"Una intenta ser fuerte, pero su habitación, su cama, sus máquinas... y él no está", dice Sara Casas, una madre de Dos Hermanas que vive lejos de su hijo de siete años desde que, el pasado verano, la Junta de Andalucía le retirara su custodia por desamparo, tras dar positivo en antidepresivos tras unos análisis de orina realizados en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Desde entonces lleva reclamando que se le repitan para comprobar su fiabilidad, pero de momento no lo ha conseguido.
El pequeño estaba ingresado en el centro hospitalario sevillano después de sufrir una de sus crisis. Emilio, de siete años, padece el síndrome de Pierre Robin, una enfermedad congénita extremadamente rara que provoca anomalías en los dedos y las características físicas faciales, y también puede que en el corazón. "Parálisis cerebral, malformación cerebral, parada respiratoria...", enumera Sara algunos de los males de su hijo, con el que está deseando volver a vivir. Para ello ha interpuesto una demanda, ha convocado concentraciones —la próxima será el 11 de marzo en el hospital sevillano— y hasta se ha planteado una huelga de hambre. "No veo lógico lo que han hecho", dice, cuando habla con lavozdelsur.es.
"Lo que quiero es recuperar a mi hijo, nada más", expresa Sara Casas. "Suena duro decirlo, pero los niños con estas enfermedades tienen una esperanza de vida de tres años y él tiene siete, por lo que si se muere que sea en mi casa". Sara visita cada 15 días a Emilio, que se encuentra en un centro de protección de menores de la provincia de Sevilla. "Lo veo regular, se le nota triste", sostiene la madre, que desde que le retiraron la custodia vive sola. "Soy madre soltera, la única que lo ha cuidado", señala con pena.
Emilio ingresó en el Hospital Virgen del Rocío, en agosto del año pasado, tras pasar un proceso febril, agravado por una dificultad respiratoria que hizo a la madre trasladarlo hasta el centro hospitalario, donde entregó un documento con la medicación impuesta al pequeño, entre ella, unas gotas de nombre Largactil, que contienen clorpromazina. "Mi niño entró en coma. Tomando esas gotas nunca le pasó nada en casa, y en el hospital casi se muere", explica la madre. Ella achaca a este medicamento el positivo en antidepresivos, por la elevada dosis que recibió. "Hemos ido a los tribunales", reseña, "no sé qué ganan con llevárselo".
Después de que Emilio tomara Largactil, se puso "pálido" y "sudoroso", y tuvo pérdidas de conciencia, por lo que el personal médico le realizó unos análisis de orina, que reflejaron el positivo en antidepresivos. Sara no daba crédito, porque llevaba tiempo tomándolo en su domicilio, sin que tuviera estos efectos secundarios. La madre recibió un parte judicial, y la Policía Nacional la retuvo en la habitación, tras lo que Emilio fue trasladado a un centro de protección de menores.
Un informe psiquiátrico al que ha tenido acceso lavozdelsur.es, de febrero de 2021, recoge que "la sedación manifestada puede deberse al fármaco (clorpromazina) prescrito al menor para los vómitos, como había ocurrido semanas antes" y agrega que "el hallazgo de tasas de antidepresivos en la analítica practicada puede ser un artefacto (falso positivo) producido por los fármacos prescritos al menor, existiendo referencias bibliográficas al respecto".
Sara Casas sigue reclamando que se le administren las gotas, como recomendó el médico que lo atendió, y luego se le repitan los análisis a Emilio para determinar si el positivo en antidepresivos hay que achacarlo a este medicamento. “Le retiraron al niño del hospital de una manera brusca y sin poder despedirse”, asegura Álvaro Castillo Fontalba, el abogado de Sara Casas. Ella asegura que la han tratado como a una "asesina". “La medicación se la mandó la pediatra y se la administraban las enfermeras", recuerda Sara, por lo que considera que se trata de una "negligencia médica". La madre ha interpuesto reclamaciones en el hospital y denunció al centro hospitalario y a la pediatra que prescribió el medicamento. Su abogado también trabaja para revocar el expediente de desamparo.
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