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Manuel Monje (chico) junto a Nono Jero, Manuel Cantarote y Juan Diego Valencia en el 29 Festival de Jerez.
Manuel Monje (chico) junto a Nono Jero, Manuel Cantarote y Juan Diego Valencia en el 29 Festival de Jerez. Esteban Abión / Festival de Jerez

"Esto es una barbaridad", "este niño es normal", "si hace esto con 12 años qué va a dejar para cuando tenga 20" son algunos de los comentarios que se escuchaban mientras abandonaban el Palacio de Villavicencio, quienes tuvieron la suerte y la fortuna de poder disfrutar de la intervención de Manuel Monje (chico), durante la última jornada del 29 Festival de Jerez.

No le faltaba razón a ninguno de ellos, porque esta jovencísima realidad jonda jerezana volvía a refrendar que su pasión es el cante y el flamenco. Por este orden. Y, al igual que el día anterior con Pepe 'El Boleco', algo menos de una hora — 50 minutos— fueron más que suficientes para dejar sentado que su pasión por esta disciplina del género está fuera de toda duda.

Además, Manuel Monje (chico) incluso daba muestras de que está aprendiendo códigos escénicos a pasos agigantados, tanto a la hora de desenvolverse en el escenario, como a la de mandar dónde y cómo quiere las cosas. Y si no que se lo digan a los palmeros cuando en los saludos les dijo donde tenían que ubicarse y que él tenía que estar en el centro. O incluso dedicar al Día de la Mujer su recital de cante porque "hoy es el 8M y tenemos que celebrarlo todos juntos", en una sesión de cante flamenco que lucía en la entrada un cartel que indicaba que el papel estaba agotado y no quedaban butacas libres.

Manuel Monje Esteban
Manuel Monje (chico), durante su intervención en el Palacio de Villavicencio. ESTEBAN / FESTIVAL DE JEREZ

Todo un viejoven — como está de moda decir últimamente— que escogía a Chacón para abrir por malagueñas, para justo después afrontar sin miedo el cante abandolao por rondeña y verdiales. Fajándose posteriormente en los tercios de Tía María Bala, La Piriñaca o Juanito Mojama en la soleá por bulerías con soltura, dejaba patente que es uno de sus palos del flamenco favoritos, junto a una guitarra de Nono Jero que escribe con mayúsculas en el pentagrama de primas y bordones el toque de acompañamiento.

En los tientos y tangos llegaban recuerdos a Tía Juana la del Pipa, Remedios Amaya o la Marelu — tuneando la letra para adaptarla a Jerez—, antes de canastear con el famoso yali, yali y, por alegrías, formaba un auténtico lío. Embarcándose en el tren del flamenco en las joyerías cordobesas, después de grabar sus iniciales en unos zarcillos, se apeaba de la locomotora jonda en la bahía, para honrar a quienes hicieron retroceder a los franceses desde Puerta Tierra hasta el mismo Aragón. Todo ello, bajo un compás sobresaliente de Manuel Cantarote y Juan Diego Valencia con las palmas, que arrancaron los oles del público en varias ocasiones.

Como buen aficionado — que lo es y mucho— quiso rendir pleitesía al cante por serrana porque "no se hace mucho y es muy bonito", al compás del cinco por ocho de metrónomo que le marcaba su manijero, como prolegómeno de un remate por bulerías en el que recogía un compendio de letras que abarcaban la fonoteca particular del soniquete.

Con el compás genuino de la tierra que le vio nacer hace poco más de una década, devolvía a la luz, el recuerdo y la vida a José Vargas 'El Mono', Luis de la Pica, Juan Moneo 'El Torta' y Rafael de Utrera, o dejaba constancia que también le gusta lo que se hace hoy en día. Prueba de ello fue como recogía una de las últimas creaciones de Yerai Cortés que se ha viralizado en las plataformas digitales y, pataíta de baile incluida, cosechaba otro éxito esta joven promesa incipiente del cante que "si tiene una palabra en los labios, es para habar del flamenco".

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David Montes

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