Marcos Carribero, el adolescente jerezano con tres cardiopatías congénitas, está acostumbrado a pasar estancias en hospitales, pero recientemente ha vivido una mala experiencia —otra más— que sumar a su larga lista de malos tragos.
Estando en casa, Marcos empezó a vomitar, cada vez con más frecuencia, y se pasaba el día durmiendo y sin apenas comer ni beber. Sus padres, Juan Carribero y Ana María Moreno, lo llevaron a Urgencias del Hospital de Jerez. Ese día estuvieron esperando casi ocho horas. Tras conocer los resultados de la analítica los mandaron para casa, porque Marcos “no tenía nada”.
Pero cuando se le pasó la anestesia, ya en casa, Marcos seguía sin comer ni beber, ni tampoco hacía sus necesidades. Se pasaba todo el día con la mano en la cabeza, porque le dolía, según se quejaba. “Volvimos a Urgencias porque se estaba deshidratando”, cuenta Juan, su padre, a lavozdelsur.es. “El niño se estaba autoconsumiendo, estuvo toda la noche con un gotero, se repuso un poco y de nuevo para casa”, cuenta.
Así que, de nuevo, tuvieron que volver al Hospital de Jerez por tercera vez en pocos días. “Algo ha fallado, hemos ido tres veces por lo mismo”, se queja Juan. Al final, tuvo que ser el cardiólogo de Marcos, José Félix Coserria, pediatra especialista en cardiología y hemodinámica del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, quien insistió para que no le dieran el alta al joven sin que estuviera totalmente recuperado.
“José Félix llamó a Urgencias”, cuenta Juan Carribero, que tiene su teléfono, por lo que no dudó en llamarlo, “para decirles que tenía que estar varios días para hacerles pruebas”. Después de estar dos días con el gotero puesto, Marcos empezó a recuperarse. “Al segundo día ya se sentaba en la cama, no le dolía la cabeza y estaba pidiendo comida”, recuerda su padre.
“No sabemos por qué no hicieron eso desde el primer momento”, se queja Juan. “Le han hecho pruebas de todo tipo pero no nos dicen qué le ha pasado”, reseña. “Hasta que no llamó el cardiólogo no lo dejaron más tiempo hidratándose”, recalca. “Nosotros no somos médicos, pero si un niño no come y no bebe se deshidrata, eso un médico lo sabe perfectamente”.
“Cuántas cosas nos quedan por cambiar todavía en nuestra Sanidad: salas de espera abarrotadas de personas, sea de la enfermedad que sea, sin miramientos de nivel de enfermedad o grado”, se quejaba Juan Carribero en redes sociales, los días que estuvo con su hijo en el Hospital de Jerez.
Los padres de Marcos Carribero también se quejan de que los avances conseguidos por la familia para los centros de salud y hospitales de la provincia están “olvidados”. Como el dispositivo con luz infrarroja que ayuda a detectar venas en pacientes pediátricos con capilares difíciles, que vieron en el Boston Children’s Hospital, donde el joven ha sido operado en varias ocasiones.
“Le presentamos la idea a Julio Egido —antiguo gerente del Hospital de Jerez— y se compraron unas cuantas —una de ellas se instaló en el centro de salud de La Milagrosa—, pero nadie sabe qué ha pasado con esas máquinas”, lamenta Juan. “Estamos luchando para que funcione lo mejor posible el hospital, pero no le dan la utilidad que tienen que darle”, señala. “En cuanto se reponga me lo llevo a Sevilla para que lo vea José Félix (Coserria)”, recalca.
Comentarios