Pero esta vez no hay Paul que valga: en un vuelco digno de Os Mutantes, restalla un absurdo amago de pasodoble que dura unos segundos antes de volver al inicio y cerrar telón.Ciertamente, la forma es similar a la de "A Day in the Life", pero el contenido de este breve exabrupto deja pasmado al oyente, quien asiste, desolado e impotente, a la destrucción de la canción por parte de las castizas trompetillas. Y su enlace con la parte final no puede ser más cutre.¿Por qué? ¿Excentricidad? ¿Patochada gratuita? ¿O interés por la tierra de Lorca?La primera canción del álbum se llama, curiosamente, "Gypsy Wine", y en nuestra época de electroswing balcánico no suena nada démodée. El resto del álbum, con sus más y sus menos, merece una escucha desinteresada. Pero las razones de esta huracanada irrupción del alma hispana en la historia oficial del rock’n roll se las llevaron sus autores a la tumba… o a la oficina, que en términos musicales viene a ser lo mismo.Se rompió la tripa. La herida tardaría en cerrarse.
Saltemos a 1969.El grupo de Illinois The Spoils of War andaba enfrascado en la producción de su disco homónimo, sin saber, los pobres, que permanecería sin ver la luz hasta 1998. De fantasiosa portada y exagerada ambientación electrónica, sabemos hoy que The Spoils of War era, un experimento sónico a la manera de los que Fifty Foot Hose y White Noise habían grabado recientemente desde sus respectivos cuchitriles. No obstante, los ruiditos son aquí más un adorno que otra cosa, cuando no un estorbo, agrediendo incluso a baladas, mediostiempos y flamenco…¡Perdón! ¿Dije flamenco?Pues sin duda lo parece su "Rit Yellow of the Sun". Flamenco, claro, injertado en un universo de robots, velocidad y humo. Tal vez se deba a su tema taurino y su base acórdica, equivalente a mi y fa mayores, consonancias bastante queridas por la psicodelia garagera. Si nos ponemos así, son la clave para que "Alone Again Or" de Love desprenda ese hispano tufillo, aparte de los mariachis.
¿Que hacen falta guitarras analógicas para pillar la idea? El fundador, James Cuomo, no se dio por rendido. Tras desbandar sus Spoils, fundó Mormos (al principio The Misty Mountain Mormos) y, con varios de sus compatriotas, se mudó a Francia para lanzar su segundo debut. The Great Wall of China (1971) es extremadamente raro, tanto por su escasez como en virtud de su contenido: con flautas, coros mixtos, guitarras acústicas y una leve percusión, está a medio camino entre el psych folk a lo Incredible String Band, un trasnochado bubblegum ("Smelling Like A Rose", "Jack of Hearts") y el folk pánico de Comus o Spirogyra, del que dan fe melodías trocadas y vocecillas terroríficas ("The Crimson Uniform", "Womanbud Deborah"). Contrasta con la compulsión electrónica del álbum de The Spoils of War, aunque también hay alguna versión del malogrado proyecto anterior ("Now Is Made in America").Pero es su segundo y último lanzamiento el que venimos a analizar …The Magic Spell Of Mother’s Wrath… (1972), que sí ha tenido reedición física (de 500 ejemplares). Aunque mantiene a ratos el aire austero ("Nº 5 in the Book"), adopta una estela más jazzística gracias al uso del saxo solista ("Homeside"). Por otro lado, "October Song" o "Plastered in Paris", de muy escasa duración, dan la impresión de ser ideas en bruto por las prisas de la grabación, o quizá breves fogonazos de relleno. La canción central dura nueve minutos y medio y es otro extracto de The Spoils of War: una versión aflamencada y delirante de la ya delirante y aflamencada "Rit Yellow of the Sun", en acústico y con saxos. Otros dejes se palpan en "Doves are White".
No empezó aquí el flamenco rock: hacía un año de "Behind the Stars" y "El Garrotín", de Smash, dos de "Where The Rain Ends, Rises The Sun", de Gualberto. Pero es un digno competidor de Chick Corea ("Sometime Ago- La Fiesta") para ceder el testigo del flamenco-fusión de los setenta. Y, junto a los angelinos Carmen y su memorable debut Fandangos in Space, fue uno de los primeros destellos del flamenco-progresivo que en menos de cinco años será religión de Estado bajo los Pirineos.Porque hacia 1973 los jóvenes españoles se habían modernizando y acaso globalizando lo suficiente como para empezar a ver en Andalucía aquella tierra de magia, exotismo y misterio que los viajeros románticos llevan dos centurias persiguiendo. No será John Cale el último que cantará:
"Andalucia, castles and Christians,
Andalucia come to stay.
You were lost, once before, on a day much like this".
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