El valor de su legado reside en sus dos obras.

Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue un explorador y conquistador nacido en Jerez entre el año 1481 y 1488. Como testimonio de su vida, conservamos dos obras que nos hablan de sus viajes. La primera de ellas, Naufragios, relata sus peripecias en el norte del continente americano, por aquellas zonas aún inexploradas por los españoles y que hoy en día conforman buena parte del Golfo de México y el actual estado de Texas. En dicha obra se muestra así mismo como un hombre bondadoso y misericordioso, muy cristiano y cuidadoso con el trato al indígena. Ello le ha reportado una imagen muy positiva en el marco académico y por parte de la opinión general. Su segunda obra, Comentarios, es menos conocida pero no por ello carece de interés. En ella vemos a un Alvar militar, comandante de ejércitos formados por los españoles e indígenas en pos de la conquista de los guaycurúes del Paraguay. Para algunos autores, este Cabeza de Vaca entra en conflicto con la imagen del hombre que ha sido comparado con figuras como el Padre de Las Casas por su defensa del indio americano.

A través de sus obras podemos acercarnos a su vida, que debemos enmarcarla bajo el período en el que se da la exploración y toma, por parte de la corona española, de múltiples territorios de ultramar. Cabe destacar, como apunte, que dicho espacio pasó de 50.000 kilómetros cuadrados entre 1400 y 1490 a algo menos de 500.000 durante la segunda mitad del siglo XVI. ¿Qué papel jugó Jerez en todo esto? Pues la ciudad, desde su conquista hasta la toma de la Granada, había sido un enclave de suma importancia a nivel estratégico continental. Su importancia en en el aporte de hombres y pertrechos era capital para las diferentes contiendas del Reino de Castilla. Tras la toma de Granada, los esfuerzos de la misma se volcaron al nuevo contexto geopolítico y por ello la ciudad se situó como un importante centro de actividad para el apoyo de los planes de la expansión marítima de la monarquía. Como muestra ilustrativa de ello citaremos que el conquistador de Melilla, Pedro de Estupiñán, era jerezano, al igual que el conquistador de Canarias, Pedro de Vera.

Por todo esto debemos decir que, frente a una relativa ocupación sencilla de territorios como el mexicano o el peruano, en los que existía una estructura organizativa preestatal, los territorios explorados por Alvar resultaron harto difíciles de controlar debido a que resultaba mucho más difícil dominar a gentes que no entendían ni vivían bajo formas de poder similares a las de un estado y que, por ello, se rebelaban y luchaban con más ahínco. Vemos por esto que, en su primera obra, Naufragios, la cultura indígena de la zona que exploró estaba atomizada política y culturalmente, por lo que no había grandes centros de poder (como si pasaba en el caso azteca) y por ello a lo largo del período colonial hispánico, el dominio de la corona en estos territorios sería mucho más somero.

Hoy en día la información que nos ha llegado a nosotros de Cabeza de Vaca sobre las características, costumbres y geografía de los indígenas y de las tierras de lo que hoy es Estados Unidos y México en la época del descubrimiento y conquista es de un valor incalculable, aunque la autenticidad del testimonio expuesto se haya puesto y ponga en duda en cada momento debido a que estamos ante la visión subjetiva de un hombre que nos hizo un relato más literario que racional.

Este viaje narrado en su primera obra lo comenzaría a la edad de 39 años, como miembro de la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en 1527. La misión tenía como objetivo explorar la costa del golfo de México, entre la Florida y el actual río Grande del Norte, y su comitiva estaba compuesta por cinco navíos y seiscientos hombres. Zarpó de Sanlúcar de Barrameda y, tras hacer escala en Santo Domingo y Cuba, se dirigió a la Florida donde, en abril de 1528, una tempestad les obligó a desembar en la bahía de Tampa. Tras el naufragio, los supervivientes vivirían entre indígenas y viajarán por aquellas tierras durante ocho años, hasta llegar al actual México.

Durante su periplo se internaron por tierras hostiles habitadas por indios apalaches y vivieron con el fantasma de la escasez y la enfermedad siempre presente, siguieron el curso de la costa hasta llegar al delta del Mississippi, a la altura de Galveston (Texas). El propio Pánfilo de Narváez y la mayoría de los expedicionarios murieron, solo Nuñez y algunos supervivientes lograron sobrevivir gracias a unos poderes curativos que los indígenas atribuyen a Alvar. Tras pasar dos o tres años de tribu en tribu como curandero y mercader, siguió su viaje al este con unos pocos supervivientes.

Recorrieron el sur de Texas, cruzaron el río Grande y atravesaron los estados mexicanos de Coahuila, Chiguagua y Sonora, para enconrarse con unos exploradores españoles que los condujeron hasta Ciudad de México, donde fueron recibidos por el virrey Antonio de Mendoza y por Hernán Cortés con todos los honores. Álvar Núñez trajo consigo noticias de sus viajes que hablaban de ciudades legendarias ricas en oro y por las mismas, expediciones posteriores serían enviadas para encontrarlas. También debemos decir que, aunque resulta imposible saber con precisión cuál fue su recorrido exacto, se calcula en más de 8.000 kilómetros la distancia atravesada por él y los demás miembros de su grupo.

Tras volver a España en 1537, Alvar logró que el rey Carlos I le otorgara una capitulación para sustituir a Pedro de Mendoza, muerto poco antes, en la exploración del Paraná y para socorrer a la colonia española de la zona, comprometiéndose además a financiar él mismo la expedición. A cambio, Carlos I lo nombró capitán general, gobernador y adelantado del territorio del Río de la Plata. Entre 1540 y 1544 fue gobernador del Río de la Plata. Era frecuente en aquellos tiempos que los propios exploradores o futuros gobernadores financiaran de su propio bolsillo las expediciones para conseguir, de esta forma, el favor real, prebendas, etcétera.

La expedición salió de Cádiz en noviembre de 1540- para entonces Alvar tenía más de cincuenta años- y arribó en marzo del año siguiente en la isla de Santa Catalina, en Brasil. Allí llegaron las noticias de la muerte del gobernador nombrado en funciones a la muerte de Mendoza, de como se había abandonado Santa María del Buen Aire- la que sería en un futuro la ciudad de Buenos Aires-, así como la huída española de la zona y el traslado de la capital a Asunción, Paraguay. Decidió enviar pequeños grupos de reconocimiento y llegar por tierra hasta la nueva capital, en su marcha atravesó selvas brasileñas y descubrió las cataratas de Iguazú.

Llegó a Asunción en marzo de 1542 y durante su gobierno en Paraguay llegó a tratos con los indios guaraníes para pacificar el país y mantener bajo control otras tribus indígenas más belicosas, y a pesar de que fracasó en su intento de repoblar Buenos Aires y de adentrarse por la región del Chaco, remontó el río Paraná y fundó en 1543 el puerto de los Reyes.

Las dificultades más importantes de su gobierno surgieron en su relación con los oficiales del rey y con Martínez de Irala, que ambicionaba el gobierno del Río de la Plata. En 1544, a la vuelta de una de sus expediciones, estalló en Asunción una sublevación dirigida por Irala, que acusaba a Álvar Núñez de llevar un gobierno personalista y dictatorial y de proteger en exceso a los indios, y a la que Álvar Núñez no pudo responder personalmente a causa de un ataque de malaria que le había postrado en cama; así, fue apresado, juzgado y encerrado durante diez meses, al cabo de los cuales fue deportado a España, saliendo de Asunción a en marzo de 1545. Aunque ciertos autores, como Juan Francisco Maura, consideran que su trato hacia el indio no había sido precisamente bueno en ningún momento y que más bien estamos ante una mera lucha de poder en la región.

A su llegada a España, el Consejo de Indias confirmó el destierro, deportando a Orán a Núñez. Tras ocho años, Felipe II le concedió el indulto y el cargo de juez en la casa de Contratación de Sevilla. Sus últimos años de vida los pasaría como prior en un convento sevillano donde parece ser que falleció aunque hay discrepancias en este aspecto pues algunos consideran que el monarca jamás llegó a indultarlo.

¿Héroe o villano? Quizás sea algo que nunca sepamos pues su figura se ha visto fuertemente mitificada pero, para nosotros, el valor de su legado reside en las dos obras que nos ha dejado como testimonio de sus viajes, ya que son una gran fuente para el estudio de los habitantes del continente de aquellos años, así como sus aportaciones en materia de exploración pues ayudó a que, posteriormente, el europeo tuviera un conocimiento muy más exhaustivo de la geografía del continente americano.

Bibliografía:

Cabeza de Vaca, Alvar (1983). Naufragios. Origen.

Maura, Juan Francisco (2008). El gran burlador de América: Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Publicaciones de Parnaseo.

Serrera, Ramón María (2011). La América de los Habsburgo (1517-1700). Publicaciones de la Universidad de Sevilla.

Sobre el autor:

Emilio Ciprés y Sebastián Chilla

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