Alberto Rodríguez (Camas, 1971) entra en el bar que sirve de ambigú para el cine de verano, el Astoria, que se estrena en Jerez con una de sus películas. Es La Taberna del Segura, donde se realiza la entrevista. Es un patio interior, con plantas, esculturas, cuadros. Pone ojos de rascarse la cabeza inquisitivo. Después se le preguntará si ha pensado algo, si ve cine ahí. Si era un director pensando escenas. Si su mente funciona de otra forma. "No, no sé, no, las cabezas de los directores funcionan como las de todo el mundo, supongo".
Un mutlipremiado, recordado por La Isla Mínima —10 premios Goya—, El Hombre de las Mil Caras, Grupo 7, 7 Vírgenes, o la serie La Peste. En plena efervescencia, cerca de los 50. Lleva tiempo siendo su momento, un rostro sin el que no se entiende el cine andaluz. Y en andaluz. Tan andaluz que empezó en Canal Sur. Un hombre sencillo que habla sin estridencias, sin boutades, tan propias de su sector, a pesar de que sabe que ya todos le miran.
Cumple 20 años este 2020 desde que rodó, casi sin recursos, su primer largo: El factor pilgrim. Tiene tres cabezones en su casa: mejor guion original y dirección por La isla mínima, y mejor guion adaptado por El hombre de las mil caras. Ha estado nominado otras seis veces.
¿Qué tienen los cines de verano?
Lo más bonito del cine de verano es el acto. Un acto social, en comunidad, al fresquito... Eso es maravilloso. Si tiene ambigú, mejor. La rebequita y el bocadillo en el cine me han acompañado en la infancia.
¿Cómo llega al cine un chaval de Camas, tierra de toreros y futbolistas?
Y de cineastas. Hay montadores, gente de sonido... Dani de Zayas, ganó el Goya, es de mi calle. Yo quería estudiar periodismo, pero al final hice Imagen y Sonido. Miguel Ángel Fernández, un amigo, de Canal Sur, me dijo que no como favor personal. Eso era 1989. Iba primero para divertirme. A mí lo que me gustaba era la literatura, pero en la facultad me di cuenta de que lo que me gustaba era contar historias y que el cine era más multidisciplinar.
¿Cómo era aquella Sevilla de los 80 y 90? Ya la trasladó al cine en Grupo 7.
Una cosa muy extraña, de mucha riqueza y mucha pobreza.
¿Y para hacer cine?
Nada en absoluto. Empezamos a hacer películas porque no sabíamos que no se podían hacer. Lo normal era irse a otro sitio.
¿Existe un cine andaluz realmente?
No sé si existe, pero noto una evolución. En 30 años se ve ese empuje, porque entonces era desolador. Somos una generación muy obstinada. Además de directores, hay otros creadores, hay otras personas que lo hacen, como Alex Catalán, director de fotografía, por ejemplo.
Es un momento complicadísimo, para todos, no solo para la cultura. No sé cómo voy a matricular a mis hijos en septiembre"
Unos años 90 donde ya empieza lo audiovisual a crecer con Canal Sur, o las primeras privadas.
En Canal Sur hice primero Qué pasó con..., para unos meses. Me quedé cuatro o cinco años, haciendo programas. He contribuido a que la televisión sea un electrodoméstico peor (ríe).
En aquellos años llegó Solas, que quizás lo cambiara todo.
Benito Zambrano y yo nos cruzamos mucho. Él empezó por la puerta grande con Solas, nosotros a lo loco haciendo El Efecto Pilgrim. Somos los mismos, la generación del Cinexin, gente de Sevilla o Cádiz. Entonces se dieron cuenta de que hacíamos cosas en el Sur. Pero es complejo. Un director que hace una película fuera, ¿eso es cine andaluz?
Dicen de usted que es muy trabajador en sus películas.
Todos trabajamos muchísimo.
Pero quizás de usted lo digan más.
Quizás lo dirán los actores, que soy muy pesado y trabajo mucho con ellos, me gusta perseguir las cosas pequeñas. Pero no conozco a un director que sea flojo. En el cine se trabaja mucho. Si no trabajas, puedes tener suerte y que te salga una bien, pero luego no. Estamos un día de fiesta, en los Goya. Pero el resto del tiempo es trabajar. Cuando acabas, sí hay una explosión emocional. No he visto a tanta gente llorar como en La Isla Mínima, fue un rodaje duro. Lloraban de emoción. En Las Cabezas rodamos a menos dos grados una de las escenas. Una llegada a una fábrica con los obreros en manguitas. Terminaban la toma y se ponían el plumas. Las películas son así. Un tío que no trabaje, en el cine dura una película, que puede tener un golpe de suerte.
Alberto Rodríguez, durante la entrevista. FOTO: JUAN CARLOS TORO
¿Usted ha tenido suerte?
Sí. Porque era el peor sitio para hacer cine, y ahí estábamos nosotros.
Otro asunto es el del acento andaluz, aunque, que yo sepa, no respondió a muchas cosas que se dijeron.
La que tuvo ese problema fue 7 Vírgenes. Pero es que eran chavales de barrios complicados de Sevilla. Antes de llevar la película a San Sebastián, la enseñamos a los productores. Nos dijeron que muchas cosas no se entendían. Nos fuimos al estudio e hicimos como 5.000 microinsertos. Si un actor dice caza, grabábamos solo el sa, la sílaba concreta. Hasta ahí, me parecía que la película no sufría. Luego fuimos a San Sebastián y lo que sale en prensa es que no se entiende nada.
Pero hubo gente que incluso se ha enfadado con esos asuntos, en críticas, por ejemplo.
No estamos acostumbrados. Este país está acostumbrado a las películas dobladas. A ir al cine, pagar por ver a un tío y escuchar a otro. Eso es muy raro. La gente dice que qué buen actor es Clint Eastwood, pero el que habla no es Clint Eastwood, el que declama es un señor en un estudio metido. Después de esa experiencia que te he contado, si quieres decir que la película no se entiende, pues bien. Cuando Trainspotting se estrena en Inglaterra, se pasa subtitulada. El escocés era tan cerrado que no se entendía. Yo, si pudiera, la habría subtitulado. ¿Por qué no? Hala, fuera. No tengo ningún problema.
¿Este 2020 da para película?
Estamos tan encima del problema que no podría escribir sobre lo que está pasando.
¿Está trabajando ahora?
Sí. Es una película que preparamos hace 15 años pero no se hizo. Y ahora tiene todo el sentido. Es una película de cárceles. Alguien nos dijo que no interesaban a nadie. Luego llegó Celda 211 y arrasó. No salió porque era muy cara.
¿Cómo ve hacer cine con mascarillas?
Es un momento complicadísimo. No es un problema exclusivo nuestro, ni de la cultura. Es una indefinición, pensando en qué pasará. No sé cómo se van a matricular mis hijos en septiembre.
Tendríamos que hablar constantemente de la Guerra Civil. Si se me ocurriese una historia, no lo dudaría. Hay que contar lo que pasó, quiénes ganaron, quiénes perdieron, por qué, cómo se distribuyó la riqueza"
¿Saldremos mejores?
Parece una oportunidad para el cambio, una llamada de atención. Deberíamos cambiar muchas cosas. Pero no sé si saldremos peores.
¿Y eso de que la gente se encerrara con libros y películas?
Tengo una sensación muy extraña. Me da que la cultura en este país se ha convertido en otra cosa. El cine se consideró un tiempo un arte superior y eso lo vi, y luego que hacías así y descargabas con el Emule, veías la película y la tirabas. Parece que se descargó de valor. No que su precio fuera cero.
Como un producto de factoría, o la comida rápida.
No, por una indefensión total. Igual que la música. No estoy hablando contra la piratería, sino en contra porque se devalúa. Piensa en las manzanas. Si mañana son gratis, acaban no valiendo nada y la gente las desprecia. Luego está la soberanía del espectador, no tenemos ningún derecho a decirle al público si algo es mejor o peor, si deberíamos valorar algo más o menos.
¿Se hace buen cine hoy?
Sí. Hay de todo claro. Este año no he visto gran cosa porque no se podía ir a las salas. El cine español mantiene un abanico muy amplio. Te gustará más o menos, pero eso de que solo hay películas de la Guerra Civil es mentira.
Nunca las han hecho hasta ahora.
No hay un acontecimiento que haya cambiado más la historia de este país el siglo pasado. Tendríamos que hablar constantemente. Si se me ocurriese una historia, no lo dudaría. Hay mucha confusión. Hay que contar lo que pasó, quiénes ganaron, quiénes perdieron, por qué, cómo de distribuyó la riqueza, por ejemplo. Parece una tontería, pero eso ya cambia el destino de un país entero.
Alberto Rodríguez, antes de presentar su película en el cine Astoria, junto al director jerezano Juan Miguel del Castillo. FOTO: JUAN CARLOS TORO
A quienes hoy en día las hacen alguna gente parece que les tachan de la lista.
Amenábar ha hecho una película sobre la Guerra y la cultura. Es una película en el medio, equidistante, de un tipo de derechas, que se da cuenta de que se ha equivocado. Tuvo que haber más gente que sintiera eso, que hay una gran diferencia entre ser de derechas y ser fascista. Debería haberla.
¿Qué opina de la 'Cancel Culture'? A Woody Allen no le querían publicar su biografía.
Yo la tengo en casa. Es como decir qué hacemos con Caravaggio. Un menda, un depravado, que supuestamente mató a un par de personas. ¿Pero como pintor? Madre mía, sin Caravaggio no se entiende la pintura. No es lo mismo. Cervantes estuvo en la cárcel.
¿Nunca ha sentido miedo a contar algo? 'La isla mínima' tiene algo de 'Billy El Niño'.
Nunca. Recuerdo que trajeron la portada de El Mundo días antes de empezar a rodar. Una jueza argentina iba a llevar a juicio a Billy El Niño, y nosotros habíamos trabajado un personaje basada en él y en otros como él. Nunca he tenido miedo. Siempre he sentido que era honesto. Y cuando no sabemos si algo era verdad, lo confesamos antes. Como en El hombre de las mil caras. Está basada en un hecho real pero nadie sabe el hecho real. Hay un personaje que lo ve todo pero no sabe la verdad. Aquello lo saben tres personas en este país. Y probablemente Roldán no sea una de ellas.
La entrevista debe acabar. Va a empezar la proyección, pero antes debe dedicar unas palabras a los asistentes. Ha contado en otras entrevistas que no disfruta mucho de ver sus películas, que le saca muchos fallos. De los 20 minutos pactados previamente, doblamos la cifra, y lo hace muy amablemente. La sencillez de quien es uno de los mejores directores en castellano de la actualidad. Al que ya preguntan sobre si irá a Hollywood. Aunque quedan por contar más verdades. Deja la impresión de que aún quedaban muchas cosas interesantes por contarse. Pero tendrá que ser en otra ocasión. Va a empezar la película. Es el cine de verano del verano menos verano de muchos veranos. Hay que aprovechar. Hay ambigú.
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