"Al final los vencedores se creyeron sus propias mentiras. Porque una mentira, repetida mil veces, se convierte en una realidad también para la mente de quien miente". Habla José Luis Gutiérrez Molina, doctor en Historia y miembro de la Plataforma por la Memoria Histórica de Cádiz. Hace referencia a la ‘Usurpación en la España Franquista’ en un contexto donde el tema es de plena actualidad de Sur a Norte. Desde el Cortijo de Gambogaz hasta el Pazo de Meirás, concretamente.
Las apropiaciones no comenzaron después de la guerra, sino que lo fue prácticamente desde el Golpe de Estado. "Va a haber un proceso de robo, cada vez más organizado, que comienza con la propia entrada en las ciudades que iban siendo ocupadas y en donde el nuevo comandante militar golpista se instala en las casas de los alcaldes, o bien de republicanos que tenían una buena casa. Se las quedan para su uso y esa usurpación se materializa y continúa en el tiempo", expone Gutiérrez Molina. Pasa lo mismo con los locales sindicales y de partidos políticos. Ya en el verano del 36, las máximas autoridades de los golpistas, crean una especie de comisiones de incautación que se van a encargar de ordenar y gestionar todo lo robado.
"Va a haber un proceso de robo, cada vez más organizado, que comienza con la propia entrada en las ciudades que iban siendo ocupadas"
También existieron espéculos monetarios, como incautaciones de cuenta o el dinero requisado a los detenidos. "Una de las situaciones más surreales que yo he vivido como investigador ha sido en el Archivo Militar de Sevilla, donde al abrir un sumario es habitual que te aparezcan en su interior varios miles de pesetas que en aquel momento fueron requisadas al detenido y ahí permanecen", narra el historiador.
En Andalucía tenemos como ejemplo más destacado el Cortijo de Gambogaz, un 'regalo' del Ayuntamiento de Sevilla en 1937 al golpista Queipo de Llano. Aunque no es la única propiedad entregada en extrañas circunstancias a los fascistas. En la capital gaditana se encuentra el polémico chalé del general Varela, pagado con donaciones de los afines al régimen, pero también con 'donativos' impuestos a los vecinos. De igual manera ocurrió en Galicia con el palacio de Franco.
Cortijo de Gambogaz, fotografiado desde lo alto de una muralla que cerca la propiedad. FOTO: R.S.
El Pazo –antes de Franco- no era un palacio. Eran dos torres donde la escritora Emilia Pardo Bazán construyó un espacio de creación literaria. Allí se reunía con personajes de la literatura española, descansaba y se dedicaba a la producción literaria. "Nosotros reivindicamos la figura de doña Emilia, ya que ella es lo importante de Sada y de Meirás", expone Fernando Souto, socio-fundador y presidente de la Comisión de Memoria Histórica de A Coruña y actualmente presidente de esta entidad. "Franco es un tema temporal y que esperamos que pase con la historia y quien quede sea doña Emilia y su creación literaria. Espero que las generaciones futuras algún día recuerden las Torres de Meirás como el espacio de creación literaria que fue y no como el lugar donde vivió el 'caudillo por la gracia de Dios'".
Durante la Guerra, los militares quisieron buscarle una casa al 'generalísimo' "y a Franco le mola tener un Pazo". Las Torres estaban hipotecadas por aquel entonces por el Banco Pastor por una cantidad de 400.000 pesetas. Para comprarle a Franco esta casa, los militares, curas y demás afines, acuden casa por casa de la zona para recaudar ese dinero, pero no consiguen alcanzar la cantidad. "Finalmente utilizan fondos de guerra para pagar el Pazo y lo que hay a su alrededor. El 5 de diciembre de 1938 se entrega el Pazo al jefe del Estado".
"Dentro del Pazo había un Mercedes que le regaló Hitler a Franco. El dictador decide que el coche era patrimonio nacional, porque consumía mucho, pero el Pazo era de él".
Para conseguir las tierras colindantes obligan a los vecinos a vender sus tierras. "Tenemos testimonios de nietos a los que sus abuelos les contaron que ante notario figuraba la compra pero que nunca recibieron el dinero", expone Souto. Mientras que en 1938 el Pazo se registró a nombre del jefe del Estado, dos años más tarde Franco lo pondría a su nombre. "¿Quién entrega el Pazo a Franco? -se pregunta Souto-. Porque en el 41 él decidió que era de él. Como anécdota, dentro del Pazo había un Mercedes que le regaló Hitler a Franco. El dictador decide que el coche era patrimonio nacional, porque consumía mucho, pero el Pazo era de él".
En el año 2004 por primera vez se manifiesta un grupo para pedir la devolución por parte de la familia de Franco del Pazo al Estado español. Desde entonces se ha ido convenciendo a la opinión pública poco a poco. Pero no es hasta el pasado 2017 cuando se crea la Junta por la Devolución del Pazo de Meirás, que empieza a tener respaldo por parte de las instituciones e incluso del Partido Popular. Incluso "el abogado del Estado nos responde con una carta resaltando que el propio informe dice que Franco era un ladrón y lo acusa de malversación", apunta Souto.
Actualmente ha sido el Parlamento de Galicia, con unanimidad de todos los grupos políticos, quien ha instado al Estado a que inicie las acciones legales necesarias para la recuperación pública del Pazo de Meirás. Mientras tanto, en Andalucía comienzan a darse pasos en la misma dirección para sacar a Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena y expropiarle a sus herederos el Cortijo de Gambogaz. Aunque, hasta el momento, el Parlamento andaluz no se ha pronunciado al respecto. Son los colectivos memorialistas quienes marcharán en octubre al 'Pazo de Meirás' andaluz para solicitar lo que fue robado.
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