Apocalípticos e integrados convergen en este elogio de la impureza que acaban de presentar, para cerrar el 26 Festival de Jerez y coincidiendo este 2022 con el centenario del Concurso de Cante Jondo de Granada (menuda causalidad), este par de cráneos privilegiados de la danza flamenco-teatro llamados Rafael Estévez y Valeriano Paños.
La confluencia puede que sea un alegato contra esos próceres de la ortodoxia con olor a alcanfor. O una abrumadora contestación, repleta de humor (hasta twerking en el escenario), ante tanto indocumentado que osa sentar cátedra y rechaza lo que no es capaz de traducir. O es, en fin, una clase magistral de historia del flamenco, ya sea del cante, del baile, de la guitarra y hasta de los instrumentos de percusión —del pandero a los campanilleros—, que serviría para condensar e ilustrar esta historia de siglos en menos de 80 minutos. Una síntesis que cobra especial sentido en el número de la lasciva zarabanda procedente de la negritud que conduce hasta la carnal exuberancia en los meneos de los tangos del Titi en Triana. Pero también en el mairenero Romance del Conde Sol (Grandes guerras...).
La confluencia, pese a todo, aun con el soterrado discurso político —“¡España, España!”, vocifera Estévez cual hooligan— y siempre revolucionario-visionario que imprime este dúo andaluz a sus propuestas, es con toda probabilidad un canto a ir a lo que nos une antes que a lo que nos separa. Sin sectarismos, ni tribalismos, en un movimiento coral en el que sin uno de sus elementos se acabaría derrumbando todo el andamiaje desde el que se construye la propuesta. Una obra que nace, vive y muere escarbando en la tierra de la que viene el flamenco para construir hacia donde puede dirigirse hoy (mañana ya veremos). Una obra, sencillamente, in-cre-í-ble.
Una obra mayor donde, pese al mestizaje y a las divergencias que plantea, al plurilingüismo dancístico y musical que exhibe, y a sus contradicciones —para los impacientes, parece ser que el siguiente capítulo lo escribirán exclusivamente mujeres—, al final solo hay un corazón totalmente teñido de rojo y palpitando excitado tras los ecos de la seguidilla de los alhelíes. Cante folk que encierra la amalgama de culturas, ritos y leyendas que atraviesan y recorren especialmente al género flamenco. Una experiencia inmersiva —a lo que ha ayudado sobremanera el bien ganado espacio de La Atalaya para el Festival de Jerez— donde por momentos el cante se mastica, el baile se suda, y la música y los ritmos envuelven a la palabra por mor de un elenco sin fisuras.
Un grupo de ocho artistas ultracualificados y compenetrado hasta la extenuación para llevar a buen puerto este periplo donde, como en Ítaca, lo importante es el viaje en sí mismo, no el destino. Donde la música anestesia la escena para hacer medianamente digerible este aluvión de información, de abrumadoras interpelaciones al espectador, de despliegue artístico en movimiento. Todo en este frente amplio del flamenco que propone La confluencia tiene sentido y sensibilidad. El volcánico y teatral Estévez —auténtico maestro de ceremonias—, el estiloso y por momentos sobrenatural Valeriano, el enciclopedismo mineral de Rafael Jiménez Falo y del tocaor de origen chileno Claudio Villanueva, el insaciable frenesí rítmico de Iván Mellén, gran conocedor de los ritmos brasileños, afrocubanos y hasta del Senegal… hasta tiene ángel el cante por alegrías que se raspa Alberto Sellés, bailaor cañaílla que completa el resto del prodigioso quinteto de danzaores, junto a Jesús Perona y Jorge Morera.
Desde aquellas lejanas Muñecas, que revelaron pronto todo el caudal creativo de Estévez / Paños y CIA, el grupo ha labrado a pulso una identidad única y sin parangón en la escena flamenco-dancística actual. Un repertorio de orfebrería fruto de una estajanovista labor de investigación empeñada en sondear el yacimiento para sacar a la luz los tesoros arqueológicos de un género del que nadie puede saber exactamente dónde y cómo empieza. Y, consecuentemente —y aquí está la magia—, por dónde debe o no debe transitar y evolucionar a partir de sus raíces más profundas. Desde una danza ora vanguardia centroeuropea y conceptual, ora intensamente visceral y genuinamente flamenca, la compañía pone en pie una suite de números coreográficos cuyo hilo discursivo es un tratado sobre la evolución, las corrientes y las influencias, pero también un divertido homenaje a aquel cuadro de Matisse con cinco bailarines: La danza. Una mítica (y casi mística) edad de oro donde no había prejuicios y solo importaba el baile por el baile.
Estévez / Paños y CIA. 'La confluencia'
Dirección: Rafael Estévez, Valeriano Paños. Idea original: Rafael Estévez, Valeriano Paños. Coreografía: Rafael Estévez, Valeriano Paños. Música original: Claudio Villanueva. Música Popular del Flamenco y del Folklore: Rafael Jiménez "Falo", Iván Mellén, Rafael Estévez. Guion: Rafael Estévez, Rafael Jiménez "Falo". Repertorio: Rafael Estévez, Rafael Jiménez "Falo". Selección de textos: Rafael Estévez, Rafael Jiménez "Falo". Diseño de iluminación: Olga García (AAI). Dirección técnica: Olga García (AAI). Ayudante de dirección: Rosana Romero. Maestra repetidora: Rosana Romero. Espacio escénico: EPCIA. Vestuario: EPCIA. Atrezzo: EPCIA. Sonido: Chipi Cacheda. Técnicos de luces: Olga García, Manuel Colchero, Álvaro Estrada. Regiduría: María José Fuenzalida. Coordinación: María José Fuenzalida. Concepto imagen: Estévez/Paños. Fotografía de cartel: Beatrix Mexi Molnár. Baile: Rafael Estévez, Valeriano Paños, Jesús Perona, Alberto Sellés, Jorge Morera. Cante: Rafael Jiménez "Falo". Guitarra: Claudio Villanueva. Percusión: Iván Mellén. Lugar: La Atalaya. Fecha: 5 de marzo. Hora: 23 horas. Aforo: Tres cuartos de entrada.
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