Sara Baras - Vuela - Teatro Villamarta - XXVIII Festival de Jerez
Ficha Técnica:
Espectáculo: Vuela – Artista: Compañía de Sara Baras – Lugar: Teatro Villamarta (XXVIII Festival de Jerez) – Fecha: 23 de febrero de 2024 – Aforo: Tres cuartos – Baile: Sara Baras, Daniel Saltares, Chula García, Charo Pedraja, Cristina Aldón, Noelia Vilches, Marta de Troya y Carmen Bejarano – Guitarra: Keko Baldomero y Andrés Martínez – Cante: May Fernández y Matías López ‘El Mati’ – Percusión: Antón Suárez y Manuel Muñoz ‘El Pájaro’ – Vientos: Diego Villegas – Chelo: Ivo Cortés
El Teatro Villamarta alzaba su telón para dar inicio a una nueva edición del Festival de Jerez. Casi tres décadas ininterrumpidas lleva el principal espacio jerezano acogiendo a las principales referencias del mundo de la danza y el flamenco, entre finales de febrero y primeros de marzo. En esta ocasión, el encargado de dar inicio a dos semanas de intensa actividad más y menos jonda en la ciudad era el homenaje que Sara Baras (Cádiz, 1971) rinde a Paco de Lucía (Algeciras, 1947 – México, 2014) y cuyo estreno tuvo lugar pasado 1 de febrero en el Teatro Real de Madrid.
Elegante y siempre sonriente, sabe perfectamente qué tiene que hacer para ganarse el cariño del público
Un homenaje donde la artista gaditana realiza un recorrido por diferentes estadios y emociones en el que, durante los cuatro actos que lo componen, el espectador tiene la suerte de comprobar in situ por qué Sara Baras es, actualmente, una de las principales referencias de la danza flamenca a nivel mundial. Elegante y siempre sonriente, sabe perfectamente qué tiene que hacer en cada momento para ganarse el cariño de un público que, desde el primer momento, centra su atención en la bailaora.
No obstante, Vuela, que así es como se llama el espectáculo, juega a medio camino entre las estructuras bailaoras flamencas sencillas y la espectacularidad o asombro que producen los vertiginosos y constantes giros, los movimientos automatizados después de tantos años de trabajo o la técnica depurada de las ejecuciones de pies en zapateados, carretillas y remates. Buscando siempre el encaje escenográfico adecuado, todo lo anterior hace que el conjunto sume mucho más que las partes por separado, como es habitual en esta compañía de danza privada, cuando se cuida hasta el extremo la fotografía, el vestuario, el diseño de luces, así como todo lo que envuelve a lo que ocurre sobre el escenario.
Vuela sigue la línea continuista en estilo y forma que Alma de Bolero y Voces
Un escenario que recibe al público con un diseño de Óscar de los Reyes que le ha puesto el pescao caro a los que vengan detrás y que hace que la mirada del espectador esté centrada siempre donde los protagonistas de la noche desean. Nada está al azar. Y eso se agradece sobremanera. Sobre todo en las transiciones entre actos, en los que se pasa de un estadio a otro en un abrir y cerrar de ojos, desde los haces de luz que simulan las cuerdas de la guitarra del Tiburón de Algeciras de inicio, hasta la calidez de la simulación de los escenarios con ambientación floral que tanto gustaban a Paco de Lucía en sus conciertos. Pasando por la luz blanca y diáfana del reflejo de un mar lleno de atunes o la tenebrosidad con la que se afronta el adiós y las despedidas con un enorme incensario (o botafumeiro) que aromatizaba de Cuaresma al patio de butacas.
Pero centrándonos en lo que ocurre en el escenario, se podría decir que Vuela sigue la línea continuista en estilo, pero no en forma, que Alma de Bolero (Teatro de la Maestranza, Sevilla, 2021), el espectáculo donde rendía otro tributo y homenaje a su padre, tras cinco años en barbecho — pandemia mediante— y de Voces (Nuevo Apolo, Madrid, 2017), espectáculo donde Sara Baras abre este serial de homenajes a personas que han significado mucho para ella, a nivel personal y artístico. Si bien, también hay que destacar que en esta última obra recién estrenada pueda ser en la que menos participe en formato protagonista, ya bien sea en solitario, en pasos a dos o encabezando el cuerpo de baile.
Una noche que no caerá en el olvido para muchos de los asistentes a la apertura del XXVIII Festival de Jerez
Como singularidad, la artista gaditana toma como ejes en esta ocasión cuatro elementos sobre los que desarrolla su narrativa coreográfica. Bajo el concepto de madera, busca en el inicio el baile de raíz y cuya génesis primigenia el flamenco. El zapateado, los tarantos, las mineras y los cantes abandolaos son la patente de corso que deja paso al segundo de los conceptos, el mar, lugar en el que ese infinito azul se inspiraba Paco de Lucía cuando se mira al horizonte y que se carga de la sal más bajo andaluza cuando rompen sus olas en las orillas de Cádiz. Ahí es donde encontramos a un inspiradísimo Mati que le canta por tangos a Sara Baras de bien p’arriba y ella le responde con uno de los mejores pasajes que presenta este espectáculo.
Con las campanas tocando a duelo llega la muerte, el tercer pasaje. Entre pasos a dos por seguiriyas a un compás endiablado de 5x8, el efectismo en torno al guiño a Camarón en el cierre propiciaba que el público se pusiera a tocar las palmas por bulerías, antes de que May Fernández dedicara una saeta al Nazareno, bajo un intenso olor a incienso en el patio de butacas, y Keko Baldomero pusiera el colofón tocando por soleá en solitario.
El último de los actos, el más descriptivo de forma visual y sonora del espectáculo, los artistas dejaron volar sus emociones — nunca mejor dicho—por fandangos de Huelva, bulerías y otro de los pasajes más emotivos: el recuerdo al disco Canción Andaluza con el tema Ojos Verdes que, junto con la bulería Volar (Cositas Buenas, 2003), Zyriab (Zyriab, 1993) o las alegrías La Barrosa (Siroco, 1987) fueron los guiños que evocaron los músicos de Sara Baras a las creaciones del único Paco que no necesita apellidos en el flamenco, en una noche que no caerá en el olvido para muchos de los asistentes a la apertura de la vigésima octava edición del Festival de Jerez.
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