Una sudadera de Triana y un encuentro casual en el que Paco López, conocido por todo Jerez como El chusco, los presentó en las escaleras de la Pescadería Vieja. Gracias a lo primero se conocieron Migue Benítez y Marcos del Ojo. Gracias a lo segundo, estos dos y Diego Pozo, que acababa de terminar un concierto con su grupo Palocortao. Así puede resumirse —mucho— los inicios en el mundo de la música de un grupo de amigos que vino a remover la industria, con su rebeldía y sus letras irreverentes.
Cuando se cumplen 20 años de la muerte de Migue Benítez, y casi trece desde que dejó de existir como tal Los Delinqüentes, el grupo jerezano ha recibido un premio. Y no cualquiera. Concretamente, el Premio Ciudad de Jerez a la Cultura, por su “impacto significativo en la promoción y preservación de la cultura, la historia y las tradiciones de la sociedad”.
Ellos siguen sin creérselo. Marcos del Ojo (El Canijo de Jerez), Diego Pozo (El Ratón) y Manu Benítez, hermano de Migue, encargado de mantener su legado, siguen “flipando” con este reconocimiento, que se entrega el 9 de octubre, por el día de San Dionisio Areopagita, patrón de la ciudad. Los tres atienden a lavozdelsur.es, reunidos en torno al reciente mural del delinqüente que falta, bajo el puente de la barriada de San José Obrero, por donde tantas veces pasó con su Derbi Variant.
“Somos gente que venimos de la calle, nunca nos imaginamos que nos fueran a dar un premio así”, dice El Ratón, para el que es “un reconocimiento a la cultura popular, para la gente normal y corriente que pasa fatigas para llegar a final de mes, pero que tiene siempre una sonrisa en la cara. Esa gente recibe el premio a través de nosotros”.
El Canijo se sigue sintiendo “el mismo chaval del escalón de siempre”, por lo que recibir premios como este le hace mirar atrás, “y pensar en todo el camino recorrido”. En 2025 hará un cuarto de siglo de la publicación de su primer álbum. Cuando le comunicaron la concesión del reconocimiento, pensó en la estantería donde su madre guarda todos sus premios. “Cuando entra un vecino, le encanta ronear”, dice. Allí está también el primer disco de oro que le dieron al grupo.
¿Y qué pensaría Migue? “Fliparía. Seguro que se reiría mucho, porque se reía muy escandalosamente, y al principio ni se lo creería. Como me ha pasado a mí, que te cuesta asimilarlo”, responde El Ratón. “Se partiría”, dice El Canijo. “Y si viera el grafiti también, seguro que se reiría con su careto”. En el momento de la recogida, incide Manu Benítez, “sería muy clásico, pero le daría muchísima alegría. Si ya valoraba mucho cuando lo saludaban por la calle, imagínate esto…”.
No hay forma de saber cómo hubiera reaccionado Migue. Ni qué hubiera sido del grupo si no hubiera fallecido de forma tan temprana, con tan solo 21 años, dejando una carrera musical, muy breve, pero prolífica a pesar de lo precoz. Vio despegar a Los Delinqüentes, pero no le dio tiempo a saborear el enorme éxito que cosechó el grupo. Ni a cruzar el charco para ir de gira. Ni a tantas otras cosas.
“Me gustaría que hubiera conocido más a Kiko Veneno, que es íntimo amigo de nosotros. O a Raimundo Amador. O que hubiera tenido un hijo y hubiéramos compartido eso”, dice El Canijo, que ha sido padre hace poco más de un año. O haber girado por Argentina, México o Inglaterra, como hicieron él y El Ratón, que mantuvieron vivo el grupo hasta ocho años después de su muerte. A principios de 2012 emprendieron sus carreras por separado.
Prácticamente desde el día siguiente del anuncio de la disolución de Los Delinqüentes, les vienen preguntando por un posible reencuentro. En el festival Vente pa Jerez que organiza Manu Benítez —1 y 2 de noviembre en la visera del Palacio de Deportes de Jerez— coincidirán ambos. Y no descartan que “pase algo bonito” en breve.
Desde luego, el año 2024 ha vuelto a reflotar el sentimiento garrapatero —un término acuñado por Migue que usaba como sinónimo de “algo que te atrapa”—, que ha permanecido en la legión de seguidores del grupo, pero que ha resurgido con fuerza coincidiendo con el vigésimo aniversario de la marcha de Migue. La restauración del mural pintado en la que fue su casa, un nuevo grafiti pintado en San José Obrero y, ahora, el Premio Ciudad de Jerez.
“Volvemos a estar más unidos que nunca”, confirma El Canijo, aunque matiza que “la primera época con Migue es insuperable”. Ahora, el extinto grupo ha reflotado una maqueta con creaciones que quedaron fuera de los álbumes que publicaron en los primeros años de los 2000, recopilados ahora en un doble vinilo. Han hecho cuenta de Instagram al grupo y han puesto en orden sus discos en Spotify. Hay movimientos que dicen mucho. “Nos hemos vuelto a reencontrar”, incide Marcos del Ojo, que deja la puerta abierta a hacer conciertos, e incluso una gira.
“Cuando nos juntamos no se pierde el rollo que teníamos, cuando hay una conexión entre personas, aunque hace tiempo que no trabajen, no se pierde nunca”, explica El Ratón. “Algún día haremos algo muy grande”, agrega. Siempre recordando los grandes éxitos que tuvieron, aunque… “Hacer canciones nuevas es más complicado, pero no digo de esa agua no beberé, porque también molaría”, dice entre risas.
Mucho "buen rollo" y gamberradas
“Éramos un grupo de colegas que nos lo pasábamos de puta madre y eso se transmitía en los conciertos”, resume El Ratón, que lleva “con orgullo” que lo sigan recordando como uno de Los Delinqüentes, incluso “chavales jóvenes que no vivieron aquella época y que escuchan nuestras canciones”.
“Teníamos muy buen rollo y nos queríamos mucho”, incide, asegurando que en estos años han sabido de muchos casos de seguidores a los que sus canciones los ponen alegres. O que conocieron a sus parejas en alguno de sus conciertos. “Eso es el premio más grande que nos pueden dar”, dice.
“Éramos hermanos y nos reíamos mucho”, cuenta El Canijo, que recuerda cientos de anécdotas gamberras, como la vez que coincidieron con miembros de la primera edición de Operación Triunfo y les tiraron bocadillos. O cuando se disfrazaron de fantasmas en el hotel en el que estaban alojados junto a grupos como Los Chunguitos, Andy y Lucas o Sonia y Selena, que participaban en una gala de José Luis Moreno. Y otras muchas inconfesables.
Pero más allá de eso, destacan la calidad de sus repertorios. “Somos artesanos de canciones, y esa artesanía está ahí viva todavía, y seguirá perdurando en el tiempo”, reflexiona El Canijo, que defiende que las canciones de Los Delinqüentes “remueven algo por dentro”.
Unas creaciones, nacidas en su primera etapa de la creatividad de Migue —“un genio tocado por la varita de las estrellas”—, que se empapaba de discos de Triana, de Pata Negra, pero también de Nirvana, Pearl Jam o Metallica. Pero su primera canción fue Calabacín calabazón, dedicada a una hortaliza que veía a menudo. “Él fue capaz de filtrar todos estos referentes y llevárselos a la música popular callejera andaluza, mirando al resto del mundo, sin ponerse vendas en los ojos”, destaca su hermano.
Sus canciones preferidas y su primer lleno en Barcelona
“Yo me levanto temprano y yo me pongo a trabajar, con mi guitarra en la mano y yo nunca paro de cantar…”, comienza El aire de la calle, una canción de Los Delinqüentes que ha dado la vuelta al mundo, y en la que Migue se mete en el papel de una persona sin hogar que merodeaba por la calle Larga de Jerez.
Para los antiguos miembros de la banda, es especial. “Es el buque insignia, te cautiva. A la luz del Lorenzo pegó mucho, o La primavera trompetera, pero El aire de la calle tiene algo especial”, dice El Ratón, que asegura que “cuando la tocábamos en directo la gente flipaba en colores”. Aunque a él le gusta especialmente, también, La caja de mi mollera, que es “de la parte John Lennon del Migue”. El Canijo coincide. “Parece el estereotipo, lo que diría todo el mundo, pero es que es universal. Le tengo mucho cariño, porque me recuerda a la grabación del primer disco”.
También recuerda Marcos perfectamente el día que Migue se presentó en su casa con El aire de la calle bajo el brazo. “La grabamos en un radiocassette. Y en vez del aire de la calle, era los sapos chiquititos que nadaban en el fango… empezó a trabajarla y la terminó allí”, dice, al tiempo que alaba la “facilidad para componer” que tenía el desaparecido delinqüente.
Rozando los 20 años, publicaron El sentimiento garrapatero que nos traen las flores, disco de oro. Y desde ahí, no dejaron de subir. Pero ellos mismos tardaron en darse cuenta de la repercusión que iban teniendo. “Hemos sido un grupo de boca a boca”, dice El Ratón, que recuerda el primer concierto que dieron en Barcelona, en una época previa a las redes sociales y a YouTube, cuando llenaron un auditorio de más de 500 personas. “Nos llevamos solo a un cajonero, porque creíamos que no iba a venir nadie a vernos. En Jerez tocábamos gratis y no se llenaba”.
El futuro de Los Delinqüentes
Diego y Marcos están destinados a encontrarse. No se marcan fecha. No hay prisas. Por lo pronto coincidirán en el festival Vente pa Jerez. Luego, ya se verá. “Ahora que nos estamos juntando para las maquetas ha vuelto a florecer el niño que llevo dentro”, sostiene el primero.
En 2011, por el décimo aniversario, publicaron El sentimiento garrapatero. En 2015, un disco recopilatorio llamado Obras garrapateras. Ahora están dando salida a maquetas, algunas inéditas, del grupo.
Cuando pase el festival, Manu Benítez cuenta que se meterá de lleno en la producción del documental Hierro oxidado, en el que se incluirá material inédito del matajare. “Quiero encerrarme a guionizar, a montar, a recopilar material, a terminar de cuadrar los archivos… y a lo mejor dentro de un par de años podemos estrenarlo”, dice. Le encantaría en el Teatro Villamarta, para luego celebrar una convivencia garrapatera. Está convencido de que los sueños se cumplen.
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