Se les conoce como células senescentes o zombis y juegan un papel decisivo en el proceso de envejecimiento y, por consiguiente, en la aparición de diversas enfermedades relacionadas con la edad.
Están repartidas por todo el cuerpo y son como esos villanos de ficción que reparten el mal. En este caso, su papel es liberar moléculas nocivas que se encargan de degradar los tejidos del organismo y, a partir de ahí, afectan a la cognición, además de debilitar nuestro sistema inmune.
A medida que envejecemos se van multiplicando como un ejército que se repliega y va invadiendo territorios. Las células zombis van ganando su terreno para provocarnos problemas de salud. El cáncer, la inflamación crónica, la artritis, la diabetes tipo 2 o la degeneración de tejidos son algunos de los efectos negativos.
Cuando somos jóvenes, nuestro sistema inmune logra la victoria en muchos casos y derrota a muchas de ellas, pero otras salen airosas y van sobreviviendo al paso del tiempo.
Durante los últimos diez años, varios grupos de científicos están estudiando e investigando cómo hacer frente a estas células zombis para que podamos vivir con una mejor calidad de vida y, de alguna forma, se ralentice el proceso de envejecimiento.
Los estudios están encaminados a conocer cómo se forman y cómo se enfrentan a nuestro organismo. Para combatir la acumulación de estas células senescentes, las investigaciones recientes hablan de la utilización de senolíticos –un tipo de fármaco– para poder eliminar de manera selectiva estas células.
Igualmente, se puede luchar contra ellas con el consumo de antioxidantes a través de la dieta o suplementos para reducir el estrés oxidativo y manteniendo un estilo de vida saludable con una alimentación equilibrada y ejercicio regular.
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