Hace no tanto la barriada Federico Mayo, conocida popularmente como 'El Chicle' en Jerez, era un lugar de clase humilde y trabajadora, con algún problema ocasional como en todas partes pero, en resumidas cuentas, un buen sitio para vivir.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte la situación ha cambiado mucho. Con el paso de los años la tasa de marginalidad se ha ido incrementando, subiendo al mismo tiempo las de fracaso escolar y absentismo. Diferentes familias fueron asentándose en la zona trayendo consigo los negocios de la droga y la delincuencia, un problema que nadie ha sido capaz de atajar y que, de hecho, ha ido agravándose.
Probablemente como consecuencia de esto, los servicios municipales cada vez han ido perdiendo relevancia en esta zona, dejando un panorama desolador en la que los amigos de lo ajeno y los traficantes prácticamente campan a sus anchas.
Hoy en día bajar la cuesta de San Telmo es algo que mucha gente prefiere evitar porque pasar por esta parte de la Zona Sur puede llegar a ser peligroso. Pero por sus calles también transitan personas de bien, niños, adultos y ancianos que estudian y se ganan la vida honradamente y que exigen que la barriada en la que viven sea tratada de forma digna.
A este respecto señalan directamente al Ayuntamiento de Jerez. Manuel López es el presidente de la Asociación de mayores 'El Chiquitín' y reconoce a lavozdelsur.es que "desde hace años ningún político del PSOE o del PP se ha acercado a vernos ni a preguntarnos qué necesitamos".
La sede en la que se ubican, justo detrás del centro cívico, es un claro ejemplo del estado de los espacios públicos de la zona: los muros exteriores presentan desconchones de gran tamaño, la suciedad trepa por ellos desde el suelo alcanzando una altura considerable, el toldo del patio interior ha quedado reducido a hilo y barras de hierro a causa de la climatología, las losas del suelo están quebradas... tan solo mantienen un estado decente las instalaciones interiores que sostienen como buenamente pueden los socios que aún quedan.
"Si hay un problema con las cañerías le pedimos a un socio fontanero que nos lo arregle, si hay que calzar una silla coja nos ayuda un carpintero y así. Tenemos que aprovechar la profesión de cada uno porque no nos ayuda nadie", explica Manuel. Porque desde 2006 no reciben ningún tipo de subvención o soporte económico para mantener este espacio de titularidad municipal.
Con sus propias manos han reformado la sala común y el almacén interior en el que acumulan alimentos donados por la ciudadanía para repartirlos entre las personas mayores que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Los socios de 'El Chiquitín' no esconden su temor de que algún día alguien acceda al interior del centro y consiga forzar la puerta para llevarse lo que guardan. "Hace un par de semanas alguien prendió fuego a los contenedores que están junto a nuestra sede, quién nos dice que la próxima vez no se les ocurre saltar la valla y entrar aquí", se pregunta uno de ellos, haciendo hincapié en que ni el tamaño ni el estado de la misma suponen una medida de seguridad fiable.
Los alrededores de la asociación de mayores presentan auténticos problemas para caminar con aceras levantadas, desniveles, grietas producidas por las ramas de los árboles que comienzan a asomar por encima entre los adoquines... También quedan los restos de los dos bombos de basura a los que prendieron fuego y las marcas oscuras del humo que llegó hasta casi el techo del edificio contiguo. Nadie ha retirado el plástico derretido ni limpiado la fachada en más de 14 días.
"Si ves un camión de basura por aquí pide un deseo", dice Atanasio. En sus 68 años viviendo en esta barriada asegura que "nunca había visto esto tan mal. No se limpia, no se arreglan los desperfectos, por no tener no tenemos ni policía". Y es que, según indica, "hace poco cerraron la comisaría de la Zona Sur y mandaron a los agentes a Madre de Dios. Ahora si ocurre algo tienen que venir desde allí, un tiempo demasiado grande para actuar si ocurre una emergencia".
Una plaza de Abastos fantasma
Sin comisaría de distrito, con una limpieza que deja mucho que desear, con las calles completamente levantadas, ¿puede ocurrirles algo más? Pues sí, por ejemplo, que su gran plaza de Abastos se haya convertido en un mercado desolado y destartalado donde solo se conserva en perfecto estado la placa que recuerda que María José García Pelayo lo remodeló por completo en 2014. A partir de ahí vivió unos años de bonanza antes de caer en desgracia.
La gran plaza donde se ubica este enclave comercial presenta un aspecto bastante desangelado. Frente al edificio una mujer recoge la ropa que ha estado vendiendo en la calle, Antes de subirse a la furgoneta con sus acompañantes y marcharse a casa pregunta, asombrada, qué hace tanta gente aquí. Resulta que es una antigua trabajadora del mercado, que heredó junto a su hermano el puesto de venta de verduras de sus padres pero que acabó dejándolo al poco tiempo porque "era imposible mantenerse sin ayudas municipales".
Ella recuerda cuando era pequeña y acompañaba a sus padres al trabajo. Por aquel entonces el mercado rebosaba vida con hasta 13 negocios a pleno rendimiento y con un flujo de clientes incesante. "Salía una persona y entraba otra, no se paraba ni un momento", recuerda. Hasta que poco a poco todo se vino abajo.
El hermano de esta mujer aguantó todo lo que pudo fantaseando con que la situación pudiera mejorar pero finalmente tuvo que claudicar y echar el cierre hace apenas un par de meses. Ahora ya solo quedan un pescadero y un carnicero, Blas, que lleva 40 años trabajando en este lugar y que reclama "que el ayuntamiento nos haga un poquito de caso".
"Hace tiempo que tengo las luces del puesto fundidas y nadie viene a arreglarlas", comenta, añadiendo que "lo mismo ocurre con las puertas de entrada. Están rotas y no se cierran por lo que tampoco puedo poner la calefacción, no serviría de nada".
Él achaca la situación que están viviendo a "una dejadez absoluta" y lamenta que dentro de poco tendrá que marcharse. "No me queda otra, esta situación es insostenible, cada vez viene menos gente, las instalaciones van empeorando cada vez más rápido por su estado de abandono... A veces me pregunto qué hago aquí", reconoce.
Aunque en realidad conoce la respuesta. "El alquiler me cuesta barato. En otro sitio me costaría el triple o más, aquí al menos puedo tirar con el volumen de ventas que tengo pero no aguantaré así mucho tiempo más".
Por los pasillos del mercado corre un hilo líquido procedente (quiero pensar) del agua de la pescadería que se cuela por los bajos de las distintas puertas que ahora ya no conducen a ningún lado. Su estado es realmente triste, sucias, corroídas y despintadas parece que lloran recordando lo que un día fueron y lo que son ahora.
A la salida, tras el edificio se encuentra un parque infantil. O eso tenemos que creer porque los vándalos y ladrones no han dejado ni los soportes de los columpios, ni los tornillos del tobogán, ni los anclajes de los bancos. "¿Aquí tienen que venir a jugar los niños?" se pregunta Manuel, que agrega que "evidentemente la culpa de que esto esté así es nuestra, pero la administración debería preocuparse por reponer el equipamiento urbano".
Todos los vecinos que se cruzan con el presidente de 'El Chiquitín' y con sus compañeros les dicen lo mismo. "No hay derecho a que nos tengan así". La situación en 'El Chicle' es complicada. Ciertamente se mezclan varios factores y algunos quedan fuera del alcance incluso del ayuntamiento, pero no cabe duda de que los servicios básicos que debería prestarse a todos los ciudadanos flaquean en esta zona.
Desesperados, suplican que se intervenga en la zona, al menos que se empiece rehabilitando los espacios afectados permitiendo recuperar unas calles transitables y que no estén plagadas de peligros para los viandantes. A partir de aquí habría que afrontar una complicada actuación para cortar de raíz los problemas estructurales que la convierten en uno de los puntos negros de Jerez.
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