Parece que el verano se acaba, pero no. Tampoco el flamenco que, tras una oferta estival que se podría calificar de saturada durante los meses veraniegos, ha encontrado un nuevo hueco nada más iniciado septiembre. Ha sido el del Festival Vejer Flamenco (FVF), que nace con una marcada vocación artística y con una programación de cuatro días, que suma una veintena de espectáculos. Un modelo de evento que no es el de un festival de verano al uso, pero que que atiende lo mismo al cante, al baile, a la música flamenca y hasta a los niños, pero de una novedosa manera. La iniciativa es, además, privada: la bailaora y maestra Charo Cruz, que, como en todos sus proyectos, se ha lanzado a este, por amor al arte, en el mejor sentido del los términos. Ella lo persigue y lo enarbola, rodeada de una cantidad de artistas del mejor nivel, que configuran un cartel de una sorprendente calidad, no entendible, quizás, sin su aliento.
Una jornada cualquiera en esta cita, pongamos la primera, comienza a las seis de la tarde en la empinada Muralla de la Segur con la artista local Paca Rodríguez. Una hora y media después hay que acudir al Teatro San Francisco para asistir al imprevisible diálogo bailado que entablan, sobre el escenario, el carnicero local Paco Melero y el bailaor sevillano Juan Carlos Lérida. El encuentro despeja incógnitas y no defrauda las expectativas. El largo monólogo de Melero sobre las cuitas de su profesión: los cortes de la ternera en canal, los secretos de la manteca colorá y los de el lomo en ella metido, junto a los recuerdos de infancia, terminan por arrancar el baile de Lérida con el concurso del cantaor El Pirata, que pone tono y compás flamenco. «¡Qué testarazo!» Es la expresión que el carnicero aplica lo mismo a la celebración del Día Internacional del Lomo en manteca que al baile de Lérida, que lo sorprende: «Yo le diría a alguien, que no le gustara el baile, que viniera a verte». Uno ha podido ver danza sobre diferentes sonidos o palabras, sobre versos de Saramago o inspirado en el ruido del ferrocarril. El que se creó sobre las palabras del celebre carnicero de Vejer pareció irrepetible.
Para seguir la programación, hay que seguir descendiendo por el pueblo y bajar por la Corredera hasta el Parque de los Remedios. Allí, una suerte de verbena de pueblo, con sus bombillas de colores, recibe al visitante, que tiene varias opciones para hacer su colación antes de adentrarse en el recinto del concierto. Rodeado de pinos, el alto escenario va a dar dignidad a las actuaciones con buena iluminación y buen sonido. Es flamenco, pero a lo grande. La noche, entoldada de nubes, también ayuda. Alonso Núñez, Rancapino Chico, completará una actuación marcada por el temple y un cante paladeado con gusto y pausa, sin importar el estilo que afronte. Con la guitarra de Antonio Higuero, perfiló los tiempos conjugando pellizco y dulzura. Una actuación madura y gustosa.
Farruquito puede que atrajera a parte del mucho público que casi llenó el aforo preparado. El bailaor, que se ha prodigado este verano por muchos escenarios, no defraudó: colmó las expectativas con su baile que es étnico, elegante, impecable, ajustado y enduendado a un tiempo. Y ya es reunir adjetivos, pero podrían seguir más. La incorporación del guitarrista jerezano Manolo Valencia al grupo proporciona un plus de calidad y flamencura a un elenco en el que brillaría especialmente la cantaora María Bizárraga, especialmente compenetrada con el bailaor. «¿Qué quieres que te cante?», se escuchó que le preguntó en un momento al artista. No hubo respuesta, daba igual. Ellos protagonizan esos especiales momentos en los que uno no distingue si ella canta para el baile de él o es al revés. Da lo mismo dentro de una complicidad que levanta chispas a cada instante y que encontró su clímax en la danza de la soleá. Que en el fin fiesta fuera Farruquito el que cogiera la guitarra para dirigir las pataítas por bulerías de toda la compañía, incluido el propio Valencia, es muestra del ambiente distendido y placentero que marcó la noche.
Con los ajustes en el escenario entre cada actuación, sumados al pequeño retraso inicial, el saxofonista Guatama del Campo, que completaba la noche, apareció en escena bien pasada la una de la madrugada. Sonido terso, elegante y flamenco el de una banda que pilló al personal algo cansado, lo que se hizo notar en el aforo. Un detalle mejorable para una cita que trasmite las mejores sensaciones y que promete emociones en sus tres próximas jornadas. Cantaoras como Montse Cortés, Naike Ponce, Encarna Anillo, La Tana o María Vizárraga, bailaores y bailaoras como Marco Flores, Olga Pericet (Premio Nacional de danza) o María Moreno, junto al trío de Jorge Pardo, llenarán las noches que van hasta el próximo domingo. El cartel y la propia experiencia flamenca bien merecen el paseo por la bella localidad jandeña.