Todo el mundo habla de ellos, pero pocos son los que llegan a conocer a los verdaderos duendes del flamenco. Existir les puedo garantizar que existen. De eso no hay la menor duda. Y les puedo añadir que no son figuras pequeñas, ni se esconden, ni llevan sombreros desgastados, como se lee en los cuentos. No tienen nombres impronunciables, ni tampoco viven de noche, ni salen a pasear cuando nadie les ve.
Cuando se dice que los duendes en el flamenco no se ven, a quienes aseguran ese hecho, tan solo les pido que echen una mirada hacia atrás. Al fondo de la sala de un auditorio, un teatro, un espacio abierto donde se esté celebrando un espectáculo más o menos jondo. Allí donde suele haber una luz led que alumbra tenuemente. Podrán comprobar y ver en directo como esos seres no son etéreos, sino que son de carne y hueso.
Además, no tienen nombres impronunciables, se llaman Fali, Manu, Chipi, Gloria, Kike, Olga, Alberto, Pedro, Pablo, Edu, Félix, Curro, Pepe, Paco, José, Miguel, Alfonso, Ángel, Fernando, Manuel, Miguel, Esteban, Javier, Mateo, Nacho, Ana, Tamara, Paco... nombres como el suyo o como el mío.
Sí. Efectivamente. Para muchos de nosotros, que nos dedicamos a contar cosas — duelan más o menos—, los duendes del flamenco son los técnicos de sonido, de luces y de todo cuando rodea a un espectáculo.
No se les ve. Se les nota
No se les ve. Se les nota. Y en Jerez estos días hemos tenido la suerte de tener a un ramillete de los mejores de ellos a los mandos de naves complejas, mesas de sonido o de luces faraónicas, cámaras de fotografía, de video y complicados sistemas de trabajo.
Los duendes del flamenco, para muchos de nosotros, son de carne y hueso y sienten y padecen igual que tú y que yo. Más lo segundo, que lo primero. Por regla general, siempre salen en las noticias cuando algo ha fallado y nunca cuando hacen su trabajo a la perfección. Ningún artista llega a ser un grande de verdad, si no está rodeado una buena colección de estos duendes que hacen que el sonido, la luz y lo que no se ve forme parte de lo que sí se ve, se oye y se siente.
A ellos, a muchos más como ellos y, en el caso del Festival de Jerez, al equipo técnico de la empresa jerezana Soviled, les debemos que los artistas que se suben cada noche a un escenario hagan que los espectadores vivan una cita que puede ser inolvidable.
A ellos, y nada más que a ellos, van dirigidas estas palabras de este junta letras para agradecerles que, sin salir en la foto, sean los verdaderos artífices de que cada noche sean capaces de convertir cualquier rincón del mundo en el que sea requerida su presencia en el teatro de los sueños.