Cuando le preguntaba qué era el ritmo, respondía: "El ritmo es muy difícil, eso es más difícil que comer caliente con dos flemones". No era solo un artista único, era un personaje inigualable, con el don natural de la gracia más pura. Manuel Soto Barea, conocido en el flamenco como El Bo, uno de los más grandes palmeros de la historia del arte jondo, nació en la calle Nueva del barrio de Santiago, en Jerez, en 1957. Ha fallecido este 4 de marzo a los 64 años. Nadie daba palmas ni jaleaba como el hijo de Manuel Soto Sordera, heredero de la dinastía ancestral que viene de Paco La Luz o María Dolores La Serrana.
Hermano del cante ortodoxo de Vicente Soto o del fundador de Ketama José Soto Sorderita, El Bo era una institución al que hoy lloran sus compañeros del arte, esos a los que sabía encender la mecha para sacarles lo mejor en el escenario, ya fuera un tocaor, un cantaor o una bailaora.
"Sin palabras me he quedao ... Qué pena y qué tristeza Dios mío. D.E.P Tío Bo. Sin ti Jerez no será lo mismo", ha escrito en su cuenta de Facebook Jesús Méndez, uno de los cantaores jerezanos consagrados a los que El Bo siempre aportó su toque de actor secundario esencial en la trasera del flamenco. La bailaora María del Mar Moreno, que también compartió muchas veces escenario, ha escrito: ¿Qué vamos a hacer sin ti Bo mío? No tengo palabras ... sin consuelo; te llevas mi esperanza ... te quiero por los siglos de los siglos. Mi más sentido pésame para su familia a la que tanto quiero, su barrio, su gente ... os mando todo mi amor y mi fuerza. Nos dejas huérfanos de compás , verdad y bondad . Descansa en Paz mi Bo. Eterno".
La triste noticia ha corrido como la pólvora en las redes sociales y rápidamente ha traspasado el ámbito local. El cantaor chiclanero Antonio Reyes ha escrito: "No me lo puedo creer... DEP Bo. Mucho ánimo a la familia Sordera".
A El Bo, como contaba el periodista Esteban Ordóñez en una entrevista que le hizo en Ctxt.es, le ha escuchado de fondo en discos de casi todos los artistas del siglo veinte y del siglo veintiuno. Ha grabado con Paco de Lucía, Vicente Amigo, Miguel Poveda y José Mercé, la Tana. El Bo ha asistido a todo el flamenco. Figuras como Estrella Morente o Diego Carrasco rindieron tributo en 2016 en Madrid a una vida que merece la pena conocer. Desde entonces andaba ya a peor hasta que este marzo de 2021 ha terminado por enviarlo directo al Olimpo de los Dioses del flamenco.
En la entrevista, el periodista le pregunta:
Antes de nada, ¿de dónde viene lo de El Bo?
Me lo puso Fernando Terremoto. Como tengo la boca pequeña, empezó a decirme el boca, el boca, el bo… y yo me llamo Manuel, igual que mi padre, y él me quitó el nombre de mi padre y me quedé como El Bo para los restos, y aquí estoy.
Se fue a Madrid muy pequeño, pero ¿qué recuerdos tiene de antes, del barrio de Santiago?
Sí, me fui a Madrid con seis o siete años. De Santiago me acuerdo del colegio que había, por ahí, por la peña de Luis de la Pica. Nos hacían cantar el Cara al sol. Yo no tenía ni idea de lo que era, había que cantarlo y ya está.
Su casa de Madrid era una juerga continua.
Hombre, ahí había flamenco a todas horas. Rara era la noche en que no se colara mi padre o mi hermano con otros artistas. A mi casa venía a comer todo el mundo. En Madrid le decían la casa de los Martínez porque siempre estaba llena de gente. Aparte de todos los que éramos, que somos siete hermanos, siempre había acompañantes. No veas qué fiestones. Iban la Paquera, la Perla, Farruco. Aparecían en casa al amanecer y allí se quedaban, a comer y todo, y a nosotros nos despertaban para que cantáramos antes de ir al colegio. Mis dos hermanas pequeñas cantaban muy bien. Me acuerdo de que la Paquera decía: “Sordo, Sordera, dile a la Lela (Rafaela, su madre) que haga una berza”, una berza que son garbanzos y habichuelas, y no veas las hinchadas que se pegaban a comer.
Cómo cantaba la Paquera.
¡La Paquera era el sol embotellado de Andalucía! Cuando salía la Paca a cantar, todos los grandes, mi padre, Porrinas, Fernanda (de Utrera), se quedaban embobados, con esa alegría que tenía. Los dejaba a todos impresionados, ponía a todo el mundo en pie. Era genial, cuando ella salía olía a vino, olía a gloria. Era espectacular, y le gustaba comer también, el pescado: se comía un océano.
¿A los flamencos les gusta comer con contundencia?
Mucho, y más en aquella época. Venían de no haber comido mucho, ¡y cuando terminaban su currelo! Y mi padre igual, le encantaban los peces como digo yo. Gastaba cinco o seis cucharas al año [ríe].
Y con esas allí montadas, ¿con qué ganas se iba al colegio?
Pues no veas, me iba con la cara al revés. Luego, ya de más mayor, cuando yo estaba en Torres Bermejas, pues ahí se colaban mi hermano Vicente, José Mercé, Camarón. Unos fiestones gordísimos.
¿El colegio no le gustaba?
Estuve yendo hasta los 14 años o por ahí, no me gustaba nada. Me salí y me metí de almacenero, repartía los recados de una tienda de ultramarinos. A mí me gustaba el flamenco. Mi padre nos crio de su cante en Madrid y yo es lo que he mamado: cante y baile y guitarra.
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