No quería faltar a su clase matinal de yoga, motivo por el cual la entrevista ha comenzado a eso de las doce del mediodía, aunque finalmente un resfriado más que notable se lo ha impedido. Irene Zugaza (Bilbao, 1987) aparece con una sonrisa y cierto gesto de complicidad detrás de una de las colosales columnas de la Alameda de Hércules, barrio sevillano en el que reside. En una mano sostiene un gorro de lana, que acaba de quitarse. En la otra, lleva a su compañera de viaje, la viola, aunque ahora “está retomando el contacto con otros instrumentos”, como el “piano o la guitarra española”.
Acaba de lanzar su primer sencillo del año Este Mundo que ya se puede escuchar en plataformas como YouTube, Spotify o Facebook. Una composición musical con influencias de varios países. Sensaciones de jazz fusión, música cubana y tintes flamencos. “El mensaje más importante no está en la letra, sino en la música”, asegura. Una canción con la que pretende concienciar sobre el respeto a nuestro entorno y al medioambiente. “Lo que escuchamos nos influencia, provoca en nosotros ciertos estados de ánimo”, explica la joven que cree en la musicoterapia, disciplina que ejerce desde hace varios años.
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Con 18 años decidió traspasar fronteras y estuvo en países como México, Argentina o EEUU, en el estado de California. Ha vivido fuera durante más de 10 años, influenciándose así del folclore de cada uno de los rincones en los que ha estado. “Me di cuenta de que sabía mucho de música popular de multitud de sitios y sin embargo me había olvidado del de mi tierra”. Este es uno de los motivos por los que decidió volver, pero no el único. De familia bilbaína y segoviana, ahora afincada en Asturias, y madrileña de adopción, hace tres años y medio que dejó el norte por el sur. Haciendo recuento de sus vivencias relata que en México DF fue muy feliz, pero que no volvería por ser un “monstruo de ciudad”. Por eso estuvo afincada durante años a orillas del Pacífico, en un pequeño pueblecito llamado San Pancho, en Nayarit. Allí los años pasaron a la par de multitud de trabajos en los que fue acompañando a músicos de todo el mundo. De la música a la voz y de ahí, a la composición.
Junto a su entonces pareja Charly G. Peña conforma el grupo Son Jaleo con el que compone canciones como la que ahora lanza y promociona. En otros casos, idea temas sola como Caminamos juntas, una de las letras que más satisfacciones le han dado. Un resumen de protesta con la que todas las mujeres se identifican. “Aunque llevaba mucho tiempo gestándola fue tras lo vivido el pasado 8 de marzo cuando decidí acabarla”. Ese día en el que todas salimos a la calle “sentí muchas cosas”. Cuenta que fue un día de reír y de llorar, de asombro y de pensar que al fin “estábamos despertando”.
La entrevista que transcurre entre la fluidez de quien se entiende, de quien comparte las mismas inquietudes, de vez en cuando se ve interrumpida por los chascarrillos de los trabajadores de una obra cercana. Ruido del tráfico, conversaciones a medias y la continuidad de un taladro se entrelazan entre las reflexiones sobre este movimiento político que ha sacudido a la sociedad durante los últimos años. “Para mí el feminismo conforma a todas las mujeres y a las opciones que se salen de la norma, también las sexuales, que son reprimidas por una sociedad desconocedora”.
La mañana es cálida, a pesar de ser enero y tranquila. Unos acordes de viola, que duran más que los escuadres fotográficos necesarios para esta pieza, resuena por toda la plaza mientras va contestando preguntas. “Casi se me olvida que estás aquí”, dice. La gente, que toma algo al sol de la Alameda, cree que empezará alguna especie de actuación musical. Irene prosigue. “Hay dos tipos de feminismo, el radical y abolicionista, que es también anticapitalista, y el liberal”. Explica que fundamentar un sistema en alguien que produce y alguien que se deba quedar al cuidado del hogar es la base de todo. “Hay valores que no se consideran valiosos económicamente. Esa es la clave. El cuidado a los demás no se considera productivo y por eso históricamente ha pesado menos”, explica de manera didáctica.
Su encuentro con este movimiento se remonta a la adolescencia. Nada más cumplir la mayoría de edad decidió recorrer el mundo. Se sincera y la entrevista toma otro tinte, mucho más intimo, mucho más cercano. “Lo cierto es que huí”, confiesa. Fue una época dura en la que la cantante fue diagnosticada como anoréxica crónica. Me negaba a que la enfermedad “pudiera conmigo y por eso me fui”. Debido a eso hace muy poco se atrevió a contarlo en su canal de YouTube. “A mí me ayudó mucho el libro de una chica que había sufrido bulimia y confío en que mi testimonio también ayude a otras chicas”. Una labor que está consiguiendo a juzgar por los comentarios que está recibiendo la publicación de este videoblog, el único de tinte no musical de su perfil social.