La sección más orientada al cante del Festival de Jerez tiene lugar entre las botas de la bodega Los Apóstoles de González Byass, silencioso recordatorio de solera. Este pasado viernes por la noche estrenaba Andalucía el espectáculo de Vicente Soto ‘Sordera’ Mi viaje a través del cante: Sevilla, Cádiz, Jerez. Con ello abrió el ciclo De la Raíz y rememoró su Tríptico Flamenco de mediados de los noventa.
Sordera nos llevaba con él de viaje; nos llevó, en realidad, adonde quiso, incluyendo geografías más orientales. Esta vez no se nos aflamencaba un escritor célebre (especialidad escénica de Sordera), pero las tres ciudades fueron presentadas en verso.
Vicente Soto es hoy uno de los embajadores del cante de Santiago. Ha alternado aquellos códigos heredados con la perspectiva que proporciona una formación en Madrid, que alarga los cantes. Sevilla y Cádiz quedan, por supuesto, al alcance de la mano. Rugió un martinete de pie y con garbo, en homenaje a la fragua de los Cagancho. Arranque que se prolongó en los agudos de unas soleares trianeras, para cerrar el capítulo sevillano con los populares tangos de El Titi, en esa original melodía con la que se cantaban en Triana y en ulteriores polígonos.
Un aire más distendido, en tonos menores y cercano al tanguillo, que presagiaba quizá la próxima capital del cante: Cádiz. Aunque en absoluto la instrumentación. Sucede que las falsetas tangueras de Malena Hijo se transformaron en piano, a cargo de José Zarzana. Ideal para la malagueña del gaditano Enrique el Mellizo, que se desvió unos momentos por fandangos de Lucena, con el piano marcando el ritmo abandolao.
A continuación, miscelánea de tientos de Aurelio y zambra caracolera, los cuales, de acuerdo con Sordera, llegan a hacerse uno “por los aires de la tierra”. Un purista podría cuestionar algunos de estos otros palos e incluso la introducción de un piano en este viaje por las “raíces” del cante, en esta bodega de la flamencura, pero resulta que la bodega misma alberga, entre sus botas, un velocípedo inglés de 1880… No es jondo todo lo que reluce.
Como el bumerán, regresamos a unas proverbiales alegrías de baile, con sesión intensiva de zapateado por parte de Saray García. El ecuador de esta clase de programas las agradece; hubo también hueco para esas populares “bulerías gaditanas” que sintetizara una proteica sevillana. Jerez se avecinaba ya con sus bulerías, unas pa escuchá y las otras de cierre, con letras gitano-jerezanas y el público palmeando hasta a los palmeros (Ángel Peña, Manu Soto).
Borracheras “en la plazuela” que sonaron creíbles viniendo de donde venían. Con Vicente Santiago a las cuerdas, se intercalaron, entre bulería y bulería, las seguiriyas de Paco La Luz (Francisco de Paula Valencia Soto), a quien Sordera declaró maestro y ancestro. Su tío bisabuelo, o algo así; otros clanes relacionados con el legendario cantaor son los Terremoto, los Borrico, los Parrilla… Porque, desde la perspectiva de Jerez y sus genealogías, parecería que la fuente del cante es una además de trina.
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