Juan Pedro Simó, corazón de león

Fallece un referente del periodismo local, un maestro de los buenos, de los que contagiaban su amor por la profesión y te inoculaban el veneno del oficio sin pretenderlo, sin aspavientos, sin que te dieses cuenta. Y además, un tipo cachondo mental y buena gente

Juan Pedro Simó, en una imagen de archivo, en la redacción de 'Diario de Jerez'.
Juan Pedro Simó, en una imagen de archivo, en la redacción de 'Diario de Jerez'.

Hay una anécdota aunque podrían ser tropecientas mil. Pero hay una anécdota que, en realidad, es una lección. Una lección de periodismo, una lección de vida. ¿No eran para él lo mismo? En fin, una de esas cosas que no te enseñan en las universidades de periodismo, una de esas lecciones que en verdad no pretenden serlo y por eso acaban siendo las más trascendentales.

Yo no caí en la trampa porque sencillamente no llegué antes a la redacción de Diario de Jerez ese día, pero sí asistí a ese momento al parecer glorioso de cada verano en el que un bisoño becario o becaria, como yo hace 20 años cuando le conocí y le disfruté, recibía un mensaje en su mesa, escrito a mano, ante el vetusto ordenador: te ha llamado el señor León. El chaval o la chavala corría al teléfono como alma que llevaba el diablo a comprobar, expectante, quién era ese señor que había preguntado por él nada más aterrizar en eso que llamaban redacción. Cuando preguntaba al otro lado del teléfono, resulta que se estaba comunicando con el Zoo de Jerez y que ese tal señor León, obviamente, no iba a responderle; en todo caso lo único que podría es rugirle.

Tras la carcajada individual o colectiva en la planta primera de la calle Patricio Garvey, llegaban dos mensajes implícitos que uno podía pillar o no, en función de su grado de receptividad, ganas y de vocación (esa palabra últimamente tan denostada): trabaja con alegría, desconfía siempre. Si no te haces preguntas, si no piensas, caes en las trampas que te van a tender ahí fuera, los cínicos no sirven para este oficio, tampoco quienes no tienen puñetera curiosidad por nada. Válido para la vida y para el periodismo. ¿No eran lo mismo, señor León? Era la escuela del periodismo local, el más canchero, el más buscavidas, probablemente el menos reconocido, el más ingrato, del que al final acaban comiendo los medios generalistas para atiborrarse de historias que salen a pulso, que cuestan enemistades y tostones eternos.

Y luego, después de todo eso soterrado, caía el típico reportaje de los prácticos de todos los veranos: cómo se alimentan en verano y combaten el calor jerezano los leones del Tempul. Un reportaje que todos los años renovaba la tradición de los veranos y que debía ser escrito con la dignidad de las historias mínimas. Juan Pedro Simó se reía desde su mesa, rodeado de periódicos en papel, con el cable del teléfono enredado en sí mismo, Radio Jerez a toda mecha en un viejo radio-cd porque había que escuchar la radio para hacer periódicos, y un cigarrillo tras otro en los labios.

Decía Juanpe que fumar y escribir eran lo mismo para él y jamás pudo dejar el tabaco como nunca pudo dejar la escritura, aunque fuese en su cabeza. La nicotina hacía su trabajo comunicándose con sus pulgares nerviosos y salían historias maravillosas de personajes olvidados, juegos de tronos de familias nobles y bodegueras, historiones de gente sencilla. Periodismo en vena. Hacía parones y conversaba sobre cualquier cosa de actualidad o del pasado.

Hablaba de Lou Grant, de Primera plana. Era una máquina de imaginar y sugerir temas. Uno, por inexperto e ingenuo que fuese, sentía que le escuchaba cuando le planteaba los suyos. Reconvenía enfoques y era duro cuando había que serlo. Muy duro, a veces. Aunque luego, con esa carcajada potente que dejaba desnuda todo su maltrecha dentadura, se mostraba como el más bonachón del mundo y te felicitaba cuando tenía que hacerlo.

Un maestro de los buenos, de los que contagiaban su amor por la profesión y te inoculaban el veneno del oficio sin pretenderlo, sin aspavientos ni afectación, sin que te dieses cuenta. Ojalá muchos juanpes ahora en el gremio para combatir tanta porquería, tanto click, tanta falta de compañerismo. Porque además de todo, era generoso y buena persona, entrañable, cariñoso a su forma y un cachondo mental. Los mensajes de muchos de sus becarios, de muchas de sus prácticas, de compañeros en la competencia, tras conocerse este 11 de junio la fatídica noticia de su partida son inequívocos: no solo fue un gran maestro para todos, también fue lo que había que ser en esta profesión, buena gente. Alguien con un corazón de león. Como aquel león de Belfast que tanto le gustaba. Someone like you, maestro.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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