Viernes Flamencos de Jerez 2024 - Los Claustros de Santo Domingo
Ficha Técnica:
Espectáculo: Jerez-Jerez – Lugar: Los Claustros de Santo Domingo – Fecha: 12 de julio de 2024 – Aforo: Media entrada – Cante: David Lagos, Kina Méndez, Ana de los Reyes, Eva Rubichi – Toque: Alfredo Lagos y Manuel Jero – Baile: Soraya Clavijo (Cante: José Méndez, Toque: Paco Iglesias y Palmas: José Fernández) – Percusión: Perico Navarro – Palmas: Israel López y Ali de la Tota
Los Viernes Flamencos es un ciclo musical que debe ser sometido a un profundo proceso de revisión por parte de Fundarte y la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Jerez de forma urgente, si no quieren que sea un evento por extinguir a corto o medio plazo.
Y decimos esto porque Los Claustros de Santo Domingo no está preparado ni acondicionado acústicamente para acoger este tipo de eventos al aire libre. Buscar otra ubicación, sin perder de vista el centro de la ciudad, se antoja más que necesario. Sobre todo porque los rebotes de sonido y lo incómodo del sitio — lo de la fuente es algo que no tiene arreglo—, hacen que se deban tener en cuenta otros elementos a la hora de elegir dónde y cómo escoger un espacio escénico, por encima de que el lugar sea bonito.
Si a ello le sumamos, además, que la fotografía que recibieron el pasado viernes el plantel de artistas consagrados y con carreras profesionales consolidadas, tanto en Jerez como por medio mundo, era de todo menos agradable, cuando se subían al escenario y comprobaban que ni siquiera se llegaba a la media entrada, de un aforo que de por sí es reducido, cuanto menos es para plantearse si 20 euros es un precio adecuado de entrada para este tipo de eventos, aun cuando lo que se tuvo la oportunidad de vivir lo mereciera y los que decidieron pasar por taquilla sí que pudieron disfrutar de un elenco que hizo todo lo que estuvo en su mano para salir victoriosos de cada envite.
Galería de fotos | Un recital de gran altura para el primer día de los Viernes Flamencos en Jerez
Así las cosas, el cuadro compuesto por Ana de los Reyes, Eva del Cristo y Kina Méndez al cante, Manuel Jero al toque y Ali de la Tota e Israel López al compás daba la bienvenida con el soniquete made in Jerez. Ese que se lleva en la masa de la sangre y que cada uno de ellos ubicaba en los territorios jondos a los que pertenecen. Primero en una corta soleá por bulerías y después con el marchamo genuino de la tierra a compás de doce tiempos.
Por un lado, Ana de los Reyes sacó la racialidad santiaguera de cante corto y al pie, Eva del Cristo todo el marchamo y musicalidad que lleva en su genoma el barrio de San Miguel y La Plazuela y, por su parte, Kina Méndez tiró de legado y dinastía familiar "desde la Rambla hasta Moguer", todo ello envuelto en sonido Jero. Ese que es absolutamente identificable en las manos de quienes tienen el apellido Carrasco en sus venas, una guitarra en las manos y un ángel de la guarda de la prima y el bordón en el cielo.
Con David Lagos y su hermano Alfredo al toque llegaba el cante de silla de enea más elegante y cuidado. El pregón de los caramelos de Macandé a capela — como manda el canon jondo— y pidiendo que le dieran "un empujoncito (mejorar el sonido) del micro que está aquí delante" se fajó con una bulería pa' escuchá — bulería por soleá— de metrónomo en la que maridaba letras personales como las que provocan las miradas de Sordera y Terremoto en el barrio de Santiago, que buscaba acomodo en clásicos eternizados de Manuel Machado que "vuelven rodando a la mano" o piden "la muerte a voces" encarnizados en Tía Anica y Juanito Mojama, con una bajañí de alta escuela que lo embarcaba en cada tercio y le ofrecía el alivio justo para encarar el cante con seguridad.
Y dedicando las tarantas de Cepero en las que la huerta murciana cogen protagonismo, el cante abandolao de cierre hacía aflorar la voz clara, diáfana, limpia y potente de un cantaor que domina el espacio, sabe que suelo pisa en cada momento y controla el riesgo de su herramienta para no traspasar fronteras inadecuadas.
Cogiendo de la mano al Garrido de Jerez, las marianas sonaban en Los Claustros de Santo Domingo. Este canto hecho cante a principios de siglo pasado y con base clara en el tango americano encuentra en el flamenco su máxima expresión jugando a medio camino entre el tiento y la zambra. Soniquete a compás binario de David y Alfredo Lagos, que se bastaron solo con la percusión para defenderlo con solvencia y arrancar uno de los aplausos más cálidos de la noche.
"Me da mucha alegría de ver las caras de personas que somos todos como familia y a ellos les quiero dedicar estas cantiñas", expresaba el propio cantaor mientras ajustaba su hermano la cejilla para afrontar la cuarta pieza de la noche. Cantiñas y algún mirabrás de regalo, sobre todo en los juguetillos de un tándem de hermanos que tiene tanto cante en la voz de uno como música en las manos el otro.
Como así quedó también patente en la bulería de remate. No hay nada mejor en un escenario que la tranquilidad y la confianza en quien te arropa y cuajar una actuación de gran categoría ante un cariñoso público, que disfrutaba de una agradable noche en la que el flamenco volvía a ser protagonista en Jerez.
Llegaba el momento de encarar la recta final. Más de hora y cuarto sin descanso de cante y soniquete dejaban el toro en suerte para que la jerezana Soraya Clavijo pusiera colofón a la noche con su baile. Arropada por José Méndez al cante, Paco Iglesias al toque y su marido José Fernández a las palmas, por unos minutos el escenario del tablao Los Gallos de Sevilla se había trasladado a Jerez.
Por tarantos y tangos, ese maridaje que creara Antonio Ruiz Soler Antonio El Bailarín entre el cante de levante y el de compás binario es un clásico en su repertorio. Limpio arriba y abajo, con fuerza y pose, la estampa que ofrecía la noche merecía la pena disfrutarla, al igual que la seguiriya de José Méndez en solitario mientras que la bailaora se cambiaba de vestuario y recordaba los tercios de Paco La Luz para la salida, Manuel Torre y Agujetas en el cuerpo y Mairena con el macho. Nada más. Y nada menos.
Y con la soleá llegó el otro momento álgido de la noche. La reina de los cantes también se convertía en la reina de los bailes. Es el santa sanctórum del flamenco. El tiempo no tiene medida en sus tercios. Simplemente, hay que dejarse llevar por su esencia. Cantándola y bailándola. La guitarra marcaba el tempo, la voz acompañaba al baile y el baile nos despedía sin fin de fiesta con otra ración de clasicismo y ortodoxia para poner epílogo a un Viernes Flamenco en el que los artistas no se dejaron nada en los camerinos. Ninguno de ellos. Y quien no fue se lo perdió.
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