“Nadie daba un duro por esta obra”. Los vecinos de Los Milagros, barriada marginal de El Puerto que lleva años luchando contra el estigma, están “con la boca abierta”. El cambio es abismal, incluso a algunos les cuesta reconocer estos pisos construidos en los años 60 caracterizados por viejos cordeles con ropa tendida y fachadas deterioradas por el abandono. “Son los que están pintados de colorado por debajo”.
Los doce bloques que albergan 380 viviendas se encuentran en la recta final de las obras de rehabilitación integral que se iniciaron en junio de 2022. Un proyecto de transformación que forma parte del programa de Áreas de Rehabilitación Integral (ARI) enmarcado en la Inversión Territorial Integrada 2014-2020 (ITI) de la provincia de Cádiz.
2,74 millones de euros para insuflar esperanza a un barrio olvidado durante años por las administraciones. Es la primera vez en la historia de esta zona que se acomete una actuación de este calibre a nivel de infraestructura. “Es una obra única, estos pisos no se habían tocado nunca”, dice Jose Antonio Mulero, presidente de la intercomunidad nº8 y secretario de la asociación.
Los rayos de sol resaltan la pintura de los edificios. “Yo me quedo embobada”, comenta Ana, de 70 años. En su rostro se dibuja una sonrisa. Esta lienense llegó con 18 años a El Puerto y ha vivido en sus carnes el deterioro. “Aquí me casé, me metí y me quedé”, cuenta mientras pasea por las calles de su barrio, con gran riqueza cultural al habitar en él latinoamericanos, andaluces o marroquíes.
"Ha costado muchísimo trabajo"
Hace más de 40 años emergió un movimiento vecinal que ha conseguido que hoy, una mujer se asome a la venta y diga “¿has visto lo bonito que han puesto mi portal?”. Muchas personas mayores que han fallecido en estos meses, no lo han podido contemplar. “Se nos han ido con la pena de no haber visto lo que esperaban durante tanto tiempo”, comentan desde la sede de asociación de Los Milagros, que, no hace mucho, “era un espacio cerrado donde se metían algunos drogatas a pincharse”.
La reforma que nadie se creía es una realidad. “Esto ha salido adelante gracias a la unión que ha habido entre los vecinos”, comenta Jose Antonio, que se instaló hace una década y se implicó en el arduo trabajo de hacer lo que esté en su mano para mejorar su hogar. Les ha costado “muchísimo” que se estén ejecutando labores de mejora de cubiertas, fachadas y eficiencia energética así como el asfaltado, la impermeabilización, el embellecimiento de las zonas comunes y la mejora del medio urbano y del entorno.
“Un gran logro” visible en las continuas reivindicaciones y en el apoyo que vecinos de otras barriadas han mostrado desde el minuto cero. La obra va con un retraso de cinco meses -”la burocracia, los papeles, lo que arrastraba la pandemia, la guerra de Ucrania”-, pero cuando llegue a su fin marcará un antes y un después.
“Supondrá un punto de partida, ha dado una inyección de vida a la barriada, la necesitaba tanto. Este proyecto era un sueño, una ilusión, y es muy satisfactorio ver que se está realizando”. Son las palabras de Roxana Cavero, presidenta de la asociación. La boliviana afincada en Los Milagros desde hace 15 años destaca la labor de la Fundación La Vicuña en el proceso. “Ellos han sido nuestro oxigeno, nuestras manos y nuestros pies”, expresa. Se han encargado de la parte técnica y han luchado por el proyecto que, según explica, “si llega a ser por el ayuntamiento, se pierde”.
Pese a que el equipo de gobierno les transmitió que ya era tarde, un técnico de la fundación presentó el trabajo y demostró que era posible hacerlo. Así, “con todo hecho”, cuajó. Roxana pone en valor a sus vecinos, por los que alza la voz las veces que haga falta. Los niños y las personas mayores son la razón por los que hoy está sentada en la sede y no en el salón de su casa.
“Cuando llegué vi que había muy poca participación, sentí que había una apatía vecinal y mucha distensión entre payos y gitanos. Pero creo que ha habido una evolución muy favorable y a lo largo del tiempo hemos ido trabajando”, sostiene.
En su barrio hay muchos niños y niñas de etnia gitana, mucho absentismo escolar, muchas mujeres mayores que duermen solas por las noches, mucho desempleo. Solo queda un negocio abierto, los demás cerraron por los robos, y los espacios comunes, apenas eran usados. Esto se suma al narcotráfico y a la ocupación.
"Los trabajadores sociales están ausentes"
Los políticos hablan de dignificar a los edificios, pero, ¿y a las personas?. Los edificios están saneados, cuidados, pero en sus entrañas aún queda mucho por hacer. “La parte social es la que hace falta aquí”, dice Roxana. Según transmiten a lavozdelsur.es, la Estrategia Regional Andaluza para la Cohesión e Inclusión Social en Zonas Desfavorecidas (Eracis) “no ha funcionado, se ha dejado notar muy poco”.
“Lo único que hace Servicios sociales es darles comida pero no les atienden como deben. Nunca he visto que trabajadores sociales vengan a las casas, a llegar al núcleo de los hogares y a preguntar sus carencias, están ausentes, y eso es lo más triste”, manifiesta la presidenta. En sus ojos hay dolor.
Habla de “fomentar la educación” como punto de partida para el cambio y pone el foco en las nuevas generaciones. Desde la asociación vecinal organizan actividades, trabajan con los más pequeños, les enseñan a respetar, pero no es suficiente.
“La población juvenil está dejada de la mano de Dios, nosotros no tenemos los medios para atenderles, hacemos lo que podemos”, dice la presidenta, que confiaba en la Eracis y en el Plan Local de Intervención en Zona desfavorecida del Ayuntamiento, “que es nulo”. Ahora que la barriada tiene otro color, reclaman el cuidado de sus residentes. Para ellos, es el siguiente paso.
Otra de sus reivindicaciones es que las autoridades actúen contra el vandalismo y la ocupación ilegal. “Esta barriada siempre ha sido castigada. Aquí nos han metido ha mucha gente indeseable, incívicos, personas que no respetan a los demás”, lamenta María Luisa Lobón, vecina histórica que llegó a la barriada hace 47 años.
“Pago mis impuestos, luz, agua, comunidad, y me sienta muy mal que personas que viven enfrente nuestra no paguen nada de eso y vivan como reyes.”, expresa esta vocal de la directiva que ha criado a sus hijos en Los Milagros. Hay familias que se enganchan al cableado y que se adueñan de los inmuebles vacíos de los que los bancos no se hacen cargo.
“Son las autoridades las que tienen que actuar, los vecinos no nos podemos encargar de poner limites. Mientras estemos peleándonos entre nosotros no vamos a conseguir nada. No somos nosotros los que debemos pararlo”, comenta Roxana, que califica a estas personas como “tumores malignos que dañan la infraestructura y la convivencia”.
"Era una barriada maravillosa"
En las calles, algunos vecinos no pierden la esperanza de que la reforma sirva para reconducir la historia de su barriada. Mientras otros lo ven muy complicado. “El mal está en la barriada", dice Ana María Caballero, portuense que vive en Los Milagros desde hace 64 años. Ella fue una de las primeras vecinas que se instaló “cuando Rebollo entregó las llaves”. Solo tenía dos años, pero cuando empezó a tener uso de razón vio que “era una barriada maravillosa, llena de personas trabajadoras y honradas. Las fiestas que hacíamos eran únicas”.
Sin embargo, “todo se ha echado a perder”, dice mientras participa en el taller de costura junto a otras vecinas.
El declive se apoderó del barrio, pero tras años de “golpes en la mesa, patadas de puertas y no esperar sentados”, consideran que es momento de tomar otro rumbo. El trabajo ha merecido la pena y se respiran aires de optimismo.
Hay alegría y ganas de que Los Milagros mejore. Maribel, portuense que lleva 38 años en la zona, sale del pequeño almacén de alimentación Toni. “Hacía falta, estaba muy mal. A ver si resurge como el ave fénix”, comenta.
Desde la asociación seguirán insistiendo para lograr subvenciones del Ayuntamiento “que no tenemos desde hace años, solo para actividades puntuales”. Para que no solo cuenten con la ayuda económica de la Diputación de Cádiz. “Nosotros no nos vamos a bajar del carro y pedimos a todos los vecinos que se suban a él”, dice Roxana.
Ana y Maria Luisa se detienen en una esquina y levantan la vista. “Las farolas son nuevas, con luces LED”, comentan con ilusión.
-”A ver cuánto dura”, suspira un vecino.
-”Esperemos que se mantenga, sería una lástima”, dice otra.
Una nueva era para esta barriada portuense desde la que lanzan un deseo una tarde gélida de enero. “Convivamos”.
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