Hace frío, el sol no luce, pero el brillo de los ojos de Sara Tur Linares ilumina el parque de Los patos de San Fernando. Con una sonrisa, esta gaditana de 28 años -residente en La Isla-, se dispone a contar sus inquietudes en una sociedad a la que le resulta complejo comprender su realidad. “Me cuesta entender los dobles sentidos y el tema de hablar con la gente”, expresa desde un banco.
Con 13 años se convirtió en una de las 450.000 personas con Trastornos del Espectro Autista (TEA) diagnosticadas, según la Confederación Asperger España. Concretamente su batalla se llama síndrome de Asperger, un trastorno del neurodesarrollo que le afecta a la hora de comunicarse y relacionarse con otras personas.
Sara es neurodivergente, “una palabreja”, como ella dice, que indica que su cerebro aprende, funciona o procesa la información de manera diferente a la mayoría. Pero eso no es un obstáculo para dejar volar su imaginación y dar rienda suelta a una de sus pasiones: la escritura.
Bajo el pseudónimo de Julia R. -un nombre que le gusta unido a la inicial del apellido de un familiar- ha escrito una novela en la que exprime sus entrañas y no esconde su forma de sentir. “Escribo desde siempre. Tengo un montón de cosas guardadas”, comenta.
No se cierra a ningún género y sus palabras fluyen según el momento. “Me inspiro mucho en Pinterest y en personas de mi alrededor, a raíz de eso sale todo”, confiesa la gaditana que el año pasado recató uno de sus borradores del ordenador y lo reescribió.
Después, se le ocurrió que podía mandar sus páginas a una editorial –“me sentí con fuerzas”- y así lo hizo. Había visto que una compañera escritora se había animado a realizar una campaña de crowdfunding y pensó: -¿Por qué no?
“Mandé la novela sin pretensión ninguna y me dijeron que les interesaba”, cuenta a lavozdelsur.es. Su sueño de ver sus frases en formato físico ya no parecía tan inalcanzable y abrió una campaña en Libros.com en la que ya ha recibido el apoyo de muchas personas. Aún quedan once días para poder ayudar a Sara a “visibilizar la salud mental”.
Al fin y al cabo, es ese su objetivo. La autora está convencida de que el reflejo de su mundo interior puede ser útil a los lectores para vencer las dificultades de la vida. Al proyecto literario le llamó Simplemente monstruos, título que, según ella, eligió “porque creo que al final todos tenemos unos monstruos con los que lidiamos. Y es una manera de decir, vamos a minimizarlos un poquito”.
Sara trata esos monstruos a través de León, el protagonista de la historia, que durante los renglones se dedica a intentar lidiar con su salud mental, esa que tanto se descuida en estos tiempos. “De alguna manera, le pongo voz a esos pensamientos que surgen cuando estás ahí y no avanzas”, sostiene.
Además de reflexión, en la novela “no todo es triste, también hay un poco de humor” y se adentra en cómo gestionar esos obstáculos que, a veces, impiden seguir adelante y que acompañan a todas las personas en su etapa vital.
Pero la literatura no es lo único con lo que disfruta la gaditana. Desde hace unos tres años asiste dos días a la semana a clases en la academia de teatro Juana La Loca. “Me encanta el arte dramático y me ayuda muchísimo”, dice Sara que tuvo ciertas dificultades al principio.
Según cuenta su madre Rocío, “estaba callada, mirando, le gustaba todo lo que veía y se sabía la letra de los compañeros porque tiene muy buena memoria”. Cuando no se siente segura, enmudece. Sin embargo, la gaditana venció sus barreras y logró soltarse y empezar a participar en obras de microteatro junto a los demás.
Las artes escénicas han sido terapéuticas para ella. Ahora, está dispuesta a encarnar todo tipo de personajes, “ya sean buenos o malos, les cojo mucho cariño”.
Con el viento de cara, Rocío mira a su hija y recuerda las veces en las que se descomponía cuando se subía al escenario del colegio y destaca el crecimiento personal que ha experimentado. “Cada día lo hace mejor, y la quieren un montón. Al final de la obra, siempre hay alguien que sabe que tiene que darle la mano para que salga a saludar”, dice valorando ese detalle.
Durante el confinamiento, continuó de forma virtual y cuando acabó, volvió al espacio con mascarillas y calcetines. Sara está encantada con la actividad. Con esfuerzo y perseverancia, aprende a convivir con sus monstruos en el complejo camino de la vida.
Comentarios