Juan Pedro Simó Marra-López (Jerez, 1959) falleció este martes sorpresivamente de un derrame cerebral después de cerca de cuatro décadas dedicadas al periodismo y haber sido maestro de multitud de jóvenes reporteros que aprendieron el oficio de él mientras ejercía como redactor jefe de Diario de Jerez, que hace una semanas cumplió su 40 aniversario. De hecho, el rotativo jerezano no se entiende sin Juan Pedro Simó.
Simó era hijo de Juan Pedro Simó, responsable de marketing de bodegas Bobadilla, uno de los más destacados innovadores en el mundo de la publicidad bodeguera que trabajó para la familia Fernández de Bobadilla, con la que estaban emparentados. Fue el artífice de traer a Roger Moore —por entonces 007— a Jerez para anunciar su brandy 103, en uno de los grandes golpes publicitarios del sector en la época.
Pero Juan Pedro hijo no quiso seguir la estirpe bodeguera y se sintió atraído por el periodismo desde el primer momento y por su paraíso dorado, Irlanda. Estudió en Jerez, Madrid —Ciencias de la Información en la recién creada Facultad de Periodismo de la Complutense— y Dublín, lo que le hizo ser uno de los pocos periodistas jerezanos a principios de los 80 que hablaba fluidamente inglés.
Con su currículum fue contratado para la delegación que Diario de Cádiz tenía a finales de los 70 en Jerez. Desde una oficina en la calle Sevilla, él, junto a su inseparable amigo Paco Aguilar, informaban en Cádiz de cuanto sucedía en Jerez con un lenguaje fresco que auguraba lo que iba a ser el cambio del periodismo en los 80.
Cuando José y Federico Joly decidieron abrir en Jerez una nueva cabecera, situada en la Rotonda de los Casinos, nombraron a Manolo de la Peña director de la nueva aventura y Peña colocó al joven Juan Pedro Simó como uno de los hombres clave para hacer triunfar el nuevo proyecto. Simó era garantía de periodismo moderno, bien escrito y con numerosas fuentes. Aquel proyecto, Diario de Jerez, fue un éxito inmediato y Simó vivió exclusivamente para él como si fuera su criatura.
Simó se especializó en el periodismo bodeguero que conocía muy bien a través de su familia, pero lo despojó del apolillamiento que había existido hasta ese momento y se dedicó a contar la que fue la gran convulsión del momento, la expropiación de Rumasa, con tal cantidad de información de primera mano que los periódicos nacionales calcaban buena parte de sus escritos.
A finales de los 80, sin haber cumplido los 30, fue ascendido a redactor jefe y, desde entonces, aparte de seguir escribiendo en el rotativo jerezano, se afanó en ser el maestro de periodistas por el que aún le recuerdan muchos profesionales que tuvieron trato con él como prácticos en aquella redacción que era capaz de convertir todo lo que en ella se escribía en motivo de debate en la ciudad. Manolo de la Peña y Juan Pedro Simó, con un grupo de jovencísimos periodistas, hicieron durante los primeros años 90 un periodismo sin ataduras que contribuyeron a que Jerez se desprendiera de buena parte de su etiqueta casposa. También ayudó en ello un alcalde igualmente joven, Pedro Pacheco, con el que el periódico, curiosamente, estaba en continuo conflicto, algo insólito hasta entonces. Simó defendía que si no se molestaba al poder, con o sin razón, algo se estaba haciendo mal.
La huella de Juan Pedro Simó en el periodismo jerezano es profunda. Sus entrevistas, de la que aprendieron tantos, eran conversacionales y ágiles. Quería que la gente de la calle se viera reflejada en las páginas del Diario. Su objetivo era nunca aburrir al lector, pero con un rigor como divisa cuya falta podía llegar a combatir con furia. En su última etapa, antes de decidir abandonar el periodismo, completó una serie de artículos de familias bodegueras jerezanas que es una obra maestra del periodismo y cuya recopilación merecería un libro que relataría no sólo los últimos doscientos años de Jerez sino que podría haber estado firmado por su admirado Gay Talese.
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