El terrible incendio en un piso de la barriada de La Hispanidad, una de las zonas desfavorecidas de Huelva, deja un piso calcinado, una familia destrozada, dos hermanos fallecidos, José Manuel (15 años) y Noelia (24), y un desolador retrato de la Andalucía de la miseria, la que oculta la propaganda y el ruido político a ninguna parte. La mujer fallecida, a su vez, era madre de un bebé de apenas 17 días que permanece en estado grave en la UCI pediátrica del hospital onubense Juan Ramón Jiménez y de otro pequeño de 2 años, que ya ha recibido el alta, al igual que su padre, un varón de 26 años.
La abuela de ambos, de 50 años y madre de los dos fallecidos, también sigue ingresada sin cambios, con el 30% de su cuerpo quemado, en la unidad especializada del Virgen del Rocío de Sevilla. Su tercera hija, con 19 años (y madre de un bebé de nueve meses), también pudo escapar de las llamas, al igual que dos hermanas de la abuela y tías de las víctimas, con 49 y 43 años. Todos han sido ya dados de alta.
En total, vivían once personas en un piso de apenas 60 metros. Es la cruda realidad que esconde el brutal suceso: la pobreza tras las llamas. La Hispanidad es una de las barriadas de Huelva con mayor densidad de población, según recogen los diagnósticos de intervención autonómica en zonas como ésta, considerada en exclusión social dentro del municipio. Paco, el abuelo que también residía junto a su mujer, hijos, nietos y cuñadas en el piso, ya había abandonado la vivienda aquella mañana fatídica para salir a faenar en el Atlántico. Era el undécimo residente del piso. El piso de una familia claramente hacinada. Como tantas otras en una tierra donde siete de cada diez andaluces tiene serias dificultades para llegar, si llega, a fin de mes. Paco fue quien había desterrado al balcón esa estufa. Algún miembro de la familia, pelado de frío estos días de crudo invierno, debió volver a encenderla en el interior de este modesto piso de la barriada onubense.
Era martes, apenas pasaban diez minutos de las siete y media de la mañana del día después de Reyes. El brasero fue el detonante, apunta la investigación, de una tragedia que empezó por achicharrar el salón y acabó partiendo en dos a esta familia inundada de dolor por las pérdidas y de preocupación por quienes siguen graves tras el siniestro. El llamamiento solidario para recopilar ropa, artículos de higiene y muebles ha partido desde la propia asociación de vecinos del barrio. Una vez más, los colectivos vecinales, la comunidad, por delante de las administraciones públicas. Una vez más, la tragedia en la casa de los que menos tienen. Ha sido un piso de una barriada de Huelva, pero podía haber sido un piso de Los Pajaritos, en Sevilla, o recientemente, en la Estancia Barrera, en Jerez. Nadie tiene la culpa de esta desgracia, pero esta desgracia ofrece una aciaga radiografía de la desigualdad en una comunidad con una tasa de paro del 21,8%.
Si no hubiese ardido el brasero, once personas habría seguido habitando un techo de 60 metros. Apretados y con pocos recursos. Sin atención de nadie. Con planes grandilocuentes para los barrios que nunca llegan, muchos de ellos financiados con cuantiosos fondos europeos que nadie supo nunca cuál fue su destino. Con vagas promesas de empleo con un paro crónico y estructural que fuerza al exilio o no permite emanciparse a una pareja joven con dos pequeños. La baja formación, las malas juntas, los problemas familiares para llegar a fin de mes, los embarazos no deseados... no sabemos nada de ellos, salvo que ahora son noticias por la tragedia. No sabemos nada de muchos otros, que solo figuran en las listas de la pobreza severa y la exclusión social que ofrecen instituciones como Cáritas y que, en ocasiones, los políticos no quieren ni oír hablar de ellas. Como no tienen rostros, no importan.
El Ayuntamiento onubense ha puesto a disposición de los afectados atención psicológica en el momento que la soliciten, y abordará de manera individualizada, ahora, "sus necesidades en cuanto a vivienda futura para cada una de las unidades familiares que convivían en la misma casa". Recuerden, eran once personas en 60 metros. Y un devastador incendio. "Nos hemos visto desbordados", lamentaban los bomberos al acceder al inmueble para sofocar las llamas.
Con la crisis, expone el Informe sobre el Estado de la Pobreza en Andalucía, que elabora cada año la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, "los precios de la vivienda en venta y del alquiler no se han equilibrado con respecto a los ingresos de las familias, que han disminuido aún más". En 2018, asegura este mismo documento, Andalucía se situó como la segunda comunidad en número de ejecuciones hipotecarias: 5.067 ejecuciones. En términos absolutos, unas 670.000 personas, 235.000 más que el año pasado, viven en condiciones de Privación Material Severa en la región (no pueden permitirse una comida de carne, pollo o pescado cada dos días o no pueden permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada). A veces cuando tratan de calentarse, arde todo.
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