Con una trayectoria artística que le ha llevado a recorrer medio mundo con un arte que es su “razón de ser y de vivir”, Andrés Marín (Sevilla, 1969) forma parte de ese ramillete de artistas que, a principios de siglo, fueron la punta de lanza que abrió la brecha que hoy en día permite recorrer por otras disciplinas contemporáneas al flamenco. El bailaor sevillano forma parte de ese Olimpo de Creadores que tomaron el sendero de la evolución y pisaron esos terrenos tan criticados en su día como adorados en la actualidad, convirtiéndose en una referencia absoluta para quienes se sumergen en el mundo de la danza y el flamenco.
Galardonado en 2022 con el Premio Nacional de Danza, junto a Ana Morales, tras su paso por el Festival Flamenco de Nimes junto a Jon Maya y la ‘fundición’ de artes que ha dado como resultado Yarín atiende a lavozdelsur.es para adentrarse en esta entrevista tanto en los entresijos de este espectáculo, así como en su particular visión sobre cómo se encuentra actualmente el flamenco en general y el mundo de la danza en particular.
¿A Andrés Marín qué le ha aportado al flamenco a lo largo de su vida?
Todo y nada. Al flamenco se lo debo todo. Y yo no sería nada sin el flamenco. Es mi razón de ser y mi razón de vivir. Afortunadamente, los tiempos en los que había teatros con goteras y camerinos en condiciones pésimas ya quedaron atrás y ahora todo es distinto.
Afortunadamente aquellos tiempos ya pasaron.
Gracias a dios, aunque en España es donde menos apoyo encontramos los artistas para desarrollar nuestra labor creativa y el poquito apoyo que teníamos se lo están cargando. Si no fuera por Francia, que el apoyo aquí es ‘lo más grande’, mi trayectoria profesional no hubiera sido la misma.
Y por lo menos yo puedo decir que, en estos últimos tiempos, he tenido la suerte de que he encontrado el apoyo del Instituto Andaluz de Flamenco o de la Bienal de Flamenco de Sevilla, gracias a Chema Blanco, o del Festival de Danza Contemporánea de Itálica que, por ejemplo, ha sido uno de mis grandes apoyos para el Éxtasis de Ravel.
El flamenco es un arte vivo y como tal siempre estará en continuo crecimiento
¿La cultura en España está preparada para el nivel en el que se encuentran ahora mismo algunos artistas en general y del flamenco en particular?
En España la cultura es lo último. Y eso es un problema serio. Ahora mismo es fundamental que se llenen los teatros y los museos de gente joven.
¿Y dónde crees que está el problema? ¿educativo? ¿económico? ¿social?
Es un problema educativo nacional, aunque depende de cada uno lo que quiera consumir y el interés que tenga. Nada más que hay que ver que en la televisión no hay programas culturales en condiciones, a pesar de que hoy en día tenemos todos los medios. Por ejemplo, cuando hice en Granada lo de Vicente Escudero no vino nadie de las escuelas. Si consiguiéramos que los teatros tuvieran más jóvenes entre el público sería más fácil proseguir con este legado tan bonito que tenemos. El flamenco está más vivo que nunca y siempre estará vivo.
Desde mi opinión, creo que con el flamenco lo que hay que hacer es evolucionarlo más todavía, pero desde el conocimiento. Y potenciarlo más. España – y sobre todo Andalucía- tendría que coger el flamenco y sacarlo en volandas. Y apoyarlo a los niveles que se merece un arte tan poderoso como este. Hoy en día el flamenco es una industria muy fuerte.
Afortunadamente ya se ha acabado el flamenco del sobre en la chaqueta. Eso ya casi que no existe
¿España difiere mucho del apoyo que encuentran los artistas flamencos fuera de nuestras fronteras?
A ese respecto, yo sólo te puedo decir que mi gran apoyo viene de fuera. Gran parte de mis recursos para poder crear vienen de fuera de España, que por esto no estamos hablando de que España sea malo, simplemente del hecho de que el 50, 60, 70 u 80% de mis recursos financieros para poder hacer creaciones han llegado de otros países.
Ten en cuenta que nosotros, además, para mostrar nuestro trabajo tenemos que buscar más allá de los circuitos eminentemente flamencos, salvo contadas excepciones como el Festival de Jerez o la Bienal de Flamenco de Sevilla, que es un escaparate dónde vienen programadores extranjeros y ahí sí que salen cosas como estas del Festival Flamenco de Nimes u otros festivales parecidos, pero que son muy pocos.
Bajo tú experiencia como uno de los precursores, junto a otros de tú generación, de lo que hoy se denomina flamenco contemporáneo ¿Cuáles son los principales problemas encuentra un artista a la hora de poder empezar a trabajar los conceptos actuales en los que se mueve la danza flamenca?
Lo primero que se necesita es tener un pensamiento. Y además unas condiciones. Tú no puedes contar algo y llamarme la atención si no tienes realmente ese fundamento. Y, claro está, necesitas unos medios y un buen equipo, porque si no los teatros no te contratan.
Luego, está como tú quieres trabajar ese fundamento, que puede ser de muchas maneras. Por ejemplo, en mi caso, yo centro mi trabajo en la abstracción, porque me interesa y me motiva. Me da un ‘leit motiv’ que me provoca otras situaciones. Me provoca un desequilibrio que, a lo mejor, me lleva a otros territorios, aunque sea un terreno complicado porque tiene que estar todo muy bien vestido.
Tomando la primera parte de tú respuesta ¿Está suficientemente profesionalizado el flamenco?
Afortunadamente ya se ha acabado el flamenco del sobre en la chaqueta. Eso ya casi que no existe. Hoy está todo como tiene que ser, o sea, todo organizado y todo como como debe ser.
Y ahora cojo la segunda. Desde tú perspectiva ¿hacia dónde crees que camina el flamenco ahora mismo?
Pues la gran suerte que tiene el flamenco es que jamás estará contado todo. Siempre habrá un camino que recorrer. Es un arte vivo y como tal siempre estará en continuo crecimiento.
"Lo importante que debe primar hoy en día es que se crea en el artista"
¿Cómo ves a esa generación de artistas que están tratando de seguir la estela que habéis dejado tú, Belén Maya, Eva Yerbabuena o Israel Galván?
Actualmente, yo creo que Rocío Molina es la heredera de ese legado que dices y, además, es una persona muy especial que ha sabido entender muy bien lo que ha sido la herencia de esto. Ella tiene esa corporalidad, esa manera de danzar, de bailar, de abandonarse, de controlarse que es una pasada. Y otra artista que está cogiendo con fuerza también ese testigo en los últimos tiempos es Patricia Guerrero. Ella hoy en día ya es toda una primera figura, pero estoy convencido que va a dar que hablar mucho más en los próximos años.
No obstante, también te tengo que decir que todavía de nuestra generación estamos algunos que continuamos tratando de presentar trabajos que quizás anden algo más adelantados que los de esta nueva hornada. Y es lógico porque tenemos una veteranía encima a la que ellos aún tienen que llegar y les queda camino por recorrer, si bien en estas nuevas generaciones está primando el baile desde una posición de fuerza. Son unos portentos de la naturaleza. Muy atlético todo.
¿Qué siente Andrés Marín cuando baila? Porque tú has bailado hasta sin público
Pues, por un lado, lo que siento cuando bailo es la libertad de ser dueño de ti mismo. Y, por lo otro que haces referencia, te puedo decir que cuando mejor se baila es sin público. El baile sin público es una gozada. Piénsalo. Cuando tienes público y sientes que te están observando, tú ya tiras de un lado o de otro y ahí entra el ‘show’ en juego. Entran los códigos de teatro, tu profesionalidad sobre las tablas… tienes que aguantar ese silencio de quienes te están mirando. Mientras que cuando bailas sólo, sin público, no te tiembla el tacón como con en el público. Lo clavas todo.
Y por lo que me dices de bailar hasta sin público, mi experiencia en el Convento de la Cartuja, que es la actual sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, fue una experiencia muy bonita. Fue puro recogimiento desde las cuatro de la mañana, que hice la primera pieza, hasta las once de la noche que fue la última. Estar en el mismo espacio que el de los monjes cartujanos, adaptar mi baile a sus horarios y sus quehaceres fue como una oración. ‘Ora et labora’. Además, al estar desacralizado ese monumento, eso te lleva a unas estancias donde está el espíritu de los monjes ahí aún y se recoge ese alma, pero que cuando estás solo tú también puedes desacralizarlo con tú baile.
"Huyo de la provocación porque es un truco muy manido y termina aburriendo"
En esa ‘vigilia perfecta’ tuviste tiempo para todo, prácticamente. Hasta de bailar con esos robots que limpian los suelos.
Si (ríe). Esa pieza se llama Rumba 4 y hasta vestí a ‘roomba’ de monje. Esa pieza estaba inspirada en Samuel Beckett que bailaba con monjes y a mí me interesaba mucho hacerlo con estos aparatos ya que tienen su autonomía y se mueven solos. Son como un alma libre y no como una pareja de baile, cosa que, por otra parte, a mí nunca me ha interesado, aunque me parezca muy bien que otros lo hagan. A mí me parece muy estereotipado eso de yo te toco, tú me tocas, yo te seduzco, tú me seduces, ahora tú eres coqueta y yo soy varón. Me parece un mensaje muy manido. Una tradición gastada.
¿Desde dónde parte Andrés Marín a la hora de empezar a poner en marcha un espectáculo? ¿Cómo se te enciende la bombilla?
Esa pregunta tiene difícil respuesta porque no siempre viene del mismo sitio.
Te la reformulo entonces ¿en qué momento se te genera la necesidad de contar algo distinto a lo que estás haciendo?
Pues, aunque nunca vienen del mismo lado, muchas veces suele venir porque estás trabajando y haces una pequeña pieza, como puede ser la de ‘Recto y Solo’ que he realizado para la exposición de Vicente Escudero en Granada y cuando la vio Pedro G. Romero —comisario de la exposición— en la sala Federico García Lorca me dijo que eso que había hecho era, prácticamente, un espectáculo. Pues a lo mejor eso genera un posible espectáculo y sólo hay que hacerle un buen diseño de luces y marcarle bien los tiempos.
Por eso te digo que muchas veces las cosas vienen por casualidad y otras porque te llama un teatro o un festival o un coproductor (de Francia), aunque ahí no puedes ir con tu baile sino con una creación y eso ya te obliga a buscarte. Si mañana viene un director: “me gusta lo que haces tú y a ver si hacemos algo”, pues ya se empieza a cuajar un posible proyecto y de ese sale otro y, al final, se hace algo.
Y hay que poner la maquinaria para buscar financiación en marcha.
Claro. Aunque creo que lo importante que debe primar hoy en día es que se crea en el artista. En mi o en el compañero que sea. Pero que se crea en él. Porque cuando un productor – que los hay muy buenos- cree en un artista, tiene la valentía dejar al artista crear sin miedo y permitirle trabajar en libertad. Y eso es bonito. Yo he tenido la suerte de que eso me ha pasado, mayoritariamente aquí en Francia, aunque también en España, pero algo menos, y no sabes lo que se siente cuando te dan ese apoyo.
¿Eso es lo que te ha llevado a poner en marcha 'Yarín' con Jon Maya?
En este caso, con Yarín, lo que me interesó del proyecto fue la relación con esta danza popular, pero desde la raíz, no desde el cliché y el estereotipo porque a mí eso me causa un poco de repulsa y siempre he huido de eso. Igual que también huyo de la provocación por provocar o llevarla al límite porque sí. Considero que eso es un truco muy manido y al final termina aburriendo al público porque se convierte en previsible.
Cada día tengo más claro que nuestra identidad está por encima de todo, aunque yo me considero el más abierto del mundo y lo que me interesa es el movimiento de uno y otro. Me interesa la energía en la que eso se convierte.
¿Cómo ha sido tu relación con Jon Maya? Aparentemente el flamenco y el folklore vasco no tienen muchos puntos de conexión.
Pues ha sido una relación bastante fluida. Al igual que yo, Jon Maya es consciente de que tenemos que relacionarnos con otros lenguajes para poder seguir evolucionando. Y si además a eso le sumas el espacio sonoro que ha creado Xabier Erquizia, pues todo encaja de una forma natural. En este espectáculo, además, contamos con la ayuda de Sharon Friedman en las coreografías y la dramaturgia.
¿Qué es lo que más te gusta de la danza en general y del flamenco en particular?
La identidad. Sobre todo, la identidad. Que tenga un corpus propio lo que se haga. Me refiero, por supuesto, a la identidad cultural. Del patronaje dancístico. No del canon, sino de la esencia cultural, de la raíz que tenemos.
Y del flamenco, en particular, lo mismo. Aunque es cierto que los códigos han ido cambiando a lo largo del tiempo. Fíjate si han ido cambiando que sólo hay que ver los vídeos de Vicente Escudero o el primero que salió de La Macarrona, donde se ve a Ramirito de Jerez en una azotea y lo que se hace hoy en día.
¿Eres de los que lees las sinopsis o los pases de mano antes de entrar en un espectáculo? ¿Prefieres tener esa información previa?
Reconozco que soy de los que no las lee. Me gusta ir a pecho descubierto y ver que me hace sentir.
¿Por qué Andrés Marín siempre viste de negro en el escenario?
Porque creo que el negro es muy sobrio y creo que el negro no acapara atención, no distrae. Para mí, es un código de vestuario con el que busco no distraer. Lo veo como algo muy religioso. Es como la túnica de un sacerdote que se reviste de solemnidad, de espiritualidad, de ascetismos. Y eso genera también un estado en ti y en el público.
¿Qué le quitarías y qué le pondrías al flamenco? ¿Qué crees que le sobra y qué crees que le falta?
Al flamenco le falta corporativismo y unión. Y creérselo. Y que las instituciones también se lo crean y crean de verdad en él. Es un arte grande y como arte grande se merece eso y más. Es un arte que mueve, que no nos lleva por todos lados. Yo pienso que todos somos mejores si en vez de decir que el flamenco es hasta aquí, puede ser también hasta allí porque todos estamos aquí para aprender unos de otros.
Y sobrarle le sobran infiltrados e ignorantes que se creen que saben porque no le beneficia. Pero creo que hay veces que está demasiado agitado y hay mucha mediocridad.
¿Qué tiene Andrés Marín en sus playlists?
Pues, aunque yo soy poco del mundo digital, te puedo decir que playlist tengo pocas o ninguna, pero respecto a lo que escucho, que básicamente es flamenco y música contemporánea, sí que me pongo a Chacón, Marchena, Valderrama, Caracol, Morente, Camarón, Paco (de Lucía) …
Y de música contemporánea pues Alberto Carretero, César Camarena, José María Sánchez Verdú, … hasta he bailado a Ligeti y a Oliver Messiaen. Yo ese tipo de cosas las toqué hace muchos años. Hace muchos años porque me ha interesado cómo se comporta eso dentro.
La última pregunta es: si yo pongo tu YouTube y le doy la reproducción automática, ¿qué me salta?
Pues muchos documentales de historia y de otras cosas porque como yo sólo fui a la escuela hasta sexto curso he tenido que ir buscándome la vida yo solo para aprender. Así que te saltarían muchos documentales e historias de cosas que me interesan y que no pude aprender. Y a lo mejor algo de eso terminan entrando en un espectáculo porque se aprenden conceptos y cosas de historia que al final es la humanidad.
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