La infancia de Virginia Bersabé se cuela entre las pinceladas de sus murales, reflejan la vida en el campo de una niña que se crió con su abuela en una casa alejada del pueblo. La joven artista, de 31 años, creció en Écija y, desde que empezó a pintar, decidió ensalzar a la mujer rural a través sus obras: “Trato de rescatar las historias de mujeres que me rodean, ese patrimonio humano”.
Bersabé estudio Bellas Artes por la Universidad de Sevilla y pronto empezó a elaborar una amplia cartera de obras donde destaca la pureza de su trabajo. Pinta sus raíces y por eso su arte desborda pasión. Su trabajo recuerda en algunos matices a los de un joven Van Gogh cuando aún no había partido de su hogar de campo: ambos reivindican el papel de la mujer rural y la naturaleza que desprende sus figuras. En sus modelos no hay nada superficial, sino que la posición de sus posturas, los años en su mirada y las arrugas en sus manos hablan por ellas. Bersabé consigue reflejar sus historias, ya sea en guache sobre papel como en murales de más de tres metros.
En su obra, Perdida en un Cortijo Andaluz, pinta gigantescos retratos en antiguas casas de campo abandonadas. La gente, generalmente, asocia los murales con vandalismo, pero Bersabé demuestra la belleza del grafiti. "Yo comencé el proyecto de manera ilegal, pero tampoco hacía ningún daño. Hay que ser consecuentes de lo que hacemos y donde pintamos", explica. La repercusión de sus obras ayudó: “Conforme el proyecto va cogiendo peso y tiene más recorrido en la prensa todo se me facilita y se agiliza bastante. Eso sí, siempre se me acerca agricultores cuando ven que hay alguien extraño, pero como ven que no hay tipo de daño siempre suelen ser cariñosos. Además, no me ven con el bote espray, voy con pintura plásticas y eso siempre ayuda".
Solo una vez tuvo que problemas con un dueño de una finca. “Estaba haciendo un mural cerca de mi pueblo, el más grande que había hecho. Iba con mi madre, porque siempre intento ir acompañada. Conforme terminaba de dibujar, se acercó un vigilante en un Land Rover grande porque el dueño del cortijo había recibido avisos de que estaban pintando grafitis en su propiedad. El hombre se puso como una furia, decía que le encantaba mi trabajo y el arte contemporáneo, pero que en su cortijo abandonado no”, narra la artista ecijana.
Lo tapo delineando con blanco puro, pero estaba sobre un naranja muy potente. El resultado de todo eso es que la negativa del hombre se volvió una metáfora visual: “Al final el dibujo seguía ahí es que el dibujo seguía, porque esas paredes que irán tomando el color del tiempo al final va a haber un contraste, un poco más sutil, pero sigue estando ahí. Aunque me enfadé, al final comprendí que esa mujer seguía estando. Que apareciera y desapareciera le daba, al final, más interés”.
Historias reales para reivindicar la mujer rural
Su trabajo reivindica la mujer andaluza. Cuenta las historias de nuestras abuelas, la niñez en la posguerra española y la dureza de sus infancias. Bersabé entrevista a cada mujer antes de retratarla. “Siempre intento tener un vínculo con esa persona, por eso empecé con mi abuela, que siempre me hablaba de su niñez. Que con ocho años estaba en el campo cuidando cochinos o cuidando niños”, relata. Después de eso empezó a entrevistar a otras mujeres, amigas de su abuela, gente que va conociendo, rescatando historias de las mujeres que le rodean. “Siempre que llego me dan de merendar para alimentarme dos semanas”, se ríe.
Bersabé: "Me impacta ese cuidado y esa relación entre mujeres del campo"
Hubo un caso que le marcó, su primera experiencia con una persona con Alzheimer: “El acceso a ella fue complicado porque tuve que conseguir autorización de la familia. Ella estaba en la cama sin poder moverse desde hace muchos años. No hablaba, pero sí lo hacía a través de sus ojos. Me impacto mucho el dialogo visual que tuve con ella sin conocerla. Establecimos una conexión muy potente”. Todas son especiales. “Me cuentan como criaban desde pequeñas a los bebés. Tenían 7 u 8 años y cuidaban a niños de dos mientras sus madres trabajaban. Me impacta ese cuidado y esa relación entre mujeres del campo”, cuenta Bersabé.
La artista habla del foco tan olvidado que tiene el colectivo de mayores en una sociedad donde “venimos de una cultura donde los mayores son los más respetados”, narra. "Sobre todo en época pre-Covid, porque después ya empezaron a ponerle la importancia que tienen". Además, reivindica el arte de Andalucía, pintar la cuna de donde vinimos: “Yo respeto el que está aquí y pinta lo que pasa en Hiroshima, pero yo también veo más pureza en retratar los que conocemos. Es más real. Pintar lo que uno vive”.
Ahora tiene exposiciones pendientes, por ejemplo, en la Galería francesa Pamplona Dinamarca Pamplona (PD). Está cerrando un proyecto con la Diputación de Huelva, que le dieron la beca Daniel Vázquez Díaz y con la Fundación Botín. Además, el mural público está creciendo y tiene muchas propuesta. A todo esto le suma que está cerrando este año el proyecto de Perdidas en un Cortijo Andaluz, donde elaborará un corto documental y un libro que recoge esos diez años de trabajo.
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