En un plató camuflado entre naves de asiáticos, un equipo lleva todo el día haciendo el inventario. Desde el polígono de Cobo Calleja, en Madrid, el espacio está repleto de cámaras, atrezzo, muebles y extintores que hoy vuelven a guardarse.
El portuense Manolo Gago, nacido en El Tejar pero desde los tres meses instalado en Urbaluz, ha estado horas en el almacén recibiendo y devolviendo los materiales utilizados en el último cortometraje dirigido por Pedro Almodóvar. El primer western del manchego en el que ha llevado a Ethan Hawke y Pedro Pascal al desierto de Tabernas. Este joven cineasta de 32 años ha estado al pie del cañón —o de los focos — en Extraña forma de vida, proyecto en el que sigue viviendo “un sueño”.
Manolo comenzó a trabajar con esta fiera del mundo audiovisual cuando llegó la pandemia. El que la sigue, la consigue. Logró el correo electrónico de la directora ejecutiva, Esther García, y, de inmediato, se puso en contacto con ella. “Me pegué cinco meses enviándole correos diciéndole que quería trabajar con ellos. Ella me decía que le mandara otro al mes siguiente, así hasta que me dijo, venga, vente”, cuenta el portuense a lavozdelsur.es.
Iba a trabajar codo con codo junto a ese director que se compró su primera Super 8 con el dinero que ganaba en Telefónica. Historia viva del cine español de cuya filmografía Manolo se empapó “un par de veces” en cuanto supo que se incorporaba al departamento de producción. “Para mí trabajar con Pedro era como si pudiera trabajar con Felini o con John Ford, con un gran director de cine que ya forma parte de la inmortalidad”, expresa.
Así, trabajó al máximo en La voz humana, la primera obra en inglés de Almodóvar, y parece ser que les gustó porque, desde entonces, ha trabajado en sus últimas producciones. “Mi padre me dijo: -Cuando vayas a trabajar con Almodóvar píntale hasta la valla de su casa”, recuerda al otro lado del auricular.
Después se sumergió en Madres paralelas, en cuyo rodaje “me hice un poco más amigo de él”. El director se enteró de que actuaba de vez en cuando y no dudó en proponerle un cameo en la película. “Salgo unos segunditos con Penélope Cruz”, comenta con un entusiasmo que no se agota en toda la conversación. Aunque no es la única estrella con la que comparte pantalla. En la serie Mentiras pasajeras, aún sin estrenar, su personaje se enfrentará a Hugo Silva.
Para él, es una experiencia en la que saborea cada segundo. “Pedro es fantástico. Tiene esa capacidad innata de poder contar una historia super clara, sin divagar ni añadir artificios. Trabajando con Almodóvar estoy ganando en humanidad y en humildad. Creo que eso es lo más importante”, reflexiona.
Quién le iba a decir a este muchacho que iba a presenciar escenas de la productora de uno de los creadores más galardonados. Empeño nunca le ha faltado. Desde que era muy pequeño ya apuntaba maneras. “Con 5 años vi Una noche en la ópera, de los hermanos Marx, vi que se lo estaban pasando tan bien que dije, yo me tengo que dedicar a esto” comenta el portuense.
Con 9 años, ya rodaba sus primeros cortometrajes con una cámara que le prestaba el padre de su amigo. "Al principio no me la dejaba porque no se fiaba de mí, era muy pequeño, pero cuando le estuve llamando 17 veces a las cuatro de la tarde a la hora de la siesta, me la terminó dejando”.
Cuando creció, su abuelo le regaló un ordenador con el que pudo dejar volar aún más la imaginación ya que le permitía realizar montajes, dejando atrás el rodaje de una toma que no se podía repetir.
"No puedo vivir sin rodar"
A medida que pasaban los años, Manolo se iba enamorando cada vez más del cine. Y, aunque estudió Periodismo en la Universidad de Sevilla —"me sirivió para despertar la capacidad crítica y aprender a contar historias”— al final terminaba apuntándose a cursos de interpretación, de dirección de actores o de fotografía. Así, se mudó a Madrid, donde completó un Máster en Dirección de Cine en la escuela de artes TAI.
El portuense agudiza su mirada en cada salto formativo, pero siempre valora con cariño todas las creaciones que han emanado de sus entrañas. “Por muy pequeña que sea, es una expresión de algún momento de mi vida”, comenta. Casi 30 cortos unos más profesionales otros más amateur se suman a su última obra, nacida en plena pandemia.
Síno ha sido su creación más laureada hasta la fecha con reconocimientos desde el Premio Lorca al mejor cortometraje andaluz hasta mejor dirección andaluza y mejor cortometraje gaditano en el festival internacional de San Roque.
Una “historia de barrio que mezcla cine quinqui con influencias de Scorcese y Tarantino” sobre el juego que fue rodada cuando medio mundo estaba confinado. “Fue duro, pero con la ayuda de mi familia que trabaja en la sanidad pública, conseguimos hacer un sistema seguro”, recuerda Manolo que volvió a su ciudad natal para construir en el Bar Jamón su propio casino. Se apuntaron los vecinos de Urbaluz como figurantes o actores y encuadró el plano.
Tras Extraña forma de vida, necesita reflexionar con la almohada. No obstante, en en su mente ya pululan algunas ideas. Asegura que le gustaría rodar cortos con sus compañeros del barrio y está a la espera de ver si fragua un proyecto que envió a una productora. “No puedo vivir sin rodar”, afirma.
Pero, por si acaso la película no acaba con un final feliz, tiene un plan B. “Si no me fuera bien en el cine, montaría un bar Manolo, que triunfa siempre allá donde va, a poner desayunos y a alegrar las mañanas".