Historia de una noche flamenca con Lucía 'La Piñona': el estreno de la bailaora en el Villamarta

En el Festival de Jerez los espectáculos jamás terminan con los famosos aplausos por bulerías al final de la función, terminan cuando los artistas que pasan por sus tablas llegan a la esquina de la calle Veracruz, ya bien entrada la madrugada. En ese triángulo colindante con La Manzanilla, Las Rejas y El Pasaje ocurre cada noche uno de los momentos más sobrecogedores y mágicos: el público, copa de amontillado y pinchito en mano, recibe entre abrazos y algún aplauso espontáneo a los bailaores y bailaoras protagonistas de la jornada. 

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Lucía Álvarez 'La Piñona' (Jimena de la Frontera, 1985) llega al bar La Manzanilla con esa mezcla de nervios, cansancio y felicidad que envuelve a los artistas tras haber dejado gran parte de ellos en el escenario. "He pasado días de mucha tensión, pero ya por fin estoy tranquila", reconoce una luminosa Lucía, que va acogiendo poco a poco el cariño de amigos y aficionados. Estas tertulias hace años tenían lugar en El Colmao de la calle Arcos, algunos privilegiados del circuito flamenco cuentan cómo en un día de los buenos podías ver a El Torta, El Cigala o Miguel Poveda rematar noches que se alargaban hasta el amanecer. Quizás, dentro de 15 o 20 años, otro grupo de nostálgicos rememore las juntiñas en la calle Veracruz, y recuerde, por ejemplo, esta en la que La Piñona (La Piñati según 'El Gómez'), se presentó insaciable ante su público. 

La primera noche del mes de marzo, ese mes que abre lentamente las puertas de la primavera, ha sido también la primera noche de La Piñona en el Villamarta. En 2022 presentó Abril en la Atalaya, un espectáculo con una dramaturgia que pivotaba en los versos del poeta Juan Manuel Flores, 'el poeta de la luz' que escribió célebres letras de Lole y Manuel. En esta edición, la bailaora ha realizado su primera función en el espacio principal del festival. Insaciable profundiza en la búsqueda artística y personal de Lucía Álvarez y, según reconoce, no habría sido posible sin la existencia previa de Abril. 

Unas horas antes, entre ensayos y camerinos, Lucía Álvarez se prepara para salir a defender este Insaciable, espectáculo con dirección artística de Rafael Estévez y Valeriano Paños. Una obra "de liberación" que ha supuesto un paso importante en su carrera y una ruptura con ataduras anteriores. 

Un pequeño altar dedicado a la célebre Chavela Vargas preside los camerinos, artista por la que Lucía siente pasión. Chavela ha sido inspiración para Lucía y así, con una foto de ella en blanco y negro y una botella de tequila, la artista mexicana se hace presente. De alguna forma, el espíritu indómito de Chavela pasa a La Piñona. El tequila desaparece una vez termina la función. 

Lucía se peina y maquilla envuelta en una bata con estampación de gallos y gallinas realizada por una artesana de su pueblo, Jimena de la Frontera, y con unas alpargatas rosas. Este proceso de "ponerse guapa" sucede en un ambiente de intimidad, el último rato de recogimiento que la artista tiene para prepararse física y mentalmente. Por si alguien se lo está preguntando, no hay maquilladores ni personal de peluquería. Es ella misma quien se prepara, como ocurre en la mayoría de compañías de flamenco. A la bailaora no le gusta estrenar nada en días de función: "Prefiero las cosas viejas, todo tiene que estar usado", explica. 

¿Algún ritual o manía? "Soy muy supersticiosa, intento no tener amuletos ni nada, me pone nerviosa depender emocionalmente de cosas". El altar a Chavela es una excepción y se lo toma como parte del espectáculo. 

Estoy muy nerviosa, tengo muchas ganas también. Solo quiero que todo salga bien y disfrutarlo. Me preocupa estar a la altura del año pasado. Cuando algo sale bien, una se pone la presión de seguir así. 

Sí, y creo que estoy mejor. Ha sido un proceso importante. 

El espectáculo se estrenó en La Bienal de Sevilla y a Jerez llega con su segunda representación. Insaciable cuenta con el baile cómplice de Jonatan Miró. El cante de Matías López 'El Mati', Jesús Corbacho, José 'El Pechuguita' y la guitarra de Ramón Amador arropan la función, creando una atmósfera vibrante y muy poética por la que Lucía discurre. Instantes antes de salir a escena, Marta Álvarez, regidora del espectáculo, controla los tiempos y da los avisos para que todos estén prevenidos; Sara Arguijo, asesora artística, infunda ánimos a Lucía con un último abrazo; Jonatan Miró realiza unos estiramientos preparatorios junto a su compañera de baile y 'El Pechugita' busca un cigarro mientras se estira la camisa que, según el cantaor, se ha quedado muy tiesa tras el planchado. 

Una vez en el escenario, Lucía Álvarez parece ir saciando poco a poco esa búsqueda personal, entrando durante la actuación por diversos pasajes y estados, desde un paso a dos con aires toreros a un tránsito por las oscuridades de su baile, pasando por una fiesta con aires de rave en la que Lucía Álvarez reivindica su manera de estar en el mundo. 

Es habitual escuchar los jaleos espontáneos que 'El Gómez de Jerez' dedica desde el patio de butacas durante el Festival. A Lucía le dedica un "¡Bien, Piñati!", suponemos que en un juego de palabras excelente entre La Piñona y el Mati. Lucía termina con una "soleá inacabada" en esta noche que se antoja eterna y que quedará en el imaginario del Festival por ser la primera de —esperamos— otras muchas noches. La búsqueda insaciable de Lucía sigue su camino. 

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