Fue un 13 de diciembre de 1972, cuanto Televisión Española puso en pantalla la película protagonizada por José Luis López Vázquez La Cabina. El impacto que tuvo fuera de España y los premios que recibió, obligó al régimen franquista permitir su emisión.
En el país la repercusión fue impresionante, tanto que aún se recuerda esta cinta por la capacidad que tuvo Mercero y López Vazquez de meter en el surrealismo de su argumento a millones de españolitos que sintieron la claustrofobia que padeció el actor encerrado en la cabina telefónica, cabina que, recordar, acabó en un gran almacén donde se guardaban miles de ellas con esqueletos dentro de personas que se habían quedado atrapadas.
Tal fue la repercusión que desde que se popularizó el mediometraje hubo mucho reparo a encerrase en una de las muchas cabinas que tan comunes eran en la vía pública y de las que hoy, si queda alguna, se conserva como una reliquia. Lo cierto es que en aquellos tiempos una película española conquistó a los críticos de todo el planeta, recibiendo gran cantidad de premios, entre ellos, el primer Emmy dado a la industria televisiva española.
Dado el ambiente político en esas fechas hubo quienes quisieron ver otras lecturas en el argumento de La Cabina, como encierro, cárcel, cabinas donde encerrar la moral, la libertad educativa y así un largo chaparrón de ideas que sin embargo no impidió que los dirigentes de la dictadura dieran un visto bueno a emitirla; eso sí, no sin antes eliminar algunos fragmentos de la cinta como la escena en la que se veía un ministerio. Pero el gran éxito que había cosechado en el exterior obligaba a ponerla en la pequeña pantalla. Eso fue hace 50 años.
Su rodaje costó 4 millones de pesetas, un presupuesto extraordinario. El 17 de julio de 1972 comenzó el rodaje de la cinta en la Plaza de Arapiles de Madrid. Las grabaciones duraron en ese emplazamiento una semana de los 15 días que duró el total del rodaje.
El final con el traslado de la cabina hasta el ‘cementerio’ de cabinas se produce en varios emplazamientos de la capital encontrando Mercero en la frontera de Salamanca con Portugal la Central Hidroeléctrica de Aldeadávila. El cineasta aprovechó el impresionante túnel de la instalación y una de sus salas interiores para rodar el estremecedor final del mediometraje.
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