Después de dos años de pandemia, la Semana Santa ha regresado con fuerza a Jerez. Han vuelto a nuestras calles los nazarenos, las procesiones, las aglomeraciones y los puestos ambulantes. Sin duda los carritos cargados de todo tipo de golosinas, frutos secos y trompetas y tambores para los más pequeños son ya un clásico de la Semana de Pasión y, según comentan, no están notando ningún cambio significativo con respecto a la situación previa a la pandemia.
José, un veterano en estas lides, explica que el negocio se ha mantenido a pesar de todo lo que ha ocurrido. "La gente tenía ganas de volver a salir y están comprando mucho”, asegura. Según él, los clientes son muy fieles, “a muchos de nosotros nos conocen desde pequeños, de modo que mantenemos una clientela fija. Siempre vienen a comprarnos a nosotros”. Acerca de la higiene comenta que siguen las normas a rajatabla. "Tengo el gel a mano siempre y respeto la distancia de seguridad, sobre todo cuando veo que hay mucha gente. Aunque el covid haya bajado tenemos que seguir teniendo cuidado", dice.
No obstante, José se muestra contrariado con las cuotas que tienen que abonar al Ayuntamiento para sacar a la calle sus carros. "La licencia cuesta 152 euros, que es más barato que otros años, pero sigue siendo mucho dinero. Además tenemos que sumar el seguro del carro, la compra de género, etc. Cuando nos damos cuenta se nos han ido casi 500 euros”. Por otro lado también critica la subida de precios a la que se enfrentan en estas fechas. "Yo saco el carrito todo el año y, por ejemplo, compro el paquete de pipas a 50 céntimos. Cuando llega la Semana Santa los tengo que comprar a un euro. Nos estamos poniendo la zancadilla nosotros mismos”.
Otro de los problemas a los que se enfrentan es el de los ilegales. “Yo veo por la Calle Larga a unos cuantos que no tienen licencia y van con los carros y las cestas de mimbre para arriba y para abajo. ¿Para qué está la Policía si al que se acercan es a mí para ver si tengo los papeles en regla?”, se pregunta.
Ismael, otro vendedor ambulante, también está disconforme con los dictados municipales, aunque en este caso por el tema de la venta de bebidas, ya que "desde que los bares del centro se quejaron el Ayuntamiento no nos deja vender refrescos, solo agua. No me parece justo, nosotros somos como un bar o un kiosko pero en movimiento”. Sobre las medidas higiénicas explica que no se les ha exigido nada concreto pero que ellos toman las precauciones necesarias. "Nosotros llevamos el bote de gel hidroalcohólico y nos lavamos las manos cada vez que vendemos algo o cuando nos dan una moneda o un billete”.
De igual modo, Ismael afirma que los clientes también están concienciados, porque “todavía viene mucha gente con mascarilla y las madres le dicen a los niños que primero elijan lo que quieren y luego lo cojan para no tocar más de la cuenta”. Aún así, es consciente de que el temor inicial al covid ya se ha desvanecido casi por completo. "Llevamos dos años de pandemia. Las discotecas están abiertas, la mascarilla dejará de ser obligatoria la semana que viene, es normal que la gente tenga cautela pero que vengan como si nada”.
Pese a las diferencias con el Ayuntamiento, la visión general de los vendedores ambulantes es positiva. La gente está saliendo y, aunque con precaución, se acercan a estos negocios en movimiento. Las ganancias no son tan elevadas como muchos pudieran pensar pero más o menos siguen en la línea de los años previos a la pandemia. Aún así existe una preocupación externa que comparten todos: la lluvia. "Esperemos que el tiempo siga soleado porque los días que ha llovido han sido terribles”, proclaman.
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