Sierra de Cádiz y la zona alta de Arcos, con el castillo posando ante un brillante cielo azul. Al otro, las ruinas de los dos edificios rodeados por la maleza y abandonados a la espera de saber si algún día volverán a tener alguna utilidad. "Me vine a vivir aquí por estas vistas. Pensé que si tenía un mal día ver lo que me rodeaba me alegraría, pero no sabía que iba a pasarme esto", reconoce con voz de tristeza uno de los propietarios de este bloque.
Ante la "pasividad" de las administraciones los vecinos y vecinas de La Verbena han decidido que, si no se interviene a corto plazo serán ellos quienes carguen con el peso de las diferentes obras a realizar para asegurar un mínimo de normalidad en su vida diaria y contar, al menos, con un espacio practicable alrededor de sus hogares.
Tanto AI-Pro como los vecinos de esta barriada coinciden en que "la unión hace la fuerza". La única cuestión que persiguen es que se respete su derecho básico a vivir en condiciones y olvidarse de ideologías y rivalidades políticas para "arrimar el hombro" y remar todos juntos a fin de salvar a unos vecinos que cada día suspiran recordando la época en la que su hogar era realmente un hogar.
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