"Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible", dijo el torero Rafael Guerra Guerrita usando esa sabia filosofía que nace del pueblo y que bien define las circunstancias en las que las cosas, cuando son imposibles, no tienen solución. Es una forma de dar lógica a lo que sucedió el domingo, pese a que en los adentros del Jerez cofrade se guardaba la esperanza de que todo cambiara, lo que no sucedió.
La jornada de arranque de la Semana Santa amaneció con nubes sucias. No era lo que se deseaba. Se quería que los pronósticos cambiaran o fueran mejorando con el paso de las horas. “He visto los partes por horas y algo ha cambiado a mejor”, decían unos y otros en las puertas de las iglesias, pobladas de cofrades y visitantes, en un intento de dar luz y color a un día que todos esperaban brillante era la imaginación más amable. Finalmente, con la caída de la tarde, apareció la lluvia y el viento, una lluvia sucia y que no iba a solucionar nada, por supuesto ni la sequía.
La secuencia de la tarde fue de locos, como cabe esperar cuando el cielo dice no al buen tiempo. Sorprendió la decisión de la Hermandad de Pasión, que pese a lo lejano de su ubicación, anunció que salía. Abrió las puertas de la capilla de Santa Ángela de la Cruz y situó la cruz de guía. La Hermandad del Perdón hacía lo mismo.
Entre tanto, La Coronación anunció suspender la salida procesional al igual que La Estrella, mientras que El Transporte pedía a la Unión de Hermandades una hora de plazo para tomar la decisión definitiva.
En este relato de una tarde para olvidar, empezó la lluvia a caer con más fuerza. Ya no había hueco para esperanzas, la suerte o pensar en el ‘por si acaso’. Pasión dio media vuelta y con chicotás larguísimas, gracias al cuadrillón mandado por Ezequiel Simancas, entre aplausos incluso desde los balcones de las viviendas por las que pasaban, pudieron alcanzar de nuevo su templo no sin que antes recibiera la insistente lluvia que caía en la ciudad.
Lo mismo hizo El Perdón que acababa de salir. Volvió a la ermita de Guía rápidamente escapándose de lo más crudo de las precipitaciones. Pasó la hora de permiso y El Transporte dijo que se quedaba en casa. No se esperaba otra decisión. A lo pocos minutos la cofradía abría las puertas de La Merced y llevó a cabo el retranqueo de los pasos para situarlos al pie de la iglesia, donde los priostes procederán a su desmontaje.
En la cofradía de hábito mercedario no se hacen las cosas sin más. Les gusta gustarse aunque sea en los momentos difíciles. Así que cumpliendo con sus formas, la banda de la Centuria Macarena entró en el templo y puso su exquisito toque tras el paso mientras que los costaleros lo llevaban a su sitio. Incluso dio una levantá el director de la formación sevillana, a lo que siguieron algunas saetas en voces santiagueras.
Fueron unos minutos intensos y sin desmadres, pese a que seguramente le lloverán a la hermandad críticas desde la ortodoxia cofrade por mover los pasos con música dentro del templo pese a suspender la salida. El que no conozca a esta hermandad y su gente nunca entenderá que es esta una forma particular de expresar su devoción y en esto de las cosas del sentimiento solo las comprenden los que las han mamado desde su cuna cofrade.
Otros ambientes radicalmente distintos se vivieron en los restantes templos de hermandades afectadas conforme a sus respectivos carismas. Las Angustias rezó el Vía Crucis como mandan sus reglas. También sucedió lo mismo en La Estrella. En La Coronación se rezaron unas preces, también en El Perdón mientras que en Pasión se guardó el paso y se hicieron algunas levantás como homenaje a los hermanos junto a una gran saeta de Macarena de Jerez: ‘Camina lento y cansado, padre mío, que hasta el color llevas morao del sufrimiento y dolor’.
Por cierto que la cofradía que linda con la ronda Juan Carlos I tenía como invitados especiales al vicario General y capellán mayor de la Policía, Jesús Ángel Aguilera, y la comisaría Concha Ramos, jefa de la Comisaría del Congreso.
‘Ahí queó’ el Domingo de Ramos de calles mojadas, de soledad en la Carrera Oficial, de lágrimas en grandes y pequeños, de silencios, sin bullas, sin gente en los bares, hosteleros con dos palmos de narices, de camareros de brazos cruzados, de trajes mojados y peinados deslucidos, de carritos de chuches tapados con plásticos y de caras torcidas de sus propietarios… Un sinfín de estampas que nos enseñan la cara más triste de la Semana Santa.
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